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La Gran Insurrección palestina 1936-1939 (VI)


El enfrentamiento entre los colonizadores sionistas, sus protectores británicos y los palestinos se intensificó en la década de los años 30 durante la cual hubo una gran conflictividad y Palestina fue tomando conciencia de su entidad nacional y del peligro de su existencia como pueblo.

 En 1936, numerosos sectores palestinos iniciaron la Gran Insurrección, que se prolongaría hasta 1939.

 Este movimiento insurreccional fue la culminación de las protestas anteriores  habían sido especialmente graves en 1920 en Al-Quds-Jerusalén, en 1921 en Yafa-Tel Aviv o en 1928 nuevamente en la Ciudad Santa jerosolimitana. 

1929 fue un año crítico con disturbios en Al-Quds-Jerusalén,  Safed o Al-Khalil-Hebrón. A lo largo de todo el año de 1929 se contabilizaron 133 personas judías muertas y116 palestinas

  El movimiento que era social se mezcló con el religioso a raiz de los sucesos del Muro de las Lamentaciones. En este lugar confluyen los edificios religiosos más importantes de tres religiones: la judáica considera el Muro el resto del Gran Templo del rey Salomón destruido por el emperador romano Tito en el 70 a.C;  la musulmana llama a esta parte la Explanada de las Mezquitas  o Al-Haram Al-Sharif por encontrarse ahí la gran mezquita  de Al-Aqsa y la Cúpula de la Roca; y se hayan ahí también los santos lugares del cristianismo la iglesia del Santo Sepulcro, la Vía Dolorosa y el monte de los Olivos. En 1929, diversos líderes religiosos de los asentamientos judios intentaron alterar el statu quo de la zona difundiendo imágenes con la estrella de David y la bandera sionista ondeando en la explanada de las Mezquitas. 

 Esta provocación religiosa junto a años de asedio social llevó a ataques palestinos contra judíos y  judías y viceversa. Amin al-Husseini-  presidente del Consejo Supremo Musulmán- ganó mucha influencia y los Hermanos Musulmanes de Egipto, organización islamista que se había creado en 1928, también comenzaron a entrar en escena en el mundo de las protestas palestinas. 

Este ataque a los lugares sagrados  musulmanes aumentó la vinculación entre la protesta anticolonial con la afirmación del islam como eje identitario de la mayoría de la población palestina. Eran los primeros pasos en Palestina tanto del nacionalismo religioso como del islam político contemporáneo.

 Para 1929 la inmigración sionista a Israel había causado el desplazamiento, el paro y la quiebra económica de la población autóctona no judía, un 29 por ciento de la población rural palestina había sido desplazado de su tierra o había perdido su trabajo agrícola. 

 En octubre de 1933 hubo grandes protestas palestinas en Al-Quds-Jerusalén, Haifa, Nablus y Yafa. Se sucedieron varias manifestaciones y huelgas generales, que acabaron con el uso de armas de fuego por parte de la policía británica y la muerte de más de 20 palestinos. 

El apoyo estructural británico al movimiento sionista no solo se había manifestado en la declaración británica a favor de la creación de un “hogar nacional judío” y su incorporación al texto constitutivo del Mandato, sino que también se hizo patente en varios aspectos significativos. Entre ellos, la destitución de autoridades palestinas que se oponían activamente al sionismo o la permisividad con la segregación y la desposesión de tierras palestinas.

 Entre las causas del inicio de la Gran Insurrección del 1936 también tuvo un papel central el rápido aumento en la llegada de colonos. Entre 1933 y 1936, con la creación del Tercer Reich en Alemania -unque la cantidad de personas refugiadas judías que se dirigieron a América y  a la Unión Soviética fue mucho mayo-, unas 164.000 nuevas personas judías llegaron a Palestina. Así, la comunidad judía pasó a contar con casi 400.000 personas  y ya era el  27 por ciento de la población total del país.

Durante la década de 1930, se intensificaron las formas de protesta palestinas y aparecieron nuevas organizaciones políticas, la mayoría de las cuales tenía en su centro la reivindicación de la independencia del país. Todos los partidos y todas las organizaciones cristianas y musulmanas formaban parte del Comité Superior Árabe, creado  en abril de 1936 aprovechando la gran cantidad de comités de resistencia establecidos en numerosos municipios palestinos. El Comité Superior Árabe se convertiría en el organismo político central de la comunidad árabe de Palestina, el que coordinaría e impulsaría numerosas reivindicaciones y acciones.

