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¿Qué pasa en Niger? África contra Occidente

Los periódicos y las televisiones de nuestro entorno nos cuentan que en Niger ha habido un golpe de Estado llevado a cabo por una junta de militares que dirige la Guardia Presidencial del Ejército de Niger. Junto a esto nos muestran fotos e imágenes de manifestaciones populares de apoyo al golpe. Los manifestatantes muestran carteles de condena a Francia.

 Parece que quisieran mostrarnos salvajes sin ningún apego por la democracia o gentes ignorantes abducidas por Putin. 

  Occidente está muy preocupado mientras los ciudadanos extranjeros, especialmente franceses, huyen de Niamey, capital de Niger al mismo tiempo que las fuerzas militares francesas, de la UE y de los Estados Unidos ( faltaría más que no estuviesen presentes en el Sahel) se parapetan en sus respectivas bases militares.

 Estados Unidos ha duplicado el número de bases en África desde la presidencia  del Premio Nobel de la Paz Obama hasta hoy, con al menos una docena concentradas en la región del Sahel y el propio Niger. Victoria Nuland ha puesto sobre la mesa una "solución negociada", pero los líderes golpistas han mostrado poco interés. Los yankees temen perder el mejor y último puesto avanzado en esta parte del continente africano.

 El júbilo de las masas no es más que un reflejo e un periodo muy concreto que vive la histoira de África:  La desestabilización del modo de producción hegemónico occidental. No son los extras de una película de Tarzán por más que las televisiones traten de ofrecer una imagen pervertida de lo que en realidad ocurre.

Esta toma de posesión de una unidad de élite del Ejército de Níger, muchos de los cuales, por cierto, comandantes y miembros de la nueva junta militar fueron entrenados por el Comando de Operaciones Especiales del Ejército de EE. UU. en la Base de la Fuerza Aérea 201 o Fort Benning en Georgia, es parte del mismo proceso que se dio el año pasado en los vecinos Burkina Faso y Malí : 

Las masas salen a apoyar a las plazas a los militares que acaban de tomar el poder sin pegar un tiro, asalto a comercios, ataques a sedes diplomáticas francesas y exigencia de que todas las fuerzas militares occidentales, no solo las de Francia, abandonen el país. 

 En la embajada francesa  grupos de ciudadanos entusiasmados izan la bandera rusa.

En torno al nuevo saqueo de la continente africano por parte de las potencias occidentales, con motivo de sus agendas verdes, había caído un silencio de muerte.

 Un grave silencio que continuó cuando se inició la operación militar conjunta más masiva de Francia y la UE en el Sahel en marzo de 2021 y que afectaba a Mauritania, Malí, Burkina Faso, Níger y Chad

 La aceleración de la guerra "informal" de robo y ocupación, llevada a cabo en la región y en África central por Francia y Estados Unidos sobre todo, en continuidad con las agresiones militares de Estados Unidos en la época de la presidencia de Obama en Libia y Somalia pasaron completamente desapercibidas

A diferencia de Occidente y de la propia China, África es un continente con un fuerte crecimiento demográfico y con una aceleración de los procesos de urbanización. Un crecimiento impulsado por las tres principales economías africanas: Sudáfrica, Egipto y Nigeria, que vuelan respectivamente por las regiones del Cuerno de África y Etiopía, por la zona de las antiguas colonias británica y francesa en África Occidental y por parte de África central (Congo y Kenia). 


 A las huellas del colonialismo en las maltrechas economías africanas se unieron los planes de reestructuración de deuda y/o crédito impuestos por el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial.  Una herida sobre otra herida.

 El resultado está a la vista: guerras étnicas  por fronteras trazadas artificialmente y por el surgimiento de esas camarillas económicas locales -representadas también en parte por el yihadismo subsahariano- que representan los intereses capitalistas de tipo corporativo.


Y es en esta franja más frágil representada por los 5 estados del Sahel donde Francia, la UE y Estados Unidos habían lanzado su propia estrategia encaminada a crear un caballo de Troya para la reanudación del control más férreo del continente en disputa con China que sin guerras y cautelosamente ha hecho tratados con los distintos países hasta hacerse con amplios sectores económicos africanos.

  ¿Qué estrategia era ésta? Las misiones militares para combatir el surgimiento de formaciones yihadistas, formaciones muchas veces financiadas por los propios países que luego envían ejércitos para combatirlas.

