Hace casi dos años, un 16 de agosto de 2021, Joe Biden desde la Casa Blanca comunicó al mundo que sus soldados abandonaban Afganistán porque este país ya no formaba parte de los intereses americanos.
Era hora de cambiar de capítulo en la novela de la guerra y centrarse en lo que realmente importaba; Rusia y China.
Tras veinte años de guerra global en el que el Islam había reemplazado en el papel de director del eje del mal a los comunistas, se abría un debate sobre el fin de la hegemonía de Estados Unidos, su incapacidad para mantener más guerras, la destrucción que habían provocado todas esas guerras en nombre de una paz mundial amenazada justamente por los que eran atacados, y sobre el declive de Occidente como director de la economía mundial.
Estados Unidos había dedicado desde 2001 21 billones de dólares para militarizar la política en nombre de la seguridad amenazada por musulmanes radicalizados.
Estos 21 billones se distribuyeron entre las fuerzas armadas, la seguridad privada, programas para veteranos y seguridad nacional entre otros.
Los generales que comandaban la guerra de Afganistán, sin haber pisado Afganistán en su vida, pasaron a las juntas directivas de empresas armamentísticas. Dunford Jr pasó a Lockheed Martin, el mayor contratista del Pentágono y Lloyd Austin, actual Secretario de Defensa, a la junta de Raytheon Technologies, uno de los contratistas militares más poderosos del mundo.
Los veinte años de guerras contra el Islam fueron un desastre para la economía estadounidense, pero si hubo un sector que salió beneficiado fue el de las acciones de los contratistas de defensa de las grandes empresas Boeing, Raytheon, Lockheed Martin Northrop Grumman y General Dynamics, las cuales salieron fortalecidas de estos 20 años de bonanza en el sector.
El sistema de producción de armamento, cada vez más caro y con tiempos de investigación y desarrollo en constante cambio, junto con el sistema militar del Pentágono, ha pasado durante estos veinte años de ser apéndice del mecanismo de producción y reproducción capitalista a ser una parte integral y muy importante. De hecho sin este sector de la economía Estados Unidos se tambalea.
Mientras otros sectores han entrado en crisis las empresas de defensa y seguridad, junto con las consideradas estratégicas, con el Estado como primer cliente que apoya y financia todo el ciclo de producción de un nuevo producto, y que decide tanto la cooperación intergubernamental y la colaboración multinacional dentro de un mercado cada vez más competitivo y transnacional, han seguido creciendo bajo un paragas de garantías de ventas de sus productos.
El gasto militar ya no es un gasto cíclico para contrarrestar situaciones de crisis, sino que es una parte indispensable del Capitalismo en su agonía final dado que las crisis cíclicas tienden a aparecer cada vez más próximas en el tiempo.
El Estado americano financia generosamente el sector militar incluso con programas que vienen del sector civil. Clinton, ya a principios de la década de 1990, desvió todas las tecnologías de vanguardia como la inteligencia artificial, los vehículos/aviones no tripulados, los macrodatos o la nanotecnología, producidos esencialmente por el sector civil, hacia el sector militar. La mayor parte de esta financiación va a "gastos generales" dejando solo un 15 por ciento para mano de obra involucrada en la producción, fabricación y montaje.
La seguridad que daba el cliente estatal provocó en los 90 una ola de fusiones y adquisiciones que fue reduciendo el número de contratistas, concentrando toda la producción en cinco grandes empresas: Lockheed Martin, Raytheon Technologies, General Dynamics, Northrop Grumman y Boeing.
El monopolio conlleva un control de los precios por parte de estas cinco empresas y por lo tanto el alza de los mismos y conlleva un problema serio en las cadenas de suministros. La pandemia de coronavirus demostró que estas interrupciones en las cadenas de suministro mundiales provocó escasez en las actividades de fabricación y producción. El gobierno tuvo que invocar la Ley de Producción de Defensa para reutilizar algunas fábricas para producir respiradores; pero el problema no era tanto su capacidad de producción, sino la falta de componentes de más de catorce países diferentes (filtros y alarmas, tubos y alimentadores, etc.).