 Entre otras organizaciones, el tejido de partidos políticos palestinos lo conformaban la Asociación de Jóvenes Musulmanes, el Bloque Nacional, el Partido Árabo-Palestino de la Reforma, el Partido del Congreso Juvenil, el Partido de la Independencia o Istiqlal, el Partido Nacional de Defensa o el Partido Palestino Árabe.  

 Istiqlal fue fundado 1932 y sus ejes ideológicos fueron fundamentalmente dos: por un lado, el panarabismo, y por el otro, la lucha contra el movimiento sionista y el poder imperial británico. Istiqlal estuvo encabezado por Auni Abdul Hadi que pronto se vio desbordado por una nueva generación de jóvenes palestinas y palestinos, más radicales, de clase media o media-baja, que habían crecido durante el dominio británico de Palestina y que pusieron en marcha medidas como huelgas, boicots y acciones de desobediencia civil.

La élite política palestina estaba dividida en facciones y clanes lo que aprovecharon las autoridades británicas intentaron para aprovecharse de estas divisiones, quitando y poniendo autoridades municipales a su antojo, y enfrentando a los clanes entre sí. La tradicional política colonial de divide et impera fue fundamental en la estrategia británica a lo largo de todo su mandato 

Los dirigentes políticos palestinos también se distinguían ideológicamente según factores como la relevancia del componente religioso, la mayor importancia concedida a la tendencia nacionalista panarabista o a la puramente palestina y en lo relativo a las cuestiones laborales y sindicales. Sin embargo, ya en el año 1933, centenares de dirigentes de todas las agrupaciones políticas palestinas lanzaron una campaña de presión contra el Mandato británico para reivindicar unas instituciones de autogobierno más representativas. 

En 1935, el rechazo del parlamento británico a que se formara un Consejo Legislativo representativo, como llevaban reclamando las élites palestinas desde al menos siete años atrás, fue fundamental en el estallido de la Gran Insurrección un año después.

Por su parte, desde 1933, Izz ad-Din al-Qassam, un predicador islámico de origen sirio, lideró operaciones de guerrilla al norte de Palestina. Llegó a dirigir la organización anticolonial Al-Kaff Al-Aswad “Mano Negra”, creada en 1930 después de los disturbios del año anterior. Al-Qassam instruyó y reclutó a varios centenares de hombres y mujeres y, de hecho, también formó junto con algunas mujeres palestinas la organización femenina Camaradas de al-Qassam. Estas guerrilleras y guerrilleros se solían organizar en grupos de cinco militantes armados para realizar sabotajes e incursiones en colonias sionistas.

En 1935, en el conocido como “incidente del cemento”, palestinos de Yafa descubrieron en el puerto de la ciudad un gran envío de armas de origen belga destinado a la organización paramilitar del sionismo socialista, la Haganá. La indignación palestina por este episodio desembocó en dos huelgas generales. En este contexto, varias semanas después, las tropas británicas acabaron con la vida de Izz ad-Din al-Qassam y varios de sus compañeros en una cueva al oeste de Yenín. 

De esta forma, crearon uno de los primeros grandes mártires de la causa palestina.

La Gran Insurrección Palestina se inició en la primavera de 1936 con un gran llamamiento a la huelga desde organizaciones de base de Yafa y comités de ciudades como Nablus. En muy poco tiempo, varias personas murieron en enfrentamientos con armas de fuego. En mayo, el nuevo Comité Superior Árabe declaró la huelga general y coordinó manifestaciones, boicots y el cierre de escuelas o fábricas. 

Los objetivos iniciales del comité se dirigían a los británicos: parar la llegada de colonos, acabar con la transferencia de tierras y convocar elecciones democráticas para la formación de un gobierno nacional. 

Aunque la huelga general fue declarada ilegal el 2 de junio de 1936, continuó hasta el otoño. De este modo, con seis meses de duración, se ha considerado como la huelga general más larga hasta ese momento de un territorio colonial

 El Alto Comisionado británico, que no aceptó ninguna de las reivindicaciones, declaró el estado de excepción e impuso la censura de prensa, la prisión preventiva, los registros domiciliarios sin previo aviso, las deportaciones, las requisas, la voladura de casas y la utilización de la tortura contra personas sospechosas de participar en la insurrección. 