Huelga decir que los objetivos reales son esencialmente tres:

- Las materias primas de África que abundan incluso en las zonas más deprimidas (metales raros, uranio, petróleo – descubierto recientemente en Malí);

- La toma de posesión de las tierras fértiles de África Central y el cinturón subsahariano, transformando el campo de la sabana en un campo agrointensivo inducido para el suministro de nuevas centrales eléctricas a base de biomasa (agro-hubs) que se están diseñando, que cubrirán el crecimiento de demanda de electricidad que requiere el aumento de la capacidad de productividad africana; una energía, por tanto, "limpia" y "descarbonizada", pero decididamente rapaz, que comprometerá rápidamente,  la fertilidad del suelo de la sabana saheliana, comprometiendo para siempre la posibilidad de cultivo a través de semillas locales

3.- Controlar  la nueva trata de esclavos africanos a través de la red de ONG europeas  que proliferan en la región del Sahel, y que encuentra un nudo principal en la ruta que atraviesa Agadez en el centro de Níger y que une Nigeria y África Occidental con Argelia y Libia cruzando el Níger y el Sahel.

Básicamente una presencia militar que se hace necesaria para ganar la competencia a las multinacionales de China, Emiratos Árabes Unidos, Arabia Saudí e India que se han sumado a Occidente en la nueva forma histórica de colonialismo y saqueo africano: el acaparamiento de tierras. 

Un fenómeno en continua progresión desde 2008, donde representantes de intereses locales o gobernantes establecidos por potencias económicas extranjeras arriendan miles de hectáreas a multinacionales extranjeras a un coste medio de 2 euros la hectárea de tierra al año, que explotan al máximo destruyendo las tierrras.

En 2016 hubo al menos 20 millones de hectáreas expropiadas a las poblaciones africanas locales a través de unos 456 contratos de arrendamiento con una duración que puede variar de 70 a 99 años. 

 Estas poblaciones autóctonas se convierten en sobrantes y  son desalojadas por los nuevos amos o se ven obligadas a abandonar las tierras donde habitan porque han sido transformadas en vertederos por la agroindustria. Su destino son los centro urbanos donde malviven. La única posibilidad que les queda a muchos es un barco a Europa. 

  La  producción agrícola intensiva se exporta para satisfacer el consumo de alimentos de los países ricos o para la producción masiva de biocombustibles, mientras que la autosuficiencia alimentaria de África retrocede y la fertilidad del suelo, la biodiversidad y el medio ambiente se ven comprometidos.

Sin duda, las naciones del Sahel se encuentran entre las más frágiles económicamente y, por lo tanto, las más expuestas a los efectos de la desintegración social provocada por los devastadores planes de reestructuración de la deuda del FMI de la década de 1990. 

Occidente, embarcado en su ofensiva neocolonial en África, ha comprado con poco dinero políticos y jefes locales unas veces con promesas otras con dinero, pero el resultado es que de este modo los politicos de las democracias defendidas por Occidente se convertían en marionetas que bailaban al son de los intereses poscolonialistas.

Los hechos recientes demuestran que los pueblos del Sahel han comenzado a oler que la tutoría occidental en el combate a las formaciones yihadistas hace que sea peor el remedio  que  la enfermedad. 

Es precisamente ese caballo de Troya útil para su resubyugación neocolonial. 

África corre el riesgo de escaparse de las manos de Occidente precisamente a causa de una crisis general que la expone a la competencia con  China y pone de relieve la decadencia de los viejos colonizadores.

  De hecho, a menos de un año después del lanzamiento coordinado Francia- UE de la Operación  Barkhane en el Sahel, se ha iniciado una rápida reacción contra  los europeos desde Guinea y sobre todo desde Mali y Burkina Faso. 

 El único medio disponible para conseguirlo, dadas las condiciones materiales iniciales y la nulidad del movimiento obrero: un golpe militar de unos pocos batallones de infantería, pero con el apoyo amplio y activo de capas muy amplias de la población trabajadora de las ciudades y el campo, cuya  pobreza y explotación combinadas con el potencial de crecimiento productivo africano están precipitando un renovado y creciente sentimiento anti-francés y anti-neocolonial sin excepción.

A finales de enero de 2022, el gobierno militar de Malí expulsó al embajador francés  y poco después, en febrero, las tropas francesas presentes desde 2013 sin interrupción se vieron obligadas a abandonar el país. Todo esto sucede con continuas manifestaciones populares antifrancesas. 

El 30 de septiembre de 2022, un desconocido Capitán de un batallón de artillería del Ejército de Burkina Faso, Ibrahim Traoré, de 34 años, destituyó al presidente en ejercicio y asumió el poder en el nuevo Gobierno de Transición, denunciando la presencia militar y los intereses neocoloniales franceses en África Occidental y rompiendo los acuerdos bilaterales de colaboración militar con la misma. Francia, finalmente,  se vió bligada a retirar definitivamente sus tropas en febrero de 2023. 

Y ahora Níger. 

En cada uno de estos momentos, las calles se llenaron de manifestantes y un sentimiento anti-francés y un amplio apoyo militante a las juntas militares que habían llegado al poder.