Por primera vez, debido a este corte de suministros, estas empresas tuvieron que frenar la producción. Según la agencia internacional de noticias Bloomberg, los contratistas de defensa estadounidenses mantuvieron en funcionamiento la mayoría de las instalaciones y cerraron solo unos días para limpiar las instalaciones. La Asociación Industrial Aeroespacial solicitó al Departamento de Defensa que declarara la industria de defensa como una "infraestructura crítica" para que las empresas pudieran obligar a sus empleados a seguir trabajando.
A pesar de la caída del PIB mundial por la pandemia y la crisis económica que ha implicado a sectores enteros, la industria armamentística sigue boyante. En 2020 los pedidos y entregas de armas no se detuvieron (531.000 millones de dólares con un incremento del 1,3% respecto a 2019) ni siquiera ante la presencia de medidas restrictivas que no permitieron la entrega de armas y, en algunos casos, la continuación de los ciclos de producción. El gasto militar mundial también siguió creciendo hasta los 1.981 millones de dólares, un aumento del 2,6 % con respecto a 2019 y del 9,3 % con respecto a 2011, lo que confirma el fuerte poder de la industria de defensa sobre las instituciones políticas.
En 2022, el gobierno de Estados Unidos reforzó la "Buy American Act", la legislación de inversiones, para permitir vetar cualquier fusión que se considere perjudicial para la seguridad nacional. Pero de poco sirve reforzar una ley cuando la defensa está impulsada por la tecnología y los contratistas más grandes adquirirán más y más empresas de alta tecnología para acceder a sus investigaciones y novedades.
Pero por muy boyante que esté la industria se muestra incapaz para aumentar a corto plazo los índices de producción, y con sus capacidades actuales, la industria de defensa de EE. UU. tardaría un promedio de 8 años en reemplazar las plataformas perdidas y reconstruir las reservas de misiles y municiones.
La decisión de la Casa Blanca de ampliar la base industrial es decisiva para los aliados que arman a Ucrania, y una señal de que Estados Unidos se prepara para una posible extensión de la guerra.
La solicitud de suministro de 170 mil millones del Pentágono para el año fiscal 2024 se enfoca en reemplazar las municiones suministradas a Ucrania y armas como misiles de largo alcance que serían necesarios en un conflicto con China.
El presupuesto de defensa para el año fiscal 2024 está marcado por el enorme y continuo aumento del gasto militar: de 781,9 mil millones en 2022 a $858,6 mil millones en 2023 y 886,3 mil millones de dólares en 2024. La guerra no puede terminar en estas condiciones. Obviamente.
Según datos del SIPRI (Instituto de Estocolmo para estudios de paz), el gasto mundial ha ido en constante aumento desde 2015 y alcanzó un máximo histórico en 2021 con 2.113 mil millones (equivalente al 2,2% del PIB mundial). Estados Unidos, China (293.000 millones de dólares, equivalente al 14 % del gasto mundial, un 4,7 % más que en 2020 y un 72 % más que en 2012), India (en 2021 gastó 76.600 millones de dólares, un 33 % más que en 2012) , Reino Unido (con 68.400 millones, un 3% más que en 2020) y Rusia (65.900 millones en 2021, un 2,9% más que en 2020) son los países que ocupan las cinco primeras posiciones del ranking y concentran el 62% del total gasto militar registrado en 2021. Por lo que se refiere a Europa, el gasto militar continental en su conjunto ascendió a 418.000 millones de dólares en 2021, registrando un crecimiento del 3% respecto al año anterior y del 19% respecto a 2012.
Una de las dos características de la industria de defensa de la Unión Europea es la de tener una estructura diversificada que incluye grandes multinacionales y pequeños y medianos operadores. El otro se refiere a la demanda que proviene casi exclusivamente de los gobiernos nacionales que controlan las adquisiciones de productos y tecnologías y las exportaciones relacionadas.
Las diferencias nacionales en términos de requisitos, gasto público e inversiones solo pueden fragmentar el mercado europeo de defensa.