Durante los meses centrales de 1936, gran parte del milenario casco viejo de Yafa fue destruido por las tropas británicas y sus excavadoras. También conjuntos históricos como los de Acre fueron dañados. 

Hacia octubre de 1936, la primera fase de la Gran Insurrección ya había sido sofocada por la potencia mandataria.


La segunda parte de la revuelta, iniciada los últimos meses del 1937, tuvo un carácter más masivo, rural, disperso y violento. La guerra de guerrillas palestina que caracterizó esta segunda fase también contó con un significativo protagonismo femenino y con un contenido de lucha contra la desigualdad social dentro de la misma sociedad palestina.

Esta segunda fase de la revuelta consiguió su cenit durante el verano y el otoño del 1938 con la participación de más de 10.000 personas palestinas (sobre una población que no llegaba al millón). Ante esta nueva etapa de la insurrección, el gobierno del Mandato intensificó sus políticas anteriores y puso en práctica otras nuevas, como la pena de muerte por la posesión de armas, municiones o explosivos. También prohibió todos los partidos palestinos y suprimió otros organismos políticos. El Comité Superior Árabe fue declarado ilegal en septiembre de 1937 y muchos de sus miembros fueron encarcelados o deportados a lugares como Rodesia del Sur o las islas Seychelles. 

La doctrina del “muro de hierro” de Vladimir Jabotinsky, líder del sionismo revisionista (ultraderechista) adquirió una gran importancia estratégica durante el periodo de la Gran Insurrección.

Jabotinsky se autodefinía como admirador del fascismo y fue apodado por David Ben-Gurión como Il Duce o Vladimir Hitler. Este líder sionista nacido en Odesa escribió que, ya que “la colonización solo puede tener un objetivo, y los árabes palestinos no pueden aceptarlo”, solo la imposición de la fuerza y la derrota del pueblo palestino podía hacer viable una “patria judía” en Palestina 

 Esta idea del “muro de hierro” se fusionó en numerosos ámbitos con la primordial meta del sionismo mayoritario de conseguir un Estado exclusivamente o mayoritariamente judío en el mayor territorio posible de Palestina. 

Desde la década de 1930, el resultado fue la elaboración de planes para la transferencia (expulsión) de la población palestina, medida que ya contaba con defensores y declaraciones de intenciones desde finales del siglo XIX y principios del XX. 

De hecho, estos proyectos acabaron situándose en el centro de la estrategia sionista entre el 1936 y el 1948. Para la mayoría de los líderes del Yishuv, antecedentes como la transferencia de poblaciones búlgaras, griegas y turcas después de la Gran Guerra habían establecido un precedente. Para ellos, reubicar a población de una cultura extraeuropea (y, por lo tanto, considerada inferior) desde una zona árabe a otra no era una medida sencilla, pero tampoco inmoral. 

Durante la Gran Insurrección, las organizaciones paramilitares sionistas y las fuerzas británicas colaboraron de varias maneras. Cooperaron en operaciones de contraespionaje, en la construcción de infraestructuras o en el entrenamiento y financiación de tropas del Yishuv como la Policía Judía de Asentamientos, la Policía Judía Supernumeraria o los Escuadrones Especiales Nocturnos. Los miembros de este último cuerpo armado, que ejercieron torturas y cometieron asesinatos, fueron descritos por el administrador colonial británico Hugh Foot como “extremistas y crueles”.

Grupos paramilitares sionistas como el Irgún, creado en 1931 inspirándose en el pensamiento de Jabotinsky, también atentaron contra civiles con métodos como la instalación de explosivos en autobuses o mercados, como la bomba que puso fin a la vida de casi 50 personas palestinas en Haifa el 25 de julio de 1938, o mediante coches bomba. Por su parte, la población palestina también hizo uso de la violencia contra británicos y el Yishuv desde la primavera del 1936. El episodio más grave fue el asesinato de 19 personas judías en Tiberíades en octubre de 1938. 

Con la Gran Insurrección, la cuestión sionista-palestina adquirió una dimensión internacional inédita e irreversible.

