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Palestina desde 1948 hasta 1967: El olivo como símbolo de resistencia (XI)

La cuestión de palestina no fue otra que la cuestión de los refugiados. La mayoría de los cuales se encontraba en unos 40 campos establecidos en Cisjordania, Gaza, Siria, Líbano y Jordania. Según la Agencia de la ONU para refugiados palestinos, cuatro años después de la declaración del Estado de Israel, estas personas continuaban  sufriendo mínimas condiciones de medios de supervivencia.  

Su situación legal variaba según los países en dónde se encontraban. En Jordania sufrieron entre un intento de domesticación y represión.  En el Líbano, por su parte, se impidió a la gran mayoría de personas refugiadas ejercer más de medio centenar de oficios y se les prohibió modernizar o ampliar sus casas y campos. En Siria las y los palestinos refugiados disfrutaban de igualdad con la población siria

La Nabka  En palabras del poeta palestino Mahmoud Darwish, es un “mapa de ausencia” en una “patria que no era una maleta” 

¿Dónde deberíamos ir después de la última frontera; dónde debieran volar los pájaros después del último cielo?

Para la escritora italo-palestina Rula Jebreal, la Nakba fue “la catástrofe, el desastre, el apocalipsis […] Es difícil de explicar, pero es una cosa que cada palestino siente en su interior, como una herida irreparable, como un cortocircuito en nuestra historia” 


La Nakba es el término usado en Palestina para indicar "catástrofe" o "desastre"  del éxodo palestino

Como hemos visto en entradas anteriores el 15 de mayo de 1948 fue un día trágico para Palestina. Pocas horas después que David Ben Gurión leyera la declaración de la independencia de Israel y el día en que concluía el mandato británico sobre Palestina, se iniciaba la primera guerra entre el nuevo Estado israelí y los países árabes. La guerra de 1948 fue para Israel la gran gesta de su independencia a la que favoreció uno de los más brutales éxodos de la historia de la humanidad.  El pueblo palestino, despojado de su tierra, desplazado de su nación, amordazado, encarcelado, silenciado se convirtió en el objetivo de una de las naciones más poderosas del mundo amparada por todas las naciones poderosas del mundo. Un pueblo al que, desde entonces, las naciones más poderosas del planeta han tratado de aniquilar, volviéndolo invisible; un pueblo al que han tratado de reinventar, condenándolo a la inexistencia. Pero el pueblo palestino hizo de la nabka su identidad, de las palabras su esencia y  de la resistencia su vida. Se cobijó en la bella palabra "sumud" y se aferró en la conservación del olivo. 

Una de las primeras manifestaciones de resistencia simbólica a la Nakba llevadas a cabo por las personas refugiadas fue la designación de nombres de los nuevos barrios, calles o secciones de los campos de personas refugiadas así commo dar a las niñas palestinas "Falastin" (Palestina) o  nombres de municipios como Haifa, Safad,Yafa... 

 En este tiempo había una esperanza de  retorno. La Nabka era el presente pero el futuro era el regreso.

Miles de personas palestinas fueron internadas en campos de concentración o de trabajos forzados israelíes entre 1948 y mediados de la década de 1950.

 El mismo diplomático británico Alex Kirkbride llegó a llamar al campo de Qatra  “un campo de concentración en línea con los nazis”

 Unas 158.000 personas palestinas permanecieron dentro de las líneas del nuevo Estado de Israel. Hasta el año 1966 vivieron bajo jurisdicción militar y sujetas a la ley marcial. Recibieron la ciudadanía israelí que les permitía votar en las elecciones, pero no obtuvieron la nacionalidad que disfrutaban sus convecinas y convecinos judíos. 

 En el Estado israelí no existe la nacionalidad israelí, sino la nacionalidad judía que otorga más derechos que la israelí, la nacionalidad judía que otorga derechos plenos solo la pueden alcanzar personas judías y eso no tiene nada que ver con el judaísmo ni la fe, sino que en Israel se usa como concepto étnico. 

  Un palestino que había habitado toda la vida esa tierra que había quedado dentro del estado de Israel gozaba de menos derechos que un judío que llegase de cualquier parte del mundo para instalarse en Israel. Los no judíos en la Palestina anterior  a 1948 nunca pudieron volver a sus hogares.

 Más del 40 por ciento de las tierras de las personas palestinas con ciudadanía israelí fueron confiscadas.

 Los palestinos dentro del territorio del Estado de Israel debían controlar su crecimiento demográfico, vivían en ghettos, no podían adquirir tierras ni construir viviendas. Es decir vivían dentro de una situación de "apartheid". 

 Mientras la comunidad judía multiplicó por diez su control sobre las tierras palestinas. Más del 80 por ciento del área total de Israel era tierra propietarios ausentes. 

Las tierras de las localidades palestinas desalojadas fueron declaradas por el ejército israelí zonas cerradas para impedir el retorno de las personas refugiadas palestinas

 Desde el verano de 1948, las excavadoras israelíes trabajaron para arrasar localidades y todo tipo de construcciones palestinas

El 70 por ciento de los pueblos desalojados fueron totalmente destruidos, mientras que un 22 por ciento quedaron parcialmente destruidos. Solo siete sobrevivieron y fueron ocupados, en su mayoría, por judíos.

 Uno de los trabajos forzados que ejercieron las y los prisioneros palestinos de los campos de concentración israelíes era transportar los escombros de las casas palestinas demolidas y los objetos (muebles, libros, cartas, joyas, objetos personales ) propiedad de personas refugiadas. 

