Tras la caída de la URSS y Europa del Este, el bloque Occidental echó las campanas al vuelo sobre el triunfo del único sistema económico viable y la intelectualidad conservadora se afanó en crear una nueva teoría del momento histórico que el mundo estaba atravesando.
Francis Fukuyama en 1989 hablaba del "Fin de la historia" es decir, el fin de las ideologías y la victoria indiscutible del liberalismo político y la economía de mercado. Cualquier intento de liberación por parte de los pueblos había quedado huérfano ya que no quedaba otra alternativa que el Capitalismo.
Pero una cosa era toda esta palabrería optimista y otra cosa era la realidad.
La Guerra Fría fue una gran mentira yanki. No existió. Y no existió porque la URSS fue siempre un enemigo inferior, porque Stalin acabada la Segunda Guerra Mundial optó por abandonar la industria armamentística y centrar los esfuerzos del país en realizar su propia revolución industrial; también porque estaba convencido de que los pueblos se irían uniendo libremente a las bondades del socialismo y surgirían revoluciones en todo el mundo.
Estados Unidos no pudo hacer lo mismo porque la industria de guerra no quiso pararse y porque sus capitalistas tenían miedo de esa idea de Stalin sobre las bondades del socialismo.
Acabar con todos los partidos comunistas y dar unas migajas a la sociedad creando clases medias que impidieran cualquier revolución en el llamado "mundo libre" eliminaba esa posibilidad, pero la industria armamentística necesitaba guerras reales o situaciones de peligro de guerras reales.
El invento del terror rojo, ayudado por Hollywood y los medios de comunicación permitió a la Casablanca seguir almacenando armas innecesarias, pues bastaba con un porcentaje muy bajo de ellas para acabar con Rusia.
El caso es que Estados Unidos no quería acabar con Rusia, no sabría que hacer con un país tan inmenso poblado por millones de personas. Estados Unidos quería Guerra Fria y Pacto de Varsovia porque ello le permitía seguir con la industria más prolífica del país y con una organización poderosa que no tenían intenciones de disolver. La OTAN.
Una OTAN sin enemigos era solo tirar el presupuesto por la ventana.
Por eso hubo que dar otra vuelta de tuerca en la ofensiva neoconservadora.
El derrumbe de las Torres Gemelas con toda su escenografía cinematográfica, la maravillosa aparición de pasaportes íntegros entre hierros fundidos y la aparición de Bin Laden, como caído del cielo, propiciaron un nuevo ideario con nuevos elementos que al fin y al cabo craeaban un nuevo enemigo para seguir con la industria de las armas y el control de los recursos económicos del nuevo "eje del mal" que por una mágica coindicencia tenía los pozos de petróleo más rebosantes del planeta.
La teoría del fin de la historia no resultaba suficientemente válida para lograr la parálisis de los movimientos y grupos sociales. Había que buscar una cruzada, una causa que motivara las mentes y despertara la adhesión de las masas a los poderosos del mundo.
Es cuando el laboratorio de las ideas conservadoras lanza la tesis de "El choque de civilizaciones" de Samuel Huntington.
Se retomaba de nuevo la figura del enemigo amenazante, que tan bien les había ido con el comunismo Los gobiernos conservadores se hacían imprescindibles, las fábricas de armamento podían comenzar a trabajar a todo vapor y cualquier idea innovadora ya era un peligro para la unión de occidente feminista, defensor de los derechos LGTBI, de la libertad y la democracia contra esas masas oscuras de Oriente Medio que maltrataban a las mujeres y mataban a los homosexuales.
Huntington disponía de una larga trayectoria al servicio de los valores más rancios de la política norteamericana, defensor a ultranza de las multinacionales y asesor presidencial desde la época de Nixon primero y de Henry Kissinger después, no abandonó nunca su influencia sobre la Casa Blanca.
La tesis defendida en "El choque de civilizaciones" primero y en "¿Quiénes somos?" después, es la de un enfrentamiento étnico, cultural sin precedentes en la historia de la humanidad: "la principal fuente de conflicto en un nuevo mundo no será fundamentalmente ideológica ni económica, el carácter tanto de las grandes divisiones de la humanidad como de la fuente dominante de conflicto será cultural".
Cualquier historiador marxista tumbaría esa texis con un soplo pero los historiadores marxistas no tenían un lugar en la Casablanca, ni columnas en los grandes medios de comunicación.
El choque de civilizaciones sintonizaba perfectamente con las campañas bélicas de Bush, la amenaza terrorista y la xenofobia contra cualquier grupo social -latinos- que pueda acercarse a Estados Unidos. Así, como dijo Edward Said, el ensayo de Huntington es un «manual muy breve y bastante toscamente articulado sobre el arte de mantener un estado de guerra en las mentes de los estadounidenses y de otros».