Según la asociación que agrupa a las industrias europeas aeroespacial, de seguridad y defensa (ASD) que representan a unas 3.000 empresas, en 2021 había 3,57 millones de personas empleadas entre directas (942.000), indirectas (966.000) e inducidas (más de 1,66 millones). La facturación del sector ascendió a 578 mil millones de euros, de los cuales 241 mil millones directos, 148 mil millones indirectos y 189 mil millones inducidos. Finalmente, las inversiones totales en investigación y desarrollo ascendieron a 18.500 millones de euros.
Sin embargo, la necesidad de compartir recursos para lograr una economía de escala, especialmente en grandes programas de desarrollo que solo pueden llevarse a cabo de manera multilateral, ha llevado a las industrias a ser cada vez más transnacionales e integradas en la cadena de valor global.
Política siempre obstaculizada por los EE.UU.
Si programas colaborativos como el Tornado y el Eurofighter Typhoon han sido un éxito europeo, el caza estadounidense F-35 fue concebido sobre todo para dividir las capacidades competitivas y colaborativas europeas, así como para compartir los costes de un proyecto muy caro, garantizar el control tecnológico , alianza estratégica y un negocio garantizado.
Sin olvidar que entre los accionistas de las industrias francesas Dassault Aviation y Thales, de la franco-alemana Airbus, de la italiana Leonardo y de la española Indra Sistemas, además del Estado, hay varios fondos de inversión estadounidenses: BlackRock, Vanguard, Fidelity Investments, Wellington Management y Capital Group.
Cualquier consideración sobre la posición actual de la Unión Europea en política exterior y de defensa debe partir de la cumbre de la OTAN en Madrid (2022) en la que se dispuso la ampliación de la zona de interés de la Alianza a China y el Indo-Pacífico. es decir, más allá de ese Atlántico Norte al que se refiere el Tratado que dio vida a la OTAN en 1949: «La OTAN es la alianza militar más poderosa del mundo y es exclusivamente defensiva». De hecho, con la disolución de la URSS y el Pacto de Varsovia, la OTAN asumió la tarea de estabilización político-militar global sobre la base del artículo 4 (intervención en Bosnia en 1995), y el artículo 5 que considera el ataque directo a un país miembro como un ataque a todos.
En la Declaración Conjunta UE-OTAN de enero de 2023 se reiteró que “este es un momento clave para la seguridad y estabilidad euroatlántica que demuestra más que nunca la importancia del vínculo transatlántico, reclamando una cooperación más estrecha UE-OTAN” y por tanto es necesario seguir "apoyando plenamente el derecho intrínseco de Ucrania a la autodefensa y a elegir su propio destino".
Hasta la fecha, la cantidad total de apoyo brindado a las Fuerzas Armadas de Ucrania ha sido de 3.600 millones de euros, pero ya está decidiendo cómo utilizar otros 2.000 millones de los cuales 1.000 millones se utilizarían para enviar proyectiles de las existencias existentes, mientras que el otro para apoyar capacidad total de producción industrial o para adquirir municiones de terceros países.
Hace un año, Josep Borrell, alto representante de la UE para Asuntos Exteriores y Seguridad, junto con el secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, declararon que los arsenales militares de la mayoría de los países europeos miembros de la OTAN se habían agotado en parte, por lo que era necesario trabajar con la industria para aumentar la producción de armas y municiones.
Estas declaraciones confirmaron no sólo la consolidación de las relaciones entre Estados Unidos y la Unión Europea y el relanzamiento del papel de la OTAN, sino también la incapacidad de Europa para desempeñar un papel autónomo en el enfrentamiento entre Estados Unidos, Rusia y China. Una incapacidad que aflora con fuerza si se tiene en cuenta que en Bruselas el debate sobre política de defensa y seguridad gira en torno al papel de las industrias del sector a incentivar con aumentos presupuestarios. , y situando como requisito urgente el desarrollo de las capacidades y tecnologías necesarias para operar en el nuevo contexto de guerra. Así, no queda claro qué significa pedir “consolidación cuando corresponda” cuando los ministros de Defensa de Francia, España, Alemania e Italia manifiestan que prefieren los programas de cooperación a la consolidación y la tendencia es avanzar hacia una mayor autonomía de los estados miembros, y así favorecer a las industrias nacionales.