 Las tierras de los "ausentes" se convirtieron en zonas cultivables, en nuevos asentamientos, en aparcamientos, en parques arqueológicos, en zonas de ocio o en bosques de nueva plantación. Palestina pareciera que nunca hubiese estado allí. Ninguna persona refugiada que volviera reconocería su tierra ni encontraría su casa, incluso los topónimos árabes fueron borrados y sustituídos por hebreos basados en la Biblia, como si esos dos mil años de historia entre los pastores hebreos y el estado de Israel no hubiesen existido.

 Una auténtica "dannatio memoriae" donde se intentó borrar hasta la memoría de quienes habitaron allí antes.

 El Fondo Nacional Judío, organismo sionista de colonización del territorio creado en 1901, sustituyó especies de la flora autóctona (algarrobos, almendros, chumberas, higueras u olivos) por árboles europeos (especialmente el pino) en estos nuevos bosques.

 Las coníferas en general y el pino en particular se convirtieron en uno de los símbolos del nuevo Estado de Israel, que buscaba elementos que lo vincularan a Europa.

 De este modo, los árboles del “viejo continente” fueron protagonistas de múltiples carteles sionistas de la época y se reflejaron incluso en nombres de personas judías israelíes (Ilan, que en hebreo significa “árbol”, u Oran, “pino”). 

Desde aquellos momentos, además, el Estado de Israel ha intentado presentarse como un país que ha llevado y que lleva a cabo numerosos procesos de plantación de árboles, un país “ecologista”

 Personas y árboles autóctonos fueron suplantados por personas y árboles europeos. 


Mientras para los palestinos la Nabka se convirtió en una parte de su esencia como humanos. Una herida constante, pero también un punto de unión con la colectividad, como un pilar de su identidad colectiva. La memoria de la Nakba era el impulso de la resistencia.

La Nakba instaló en la conciencia de la población palestina un sentimiento de derrota y pérdida, pero, por otro lado, también tuvo una enorme importancia en la configuración de la identidad nacional palestina, convirtiéndose en una potente fuente de valores compartidos por y para las generaciones venideras. 

En un contexto donde el tradicional liderazgo político y social palestino había desaparecido, había sido dispersado o había fallado, al tiempo que sus instituciones habían sido destruidas, las consecuencias de la Nakba dieron lugar a una nueva y complicada etapa histórica para el pueblo palestino.

A partir de las décadas de 1950 y 1960, las resistencias culturales, psicológicas y sociales no solo fueron esenciales para el mantenimiento y reproducción de la identidad y de la memoria colectiva palestina, sino también para su propia supervivencia. 

 En este contexto, fuera y dentro de la Palestina histórica, se empezó a extender una forma de resistencia, conectada con el tradicional arraigo palestino con la tierra, denominada en árabe “sumud”  Según enseñaban y enseñan desde Palestina, sumud es un elemento clave en sus “r-existencias” y un prisma de su narrativa nativa. 

Aunque sea difícil o imposible su auténtica traducción y explicación (como otros conceptos y cosmovisiones de los pueblos del Sur Global), sumud empezó a formar parte de la educación y la conciencia colectiva palestina. 

Este concepto, actitud y sentimiento pretende fomentar la perseverancia a través de la dialéctica de la opresión-resistencia, y se ha vinculado especialmente a la constancia, firmeza y a la capacidad de superación de las adversidades. Para muchas personas palestinas, es una especie de fuerza o espíritu de impenetrable solidez que permite resistir ante todas las dificultades.


Sumud también se ha vinculado y se ha representado a través del olivo. Se trata de un símbolo mediterráneo y palestino, además de un recurso importante para la economía palestina, que los colonos israelíes arrancan, queman y talan sistemáticamente. Se calcula que en los cincuenta años posteriores al inicio de la ocupación de Al-Quds-Jerusalén Este, Cisjordania y la Franja de Gaza en 1967, fuerzas y colonos israelíes destruyeron más de 800.000 olivos palestinos. 

A pesar de esto, el olivo fue, ha sido y continúa siendo una expresión metafórica de sumud. El olivo representa sumud del mismo modo que sumud representa al olivo, un árbol que se cultiva en el territorio de la Palestina histórica desde hace 6.000 u 8.000 años. 

Características como su crecimiento lento y en condiciones de suelos pobres, su resistencia a las sequías y su longevidad han contribuido a este vínculo metafórico. 

 Históricamente, la recogida de la aceitina ha sido un elemento de unidad de las familias y los pueblos palestinos, que generalmente se han reunido y se reúnen unos dos meses desde mediados del mes de septiembre. En la recogida se incluyen  celebraciones con música y baile, algo que nos es muy familiar a los pueblos mediterráneos. 

  En numerosas ocasiones, la respuesta palestina ante la muerte de una persona o el asesinato a manos del colonialismo sionista ha sido plantar un olivo

Una de las imágenes más conocidas de las últimas décadas en Palestina es la de una mujer, Mahfouza Odeh, aferrada a las partes restantes de un olivo que había sido talado por fuerzas israelíes en Salim, cerca de Nablus. 

Por otro lado, a veces la propia naturaleza ha sabido posicionarse en medio de estas dinámicas históricas. Se han registrado casos en Palestina en que pequeños olivos han brotado de manera espontánea y han crecido dentro de árboles alóctonos plantados por israelíes. En estas resistencias culturales, psicológicas y sociales, y vinculado al sumud, también ha sido fundamental la conservación y promoción del dialecto palestino de la lengua árabe; el dabke o dabka (baile en grupo tradicional palestino, similar a la jota, la kalamatianos griega o la sardana); su gastronomía y otras costumbres comunitarias. Igualmente, la necesidad de continuar con sus actividades diarias y cotidianas de subsistencia, trabajo, producción y reproducción con una gran solidaridad. 

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