 Además, tuvo un coste humano y socioeconómico muy elevado. Más de 15.000 personas palestinas resultaron heridas y unas 5.000 perdieron la vida. Por otro lado, hubo 262 bajas mortales británicas y entre 174 y 300 judías.

Sin embargo, el Yishuv salió fortalecido ante el debilitamiento palestino. Se prohibieron y desarticularon las organizaciones políticas y la sociedad palestina fue descabezada a causa de la muerte, el encarcelamiento o el exilio de sus dirigentes y militantes más activos y activas

La desmovilización fue tan profunda que, cuando llegaron los años clave de 1947 y 1948, la sociedad palestina todavía no se había recuperado. De manera desigual, el vacío de liderazgo fue ocupado en gran parte por políticos árabes vecinos.

La represión no fue la única respuesta de la potencia mandataria a la revuelta palestina. El Reino Unido nombró un organismo, la mencionada Comisión Peel, que visitó el territorio para realizar propuestas. En julio de 1937, William R. W. Peel recomendó dividir Palestina en un Estado denominado “judío” que incluía una franja de costa desde la parte central de Palestina hasta el Líbano y toda Galilea. 

Por el otro lado, sugería el establecimiento un Estado “árabe” en la mayor parte de Palestina que estuviera unido en Transjordania (un protectorado británico teóricamente gobernado por el emir Abdalá, estrecho aliado del Reino Unido). El informe Peel también aconsejó que los británicos permaneciesen en varios lugares estratégicos y mencionó la posibilidad de un “intercambio de población”, es decir, de expulsar a población palestina. Cuando vio la luz, este proyecto provocó una agudización de la insurrección palestina, que todavía estaba en marcha. A pesar de que estas recomendaciones no se pusieron en práctica, su propuesta de partición, también denominada posteriormente “de los dos estados”, pasó a ocupar (y ocupa) un lugar de primer orden en el abanico de posibles soluciones a la cuestión de Palestina en el ámbito internacional.

El informe Peel fue rechazado por los dirigentes palestinos, aceptado con entusiasmo por Abdalá de Transjordania y suscrito tácticamente por David Ben-Gurión. El líder socialsionista comprendió que la partición territorial, aunque fuera mediante la aceptación de un territorio menor, podía ser la plataforma más viable y el primer paso para la creación de un Estado “judío” en la mayor extensión posible de Palestina. Sobre este tema, Ben-Gurión, presidente de la Agencia Judía desde 1935, afirmó: 

  Ningún sionista puede olvidar la más mínima parte de la Tierra de Israel. [Un] Estado judío en parte [de Palestina] no es un fin, sino un comienzo […] Aumentaremos nuestro poder, y cada aumento de poder facilitará conseguir el país en su totalidad. El establecimiento de un [pequeño] Estado […] será una palanca muy potente en nuestro esfuerzo histórico para redimir todo el país (Morris, 2001: 138).

 

En noviembre de 1938, otra comisión británica, la de John Woodhead, llegó a la conclusión de que la partición era impracticable y recomendó la prolongación del Mandato. Seis meses después, la política británica dio un nuevo giro con la publicación del conocido como Libro Blanco de MacDonald. Este informe solicitó que se restringiese la llegada de personas judías —un límite total de 75.000 personas en el lustro siguiente— y la transferencia de tierras. Además, instó a abandonar la partición proponiendo un único Estado binacional con capital en Al-Quds-Jerusalén, que sería independiente en 10 años. El Libro Blanco afirmaba que: “Los artífices del Mandato, en el que se incluyó la Declaración Balfour, no pudieron haber pretendido transformar Palestina en un Estado ‘judío’ en contra de la voluntad de la población árabe”. La Gran Insurrección tuvo un papel fundamental en la adopción de este libro.

Pero este intento británico de apaciguar al pueblo palestino, en un momento en el que el Tercer Reich ya se había anexionado Austria, había invadido Checoslovaquia y la amenaza de una conflagración era inminente, acabó naufragando. Por un lado, provocó la ira sionista, que concentró gran parte de sus energías en combatir las medidas del Libro Blanco e impulsó la denominada aliya bet, es decir, el traslado ilegal masivo de personas judías a Palestina durante los años siguientes. 


En esta situación Europa inicia una guerra que se irá extendiendo al resto de países hasta convertirse en Guerra Mundial. 

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