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Resolución 181 de la ONU. Desde 29 de noviembre de 1947 hasta la "guerra civil" (VIII)


Estamos en febrero de 1947. Gran Bretaña hace pública su decisión de traspasar su mandato sobre Palestina a las Naciones Unidas que tenían sólo dos años de vida y que desde su nacimiento estuvo controlada por los países vencedores para establecer el orden mundial. 
La ONU vino acompañada de una retórica moralista, con largos artículos sobre libertades y derechos, pero en realidad no era más que el aparato de control del mundo surgido tras las dos guerras mundiales por parte de los países más fuertes sin tocar el dominio colonial y la supremacia blanca.

 En cuanto a Palestina, para solucionar el problema sionista la ONU acabó apoyando la ideología colonialista de asentamientos con la retórica del genocido, algo que no han dejado de usar hasta hoy, incluso cuando los genocidios son perpretados desde Israel.

 El gobierno británico consideraba que era necesaria la convocatoria de una sesión extraordinaria de la Asamblea General de la ONU para tratar la cuestión. 

La primera Conferencia Especial de la Asamblea General se inauguró el 28 de abril de 1947 en Nueva York, dedicada íntegramente a Palestina. Los representantes sionistas de la Agencia Judía intervinieron en cuatro ocasiones y los delegados palestinos del Comité Superior Árabe en dos.

 Los delegados de la organización sionista aceptaron la partición de Palestina como una primera estrategia para poder expandirse territorialmente con posterioridad y homogeneizar demográficamente el país. 

 El Comité Superior Árabe rechazó la división de Palestina. Sus representantes defendían la independencia del territorio basándose en el principio de autodeterminación, contemplado en el primer artículo de la Carta de las Naciones Unidas.

Al final de la primera sesión extraordinaria de la Asamblea General de la ONU se creó el Comité Especial de las Naciones Unidas para Palestina (UNSCOP, por sus siglas en inglés), cuya labor consistía en realizar propuestas sobre el futuro del territorio. Lo componían doce miembros que desconocían la problemática palestina. El representante de Guatemala llegó a decir que no sabía por qué lo habían elegido a él que no sabía nada del tema. Precisamente esta ignorancia favoreció que fuesen condicionados fácilmente sobre la división de Palestina en dos estados.

 Tanto EEUU como la URSS aceptaron la partición. Estados Unidos por satisfacer a sus electores judíos que eran varios millones, muchos muy influyentes en las esferas económicas y políticas; y la URSS  por el socialsionismo de David Ben-Gurión, presidente de la Agencia Judía, que podía convertir a Israel en  un aliado potencial en la incipiente Guerra Fría

 El Comité Superior Árabe boicoteó el UNSCOP y convocó una huelga alegando que la ONU había rechazado todas las propuestas de los delegados árabes que buscaban asegurar los derechos del pueblo palestino, mientras había aceptado cualquier propuesta sionista. 

El UNSCOP  se reunión incluso con líderes terroristas del Irgún. Tal es el caso de Menahem Beguín que llegó a declarar que tenía relaciones de camaradería con miembros del UNSCOP. 

Uno de sus objetivos era retirar cualquier influencia británica sobre Israel. Para ello pusieron sobre la mesa el asunto del Exodus, un barco comprado por una división de la Haganá con capacidad para centenares de personas, pero que cargó a miles de personas refugiadas judías europeas con el objetivo de llegar a Palestina. El navío fue parado por considerarse ilegal, sufrió un violento abordaje británico que provocó varias muertes y después fue enviado de vuelta a Europa. 

Varios miembros del Comité de la ONU pudieron escuchar testigos de personas que viajaban en el Exodus, alguno de los cuales era miembro de la Haganá, el grupo paramilitar sionista. Los miembros de Haganá alegaron  que todas las personas refugiadas judías en Europa ansiaban ir a Palestina y que la creación de un Estado “judío” era absolutamente necesaria. 

Miembros del UNSCOP viajaron a Palestina y después recorrieron miles kilómetros visitando los campos de personas desplazadas europeas. El movimiento sionista se aseguró de que el mayor número posible de personas judías que ofreciesen su testimonio al UNSCOP reiteraran la idea de que anhelaban marchar a Palestina, donde debía establecerse un nuevo Estado para las personas judías que aparecían todas como un pueblo víctima de Hitler, con el que habían negociado sin escrúpulos y al que habían ofrecido sus servicios durante la Guerra Mundial.

 Finalmente la ONU realizó dos informes: uno minoritario que planteaba la creación de un Estado federal y otro, con el apoyo de la mayoría de sus miembros, que recomendó la división de Palestina en dos estados. 

 Este último informe fue presentado en la sesión ordinaria de la Asamblea General y pasó entre septiembre y noviembre de 1947 por varios comités y subcomités de la ONU, donde se le realizaron ligeras modificaciones. Finalmente, el informe mayoritario fue aprobado con sus revisiones posteriores el 29 de noviembre de 1947 en la Resolución 181 de la Asamblea General de las Naciones Unidas. Fue el conocido como “plan de partición de Palestina”.

 La Resolución 181 marcó un antes y un después en la historia contemporánea de Palestina.   Se propuso la creación de un Estado denominado “judío” y otro “árabe” unidos económicamente, así como la internacionalización de Al-Quds-Jerusalén y su área circundante (incluyendo Belén) en un corpus separatum.

La Agencia Judía aceptó el plan, mientras que el Comité Superior Árabe de Palestina y el resto de estados de mayoría árabe miembros de la institución internacional lo rechazaron

 El plan de partición quebrantó  diversos elementos del tratado constitutivo de la ONU y  vulneró la igualdad entre las partes implicadas para ratificar la resolución. En primer lugar, al no tener en cuenta la voluntad de la población afectada, se violó el principio de la libre determinación de los pueblos, contenido en el primer artículo de la Carta de las Naciones Unidas.