De este modo, el movimiento neconservador nos demuestra cómo es capaz de ir diseñando y tejiendo en cada momento el ideario y la corriente intelectual necesaria para justificar sus políticas e intentar despertar las adhesiones necesarias entre la opinión pública. Para ello disponen de toda la artillería necesaria en forma de grupos de presión, universidades, colectivos académicos, editoriales y medios de comunicación. Incluso hasta de oportunos líderes terroristas y atentados masivos. Por eso desvelar esas operaciones de infiltración ideológica desde sus orígenes es un paso imprescindible para su desenmascaramiento y combate.
Es importante que sepamos que esas corrientes de pensamiento político no proceden de intelectuales o académicos aislados con una determinada ideología, son programas y procedimientos de interpretación de la realidad y búsqueda de adhesiones diseñados desde el poder
Pero Samuel Huntington se equivocaba, él lo sabía, ni el mismo creía en lo que escribía, pero su libro era el discurso de un sofista para que el Imperialismo Occidental tuviese una razón para seguir ejerciedo como tal.
Y Palestina, tan insignificante, tan vapuleada, tan masacrada y castigada, tan terca, ha puesto su mentira sobre la mesa.
No hay ningún choque de civilizaciones.
No es que Occidente no se pueda entender con Oriente. Lo que hay es que las élites fascistas, genocidas, supremacistas imperiales y coloniales de Occidente son rechazadas en Oriente y fuera de Oriente por los pueblos que las sufren.
NO hay choque de civilizaciones.
Desde todo el mundo se grita Palestina libre. No son nuevas las masacres sobre el pueblo palestino, no es la primera vez que se enfrenta a un genocidio, pero sí es nuevo que todo el mundo está siendo testigo, está viendo lo que los árabes decían durante décadas al mundo.
Las buenas gentes y las que han conseguido salvar sus cerebros de los intentos brutales de lavado que se han ejercido desde los gobiernos de Occidente sabemos que vivimos en tiempos oscuros, sentimos que no tenemos futuro, que estamos bajo la trayectoria de una ogiva nuclear, que no puede ser verdad que la maldad humana campe de nuevo por sus respetos y que seamos testigos de un genocido sin poder hacer nada
Los que solo queremos disfrutar el regalo de la vida y vemos a las personas como personas más allá de las ropas que lleven, el idioma que hablen o el lugar donde hayan nacido, no podemos más que sentir escalofríos cuando vemos los grandes edificios de Londres, París y Berlin con gigantes banderas de Israel en el lugar en las que estaban las de Ucrania.
Esas banderas no son solidarias, a todos esos gobernantes no les interesa la vida humana. Solo dan su visto bueno a los setenta y cinco años de expolio, masacres y ocupación y abren la veda para el genocidio.
Todas estas democracias antiguas, las mejores del mundo, las que han llegado a la cumbre del racionalismo y el cuidado de sus ciudadanos, daban su apoyo público a un colonialismo de asentamiento y le daban patente de corso para descuartizar niños y mujeres, la base de las siguientes generaciones.
Todas esas democracias se quedaron desnudas en su hipocresía que muchos llevábamos denunciando durante años.
Todas esas democracias surgidas del expolio y la destrucción del continente americano, firmaban el documento que daba carta blanca a un genocida para asesinar niños.
Los niños es lo que le queda a Gaza, lo que le queda a Palestina, los niños que siguen siendo palestinos aunque vivan a miles de quilómetros, aunque no exista un país llamado Palestina
Los niños y las mujeres que en sus vientres salvan el futuro de su tierra.
Los nativos tienen niños y los colonizadores se los matan. Las mujeres nativas se quedan embarazadas y los colonizadores las exterminan pero siguen pariendo esperanza.
En las televisiones y los periodicos se oye Hamás, terrorismo ,democracia, Israel... pero en las calles se grita Palestina, en las plazas se pide libertad para Palestina, en los conciertos se ondea la bandera palestina, en los estadios de fútbol se grita "desde el río hasta el mar"
No hay choque de civilizaciones. Gritan judios y cristianos, europeos y árabes, latinoamericanos y asiáticos Palestina ha desnudado la teoría del choque de civilizaciones como Israel ha desmontado el teatro del mundo libre y de las grandes democracias. Palestina es mucho más grande y fuerte de lo qu emuchos creemos. Ha dejado desnudas las trampas fascistas.
Cuando se sale a luchar por Palestina se sale a luchar por la humanidad.
No, Samuel Huntington, ni siquiera consiguieron con lo de Ucrania adiestrar a todos los ciudadanos y si muchos se unieron fue por que creyeron sus historias del país grande que invade al pequeño que invade y sus montajes de masacres. Hoy muchos de los sufrieron el lavado de cerebro a favor de Ucrania, han escapado de sus redes y están gritando Palestina Libre.
El único choque que debe existir es el de los ciudadanos contra quienes sostienen el colonialismo, el fascismo y la desigualdad económica. El único choque digno es la lucha de clases.
Trás el atentado de Irán, pretenden revivir la teoría del choque de civilizaciones contándonos que el Estado Islámico, el fanático y sanguinario grupo que para ellos representa a mil quinintos millones de personas, y que han lanzado amenazas contra judios y cristianos de todo el mundo.
Un último intento patético de revivir el miedo al Islam para acabar con el apoyo mundial a Palestina.
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