A lo largo del siglo XVI la Guerra de Granada fue relatada por diversas fuentes narrativas que estructuraron el discurso basado en las fuentes bajomedievales y en la intencionalidad del autor y el entorno que rodeó la guerra de diez años que culminó con la pérdida del último reino árabe en la Península.
Los cronistas aúlicos de los Reyes Católicos presentaron a los monarcas como los principales agentes políticos de los reinos hispánicos, consolidando la imagen de la soberanía absoluta centrada en una monarquía única y autoritaria.
La propaganda reprodujo el discurso propagandístico de la Baja Edad Media en el que el pasado gótico y la culminación de la empresa castellana frente a Granada jugaban papeles capitales para la exaltación de la autoridad real.
Granada fue mucho más que una guerra ganada. Fue el triunfo de la propaganda en torno a la exaltación de los Reyes Católicos como adalides del Cristianismo.
Los cronistas escribieron la Historia con una prosa continuista del discurso gótico sobre la conquista sobre el infiel, pero con la gloria de ser el último infiel.
La imagen de los Reyes Católicos fue representada como el culmen de un largo periodo de profundas
transformaciones políticas, sociales y culturales, que había llevado a España a un nuevo y glorioso periodo tras conseguir su redención a través de la victoria frente al emirato musulmán de Granada.
transformaciones políticas, sociales y culturales, que había llevado a España a un nuevo y glorioso periodo tras conseguir su redención a través de la victoria frente al emirato musulmán de Granada.
Este vector religioso escolástico presente en la interpretación de estos hechos históricos, se incrementó durante el reinado
de Felipe II como resultado de la recia definición del carácter confesional de la
monarquía católica que se impuso.
Tras la celebración del Concilio de Trento y
la Reforma católica, la Guerra de Granada volvió a tomar especial consideración
como una reivindicación llena de nostalgia del glorioso pasado de una nación
que comenzaba a encerrarse sobre si misma.
Doña Isabel llegó al trono de Castilla la Guerra de Sucesión Castellana (1475-1479), su victoria determinó el éxito de
la vía más autoritaria de definición de la soberanía real y acabó con las disputas internas que habían marcado la sociedad castellana a lo largo del
periodo bajomedieval.
Cobró fuerza la idea de una monarquía de carácter cristiano, que exaltaba a la fe católica como la principal razón de estado
Los
cronistas al servicio de los Reyes Católicos consiguieron imponer esta nueva idea de gobierno que aunaba el discurso teológico
de índole política, con una perspectiva providencialista que sería la base de la Monarquía absoluta.
La Guerra de Granada (1482-1492) jugó un papel esencial como forma
de ensalzar el compromiso de la reina Isabel y su esposo don Fernando con
los valores de la sociedad cristiana.
La idea de que los Reyes Católicos eran la cumbre de un proceso lineal en el que los cristianos conquistaron toda la península, aunque absolutamente carente de base histórica, fue extendida como un fenómeno propagandístico: Los Reyes Católicos habían acabado con ocho siglos de dominio infiel, de gentes ajenas al espíritu nacional y fue tal su fuerza y su propagación en el tiempo que ha seguido siendo el discurso dominante incluso en los libros escolares del siglo XXI
Ningún acontecimiento de los ocurridos durante la etapa medieval contó
con tal despliegue propagandístico.
La campaña de ensalzamiento de los Reyes Católicos se produjo en el contexto de un catolicismo militante occidental, reclamando el papel de los reyes hispánicos como principales adalides de la defensa de la cristiandad.
La victoria castellana acabó convirtiéndose en el
máximo exponente de la gloria nacional hispánica. Así la representaron los grandes cronistas del periodo
inicial de la Edad Moderna, creando un discurso que se fue incrementado con las propagandas imperialistas de los siglos XVI y XVII.
En el siglo XVI, considerado una centuria de oro para la
historiografía española , se gestó la "nueva cronística" que aunaba la cronística medieval y la humanística europea.
El principal tema de preocupación de los historiadores
áulicos ( de la Corte) fue la consolidación del concepto de unificación hispánica bajo la égida de los Reyes Católicos
Los cronistas de la
corte se vieron obligados a reescribir una narración del pasado de los reinos
de la Península Ibérica, que subrayara el origen común de estos territorios y
legitimara su posición dominante frente a las monarquías europeas con las que
se disputaba la hegemonía de la cristiandad.
Ahora la corona hispánica estaba
en condiciones de fijar su posición con autoridad en Occidente, y ejercer una
destacada influencia en el panorama europeo a costa de extender su autoridad a lo
largo del contiene.
En este discurso jugó un papel esencial la Guerra de Granada
como el punto de inicio que representaba a la perfección todos estos valores
unidos en esta nueva forma de gobierno.