Este es el hecho extraordinario de relevancia histórica: solo han pasado 32 años desde 1990-91, menos que la edad del joven comandante mencionado anteriormente, y Occidente está con el culo al aire en comparación con Tormenta del Desierto, cuando pudo hacer su reclamos bajo las banderas de la ONU y llevar a cabo esa infame masacre en Irak. 

Los tiempos han cambiado drásticamente y "la comunidad internacional" siente que le falta el suelo bajo sus pies. No solo ya no es vista como el faro de la civilización y la libertad, sino que está siendo echada a patadas del centro de ese continente que ha sido tratado como esclavo durante siglos.

Detrás de cada momento emblemático de esta expulsión de los europeos del Sahel está el potencial de crecimiento de la productividad en África y la crisis de un modo de producción monista y su cadena mundial unitaria que debilita a Occidente y presenta a Europa con su canto de cisne. 

Este desarrollo reciente de África requiere maquinaria para desarrollar la transformación de sus ricos recursos y Occidente ya no los produce por sí mismo, porque para remediar la larga crisis de valor ha tenido que trasladar las principales producciones a Asia y China

 Los africanos por necesidad se ven impulsados ​​a mirar hacia el Este y hacia China para desarrollar la economía de mercado y alimentar sus bocas. 

Las masas pobres y trabajadoras, en el campo y en las ciudades, tienen teléfonos móviles pero tienen problemas de subsistencia, de protección contra la desintegración social producto de la bancarrota poscolonial y no quieren ser expropiadas de sus tierras para dar lugar a los proyectos de las multinacionales extranjeras. 

Las nuevas tecnologías utilizadas para el desarrollo de redes móviles, Internet e infraestructuras digitales, necesarias para la circulación de valor y el desarrollo de negocios dentro de la cadena productiva global de valor, son principalmente made in China y made in India,  corporaciones como Huawei y Tata Telecommunications que socavan a los gigantes de las TLC multinacionales europeas, británicas y norteamericanas. 

 Por lo tanto, no es casualidad que incluso los intereses burgueses, incluso los más corporativos, se sientan atraídos por un movimiento profundo para traicionar a los aliados occidentales por necesidad.

 Estados Unidos ha invertido más de 500 millones de dólares desde 2012 en Níger para la llamada "seguridad", cosa pequeña e insuficiente para retener a ese puñado de oficiales del Ejército de Níger arrastrados ahora a la vorágine del movimiento rebelde saheliano.

Muchos países africanos, especialmente Sudáfrica, ya habían dejado claro que no tenían intención de ponerse del lado de Occidente contra Rusia y que iban a permanecer neutrales en la guerra librada en Ucrania (en las votaciones de las resoluciones de la ONU y en la fallida misión africana Blinken el verano pasado). La razón es sencilla: los bienes que produce Occidente, debido a la crisis, se reducen a un logotipo o eslogan de marketing. Por otro lado, África nunca ha conocido el colonialismo ruso y las movilizaciones populares en el Sahel tienen una mirada completamente diferente a la del siglo pasado.

Por lo tanto, parece claro que definir la toma del poder por parte de los militares en Malí, Burkina Faso y Níger como un "golpe de Estado", con apoyo popular, es algo completamente diferente a los golpes de Estado dirigidos y organizados por Occidente y quienes defienden esta tesis lo convierten en un oportunismo eurocéntrico condescendiente con el imperialismo doméstico.

Los cuentos de hadas democráticos son bebida para incautos, muchos de una izquierda postmoderna sin ningún interés en la lucha de clases. Sabemos que hubo "teóricos de alto nivel" de izquierda, que también definieron la revolución rusa de 1917 como un "golpe de Estado". 

Por el contrario, la extraordinaria movilización popular apoya a las juntas militares actuales precisamente porque han depuesto a presidentes elegidos "democráticamente", es decir, allí en el poder por las potencias económicas occidentales.

Asistimos a una efervescencia general en África, que no podrá consolidarse tras el panafricanismo de los años 60, es decir, en la perspectiva de desarrollar la producción de valor y las relaciones justas de intercambio entre las naciones africanas.

Esa posibilidad histórica fue definitivamente derrotada en tiempos de Lumumba en una fase ascendente de la acumulación mundial y del mercado. Su resurgimiento fuera del tiempo es la otra cara de la crisis general de un modo de producción unitario, que debilita a Occidente, mientras se mira reflejado en el espejo de los hechos sahelianos y se enfrenta a su propia debilidad y decadencia inexorable. 

Si en esta reflexión material las masas trabajadoras de África y el Sahel miran hacia Rusia, esto sucede precisamente porque Occidente tiene cada vez menos capacidad para sostener los fragmentados intereses capitalistas africanos autóctonos. 

Es el proceso de la revolución aún en marcha con connotaciones confusas que atraviesa el Sahel y que corre el riesgo de contagiar al continente:.