En diciembre de 2022, nuevamente Josep Borrell, trazó los aspectos positivos y negativos del estado de Europa en materia de seguridad y defensa, retomando los resultados de los estudios publicados por la Agencia de Defensa, el Parlamento y el Consejo Europeo. El informe «2022 Coordinated Annual Review on Defence» (CARD) denuncia que menos del 20% de todas las inversiones en programas de defensa se realizan en cooperación: la cooperación en materia de defensa sigue siendo la excepción, más que la regla. Con el comisario Thierry Breton, comisario europeo de Industria, para ayudar a la industria a aumentar su capacidad de producción, Borrell ha creado un nuevo instrumento llamado EDIRPA para facilitar e incentivar la contratación conjunta con 500 millones de euros para el período 2022-2024: “mientras la guerra continúa en las fronteras de Europa, respondemos al llamamiento de los jefes de Estado de la UE presentando hoy un nuevo instrumento para apoyar la adquisición conjunta de armas a nivel europeo. Además de ayudar a reponer algunas existencias tras la transferencia de armas a Ucrania, estamos proponiendo un incentivo a través del presupuesto de la UE para que los estados miembros compren juntos”.
Y, de nuevo para fomentar la cooperación en materia de defensa, el Fondo Europeo de Defensa (FED) dispone de 8.000 millones. La Comisión ha destinado 1.200 millones de euros a un primer grupo de 61 proyectos (Italia está presente con empresas, universidades e institutos de investigación en 33 proyectos)15 para la investigación y el desarrollo de aviones de combate, vehículos blindados y barcos, tecnologías espaciales, tecnologías de la información, nube militar o inteligencia artificial. En última instancia, si se implementan todos los aumentos de gasto anunciados, el gasto total de la UE en defensa aumentará en otros 70 000 millones de euros para 2025.
Para concluir, es imprescindible mencionar la creación en 2015 de un Grupo de Personalidades en Investigación de Defensa (GoP) que incluía, además de la jefa de política exterior de la UE, Federica Mogherini, los directores generales de Indra, MBDA, Saab, Airbus, BAE Systems, Finmeccanica y dos miembros que representan a institutos de investigación privados involucrados en la investigación militar (TNO y Fraunhofer-Gesellschaft). La ausencia absoluta de cualquier representante de la sociedad civil y del mundo académico sugiere que la intención era crear un lobby capaz de influir no solo en los procesos políticos de la UE, sino también en las decisiones sobre las prioridades de financiación.16
Y es simplemente desconcertante leer algunos puntos presentes en la Resolución del Parlamento Europeo de 18 de enero de 202317: «desde 2017 se han puesto en marcha un total de 61 proyectos PESCO, ninguno de los cuales ha logrado resultados tangibles» y que, "aunque en la UE la ambición de convertirse en un actor de seguridad capacitado se remonta a más de 20 años, los logros en términos de capacidades, interoperabilidad y cooperación rentable siguen siendo bastante limitados"
Además, se puede detectar la hipocresía contenida en la «Posición común de 2008/944CFSP118 sobre normas comunes para el control de las exportaciones de tecnología y equipos militares» que define ocho criterios comunes (normas mínimas) que contienen: la limitación a «la exportación de tecnología y equipos militares al respeto de los derechos humanos y del derecho internacional humanitario por parte del país receptor". Y, en el punto sobre la situación interna del país de destino: «Los Estados miembros deniegan licencias para exportar tecnología o equipos militares que provoquen o prolonguen conflictos armados o agraven las tensiones o conflictos en curso en el país de destino final».
Ante este panorama no hay movimientos de población, un pacifismo militante y combativo, ninguna oposición civil. Vamos a la guerra infinita.
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