Los historiadores con perspectiva aragonesa fueron amoldados a la nueva Corte Católica y a la preeminencia política de Castilla.
La "Opus de rebus Hispaniae memorabilibus" de Lucio Marineo Sículo, fue traducida al castellano como "Las cosas memorables de España" y su objetivo principal fue el de establecer un principio de identidad ibérica homogéneo a través de la
exaltación de valores y conceptos extraídos del concepto clasicista de Hispania.
De los 22 libros de la obra, dedica tres a los Reyes Católicos y se centra en la labor unificadora de Isabel
y Fernando, a los cuales alaba y retrata como grandes emperadores romanos
y descendientes de los antiguos castelli romani.
La parte dedicada a narrar el
periodo de diarquía aragonesa-castellana que marcó el final de la Edad Media
peninsular, fue desglosada y publicada en Castilla, con posterioridad, bajo el
título de Sumario de la vida de los Reyes Católicos, don Fernando y doña Isabel.
Esta crónica dibuja un cuadro bastante detallado del funcionamiento del estado durante el reinado de los Reyes Católicos, y sus pretensiones
de imponer una nueva organización social en torno a los conceptos de orden y
religiosidad cristiana.
En ella, Lucio Marineo subrayó la perfecta coordinación
de los soberanos a la hora de actuar políticamente en cada uno de sus territorios,
su preocupación por la justicia y el buen gobierno, y la cohesión que supieron
dar a los diversos reinos y gentes que formaban parte de la compleja monarquía católica.
Con respecto a la Guerra de Granada, dedica el libro XX a narrar “la guerra
que el Rey don Fernando y la Reyna doña Ysabel: Católicos Príncipes hizieron
a los Moros de Granada” con un enfoque neogótico providencialista. El enfrentamiento castellano-nazarí es definido aquí como una guerra justa de carácter histórico, destinada a “vengar
las viejas injurias que los Chirsitanos auian rescebido de los moros, y por que
cobrado el dicho reyno de Espana da acrescentasse el nombre y honrra de
nuestra religión Christiana”
Jerónimo Zurita y Castro escribió a mediados del XVI una obra reivindicativa del peso de la Corona de Aragón, del que fue cronista, en el pasado de la península "Los Anales de la Corona de Aragón" recoge los
sucesos más destacados en la corona aragonesa desde el inicio del periodo
islámico, hasta el final del reinado de Fernando el Católico. Se aleja de la tradición cronística bajomedieval de reproducir leyendas
o rumores que el tiempo había consolidado en la memoria social, para depurar
su discurso histórico a través de la consulta de documentos de diversos archivos
peninsulares e incluso europeos. Gracias a esta erudición, aportó un nuevo grado
de objetividad al conjunto de su composición que acabó por superar el alcance
netamente aragonés de esta obra.
Con respecto al Reino Nazarí destaca por ser
“el más veraz depósito de noticias del periodo hispano-árabe, es decir, desde la invasión musulmana hasta la conquista de Granada"
Describe la conquista castellana como un proceso de
índole territorial, mediante el cual los Reyes Católicos consiguieron imponer su
jurisdicción en el reino nazarí . Aunque reconoce que la guerra tuvo marcado
carácter castellano, el protagonismo principal de su narración recae en la figura
de don Fernando como rey guerrero y principal valedor de la fe católica ante el
Papado y, por extensión, el conjunto de la cristiandad.
Para Zurita la definitiva derrota del emirato nazarí con la que se
puso fin a una afrenta de ocho siglos solo fue posible gracias a la “gran vnion
de los reynos de España, sin la cual no parecía poderse sojuzgar el reyno”
Con respecto a la Guerra de Granada, incorporó información muy útil sobre las últimas campañas castellanas y los años posteriores a la conquista del emirato en los cinco primeros capítulos de su obra.
Zurita destaca por intentar exponer el punto de vista musulmán en la narración de hechos tan destacados como la firma de los tratados con Boabdil.
La toma de la capital granadina y los primeros conflictos con los musulmanes que permanecieron en las Alpujarras, sin embargo, son relatados desde una marcada perspectiva doctrinal que ahoga tal visión.
Esta misma línea de exaltación religiosa está muy presenten el relato de la conquista de Tenerife y los distintos proyectos de expansión africana de principios del siglo XV eI, algo que pretende dar continuidad a la imagen de los Reyes Católicos como adalides de la cristiandad occidental tras la caída de Granada
Tal determinación queda
especialmente presente en la inclusión del testamento de doña Isabel y don
Fernando, en los que se destaca el papel de la ciudad de Granada como símbolo
de su gobierno y la importancia de que sus predecesores continuasen con la lucha
frente al infiel y la exaltación de la fe católica
Por su exaltación de Fernando algunos cronistas de Castilla lo acusaron de parcial.