Además, el contenido de esta resolución presentaba otros elementos que transgredían la equidad entre las partes.

 Aunque el plan de partición ha sido interpretado con frecuencia —sobre todo en la historiografía tradicional israelí— como un compromiso histórico justo, legal y pragmático aceptado con muchas renuncias por la parte sionista, la verdad es que la resolución del 29 de noviembre contenía diversos elementos que beneficiaban a la comunidad judía de Palestina (Yishuv). 

A pesar de que en aquellos momentos constituía un tercio de la población y poseía entre un 6 y un 11 por ciento de la propiedad de la tierra, el plan de partición recomendó que el Estado calificado de “judío” se crease en un 55 por ciento del territorio del Mandato británico de Palestina

Además, en estas partes del país se encontraban las zonas más fértiles y las que más exportaciones producían. Se decidió que territorios como el Néguev, en el que la población judía constituía menos de un 1 por ciento, fuesen a parar al Estado “judío”. E

Asimismo, como ya había advertido el UNSCOP, la existencia de más de 400.000 palestinas y palestinos dentro de las líneas del Estado “judío” suponía un grave problema. 

Ben-Gurión se había declarado partidario del “traslado forzoso” de la población no judía, una solución que respaldaban otros líderes del Atlántico Norte después de la Primera Guerra Mundial.

Mientras algunos sectores sionistas incluso propugnaban abiertamente la necesidad de deshacerse de la población autóctona árabe (en especial organizaciones como el Irgún), la Resolución 181 no incluía ningún mecanismo para impedir el desalojo

Por otro lado, la mayoría necesaria para aprobar el plan de partición se consiguió mediante presiones a algunos estados pequeños miembros de la Asamblea General de las Naciones Unidas como Liberia, Haití y Filipinas. 

El lobby sionista ya había actuado en la Casa Blanca para que se aprobase el plan mayoritario del UNSCOP.

  Al presidente estadounidense Harry S. Truman se le comunicó que abandonar las promesas de respaldar al Yishuv podría suponer un peligro para el Partido Demócrata. De hecho, Truman reconoció en sus memorias que nunca estuvo sometido a tanta presión como la que recibió por entonces por parte del lobby sionista.

Por su parte, las resoluciones de la Asamblea General de las Naciones Unidas que conciernen a los capítulos X al XIV de la Carta, como la aprobada el 29 de noviembre de 1947, tienen el carácter de recomendaciones sin valor jurídico vinculante. No obstante, la Resolución 181 no se adoptó como una sugerencia o como base para una negociación, sino como un hecho consumado vinculante. 

Prácticamente de forma inmediata se pusieron en marcha los mecanismos para aplicar el proyecto político que contenía. Del mismo modo, la Asamblea solicitó que el Consejo de Seguridad tomara las medidas necesarias para su cumplimiento. 

Sin embargo, según la Carta de la ONU, el Consejo no tiene la potestad de ejecutar ninguna recomendación sobre una decisión política ni tampoco la de crear un nuevo Estado sin el consentimiento de las partes. 

Sin embargo, aparte de las transgresiones jurídicas de la resolución, la partición también puede entenderse como la culminación de medio siglo de esfuerzos sionistas para establecer un Estado colonial independiente en Palestina. 

Aunque ningún camino estaba predeterminado y la historia siempre está abierta y sujeta a variables, no se puede dejar de tener en cuenta que el movimiento sionista había perseguido este objetivo durante décadas. 

De este modo, la Resolución 181 fue un triunfo sionista fundamental. 

Constituyó un éxito histórico de la Agencia Judía. Supuso una legitimación internacional a su proyecto político colonial, que desde un cuarto de siglo atrás había conseguido desarrollarse —con la ayuda del Reino Unido— hasta erigirse como un Estado colonial de asentamiento dentro del Estado colonial de metrópoli británico. 

Pero no solo tenía una vertiente territorial, sino también demográfica. Diversos líderes de la Liga Árabe ya habían utilizado un lenguaje belicista y habían manifestado, de una u otra manera, que la partición significaría una amenaza para la paz. 

Y como habían afirmado numerosos dirigentes sionistas, este contexto de fin del Mandato, junto al posible enfrentamiento entre el Yishuv y los ejércitos árabes, podía proporcionar el escenario apropiado para llevar a cabo el objetivo último de conseguir el máximo de territorio posible con el mínimo de población palestina que la mayoría del movimiento sionista llevaba décadas buscando

En primer lugar, respecto a la misma idea de partición y de expansión territorial, Ben-Gurión ya había señalado que “siendo fuertes, cancelaremos la partición del país y nos expandiremos a través de la Tierra de Israel”  En segundo lugar, sobre la cuestión demográfica, el mismo líder socialsionista había escrito: “Tenemos que expulsar a los árabes [de Palestina] y ocupar su lugar […] y si hay que usar la fuerza […] contamos con la fuerza necesaria” (Journal of Palestine Studies, 2012: 248)

La aprobación del plan de partición provocó el júbilo del Yishuv. La noche del 29 de noviembre de 1947, desde el balcón de la Casa de Instituciones Nacionales de Al-Quds-Jerusalén, la dirigente socialsionista Golda Meyerson (después Golda Meir) se dirigió a una multitud entusiasmada con estas palabras

Durante 2.000 años hemos esperado nuestra liberación. Ahora que la tenemos ante nosotros es algo tan maravilloso que ninguna palabra puede describirla. Judíos, mazel tov! [¡buena suerte!]”


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