Corría el año 1863, y los patrocinadores del Museo Americano de P. T. Barnum ofrecían por 25 centavos el espectáculo de once jefes indios auténticos. Indios que venían a Nueva York a visitar al Gran Padre, a Abraham Lincoln. Barnum iba con los indios por las calles de Manhattan en un gran carruaje precedido por una banda de música y los llevaba a plazas, colegios y teatro. Los jefes no hacían ni decían nada, el espectáculo eran sus rostros pintados, sus largas trenzas, sus camisas de ante y sus pantalones adornados con cuero cabelludo. Oso Flaco era miembro del Consejo de los Cuarenta y Cuatro, el órgano rector del pueblo cheyene. Era uno de los pacificadores, obligados por la tradición tribal a impedir en todo momento que la pasión se impusiera a la razón, y a actuar siempre en aras del máximo provecho de la tribu, lo que, en 1863, para los jefes cheyenes más ancianos, se traducía en mantener unas relaciones amistosas con la creciente población blanca del Territorio de Colorado, que...