Hace unos días Ibrahim Traoré, presidente de Burkina Faso, desde la audiencia de la Cumbre África Rusia en San Petersburgo, dirigiéndose a todo el continente africano, señaló que “mi generación se hace mil y una preguntas. Pero no podemos encontrar una respuesta". 

¿Por qué, se pregunta el joven nuevo presidente, el continente africano, aunque rico en todo lo bueno, sigue siendo el continente más pobre y el que más sufre de hambre? ¿Por qué los países del continente africano son incapaces de llevar a cabo la transformación in situ de las materias primas que posee África, mostrándose incapaces de establecer esas relaciones de solidaridad y siendo autosuficientes e independientes del imperialismo?

Es un breve discurso de siete minutos, que ya se está extendiendo por África, inflamando a las nuevas generaciones, porque ha puesto en tela de juicio la dominación imperialista ininterrumpida de gran parte del continente y la connivencia con ella de las direcciones de los estados africanos:

“Mi generación me pidió que les dijera que, por la pobreza, se ven obligados a cruzar el mar para llegar a Europa. Muere en el mar, pero pronto nunca más cruzarán el mar sino que vendrán a nuestros palacios en África para reclamar su sustento diario... El verdadero gran problema es ver a nuestros jefes de estado africanos, que no aportan nada a sus pueblos en guerra, cantar la misma música de los imperialistas. Nuestros jefes de Estado africanos deben dejar de actuar como marionetas...»

Visto más de cerca, el movimiento de rebelión contra Occidente pone sobre la mesa el meollo de la cuestión histórica: el imperialismo ha logrado continuar con el saqueo de África, porque en la fase de continua expansión de la acumulación de valor le ha permitido comprar la formación de intereses económicos emergentes locales, que han vendido sus recursos naturales y permitido la explotación de materias primas africanas. 

La crisis general de acumulación está poniendo en crisis a esta unión y los explotados africanos miran a Rusia no por su pasado soviético, sino por la Rusia actual que está puesta en la condición necesaria de ser antioccidental para no retroceder en el desarrollo capitalista que ella también ha logrado.

De hecho, el presidente Putin se mostró claramente incómodo ante la clara denuncia pronunciada por el joven líder burkinés contra los representantes de las potencias económicas y políticas africanas hacia las que Rusia se propone como polo atractivo de la multipolaridad capitalista. 

No existe un mundo multipolar capitalista porque el capitalismo necesita de periferias.

 Rusia necesita exportar las materias primas que produce a África para fortalecer su acumulación de valor y, como nación capitalista moderna, está interesada en los negocios.

En esencia,  Europa, habiendo drenado todo un continente durante cientos de años saqueando las materias primas  y usando mano de obra africana importada barata a través de la inmigración,  ahora se ve obligada  a desplegar sus fuerzas armadas para contrarrestar la penetración financiera de China (que por sí sola ha alcanzado una participación en las inversiones que supera la de los Estados Unidos y Francia juntos) y de Rusia que como nación capitalista moderna solo puede hacer cumplir en beneficio propio la ley del intercambio desigual entre países productores de materiales.

 Bastaría leer las agendas y contenidos de la agenda discutida por las Cumbres o Foros bilaterales con países africanos organizados y deseados por Estados Unidos, China, la Unión Europea y Rusia para deducir cómo se determinan las relaciones de dominación.

Estados Unidos y la UE y China en torno a la explotación de las tierras, inversiones en grandes obras, acaparamiento de tierras e inmigración; Rusia en torno al intercambio de la producción respectiva de materias primas, con los estados "golpistas" ofreciendo la ayuda militar que se necesita para proteger la integridad del mercado capitalista local frente a la  ocupación militar occidental.


Los acontecimientos de estos días, por tanto, sólo pueden hacernos ver  la expulsión en curso de todas las fuerzas occidentales del Sahel como un momento práctico de la Revolución en marcha. No estamos seguros de que los gobiernos de las naciones de la CEDEAO de África Occidental, alineados con los intereses vitales de los bandoleros excoloniales (franceses y británicos) y occidentales, se vean impulsados ​​a intervenir en Níger a través de un tercero, por lo que sería una nueva y más guerra de agresión de Occidente contra toda África, para contener la ebullición africana y los horizontes de la revolución que empiezan a emerger confusos y caóticos desde Burkina Faso, Malí y Níger. 


El comunismo como necesidad histórica sólo puede emerger a través de los pliegues del caos general de una crisis imparable: el despertar de la rebelión del continente africano contra el orden combinado y desigual del capitalismo mundial es ya en sí mismo un momento decisivo de este proceso revolucionario, que se da en oleadas discontinuas y se convierte en una pesadilla para los partidarios del modo de producción capitalista y que quemará hasta las manos de los aprendices de brujo.



Traducción artículo de  Alessio Galluppi, periodista independiente italiano. 

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