Alonso de Santa Cruz redactó una Crónica de los Reyes Católicos que pretendía
continuar la obra inconclusa de Fernando del Pulgar, recogiendo los hechos más
destacados acaecidos durante los últimos años de este reinado y la subida al
trono de Carlos I. Sus esfuerzos por
mostrar más objetividad que su antedesor solo fueron matizaciones y representa la línea idelógica de los castellanos posteriores al reinado de Isabel y Fernando. Santa Cruz inagauguró esa corriente de nostalgia por el pasado perfecto de los grandes Reyes Católicos.
Durante el reinado de Felipe II- 1556-1598, entre las posturas historiográficas de Zurita y Santa Cruz,
se situó la labor del guipuzcoano Esteban de Garibay y Zamalloa que escribe Los Quarenta Libros del Compendio
Historia que puede ser considerado
como el primer intento de escribir una verdadera historia general de España.
Incorpora todo tipo de referencias históricas y no históricas cristianas en su mayoría y algunas musulmanas tratando de no desprestigiar el mundo islámico aunque dejando claro su papel secundario en la gran historia peninsular.
La gran novedad es que se aleja de la historia unitaria y habla de territorios con pasado común.
La Guerra de Granada, aparece como el punto y final de una larga lucha de conquista y recuperación de
un territorio que pertenecía a los herederos de la dinastía goda.
Su relato es providencialista con constantes referencias religiosas e incluso profecías escatológicas.
Habla algo de los "reyes moros" pero su referencia no consigue llenar el vacío de la historiografía hispana sobre el pasado musulmán de la
Península Ibérica durante este periodo
A finales del siglo XVI, el teólogo e historiador Juan de Mariana publicaba su Historiae de rebus Hispaniae culminación del modelo tradicional bajo medieval y traducida al castellano bajo
el título de Historia general de España
El Padre Mariana trata de estructurar un discurso histórico veraz criticando la historiografía posterior y estableciendo el modelo de historiador del siglo siguiente. A pesar del rigorismo del que pretendió dotar a sus escritos fue bastante indulgente a la hora de seleccionar material. Considera el pasado peninsular como “una sucesión de invasiones (...) en la que los pueblos invasores
fueron contagiados por el espíritu hispano hasta que España se convirtió en la
defensora y propagadora de los valores cristianos y en una poderosa nación”
La implantación de la fe cristiana en la Península Ibérica por los
visigodos fue el gran momento que concluyó con el triunfo de los Reyes Católicos sobre el emirato
nazarí de Granada.
En la guerra de Granada es don Fernando el gran protagonista e Isabel tiene un papel secundario dependiente del marido.
La marcada perspectiva providencialista que rige el discurso general de esta
crónica, se incrementa en estos fragmentos para destacar sobremanera aquellos
rasgos religiosos y actitudes destinados a la exaltación de la fe cristiana.
La
definitiva derrota de las fuerzas musulmanas peninsulares es identificada por
el padre Mariana como la exoneración de los pecados históricos de la nación
hispana y el comienzo una nueva etapa de gloria marcada por la unificación
religiosa de este territorio.
En cuanto a las fuentes secundarias, de carácter nobiliario, hay que recordar que los Reyes Católicos consiguieron someter y canalizar el afán de poder de
la levantisca aristocracia castellana a favor de sus pretensiones de consolidar su
autoridad.
Pero los monarcas sabían que su triunfo personal dependía de que este
partido señorial mantuviera su excepcional posición dominante en la sociedad del
momento.
Por este motivo, prefirieron respetar, procurar, e incluso aumentar, las
cotas de poder de estos prohombres herederos de los grandes linajes nobiliarios
del periodo medieval
En ese sentido, las narraciones destinadas a satisfacer
pruritos familiares o destacar las hazañas de los antepasados de las principales
casas señoriales tuvieron un peso enorme en la historiografía de los primeros
siglos de la Edad Moderna.
Estas crónicas fueron escritas por historiadores que
pertenecían a la condición de hidalgos o eclesiásticos, lo cual tuvo una manifestación obvia en el tono de unas narraciones destinadas a evidenciar la posición
histórica predominante de estos linajes hispánicos.
A nivel general, destaca la
crónica de Fernández de Oviedo Quincuagenas de la nobleza de
España junto a la obras de ámbito más localizados, como la Relación
de algunas casas y linajes del Reino de Galicia de Vasco de Aponte.
En el caso del reino andaluz, las narraciones compuestas sobre la historia
de los grandes linajes de este territorio peninsular continuaron explotando la
faceta guerrera de sus antepasados como el máximo exponente del carácter
hispánico.
Este fue el caso de la Nobleza de Andaluzía escrita
por Gonzalo Argote de Molina cuyo objetivo es recopilar información sobre el origen castellano-leonés de las
principales familias aristocráticas de Sevilla, Córdoba, Granada y Jaén, que ensalzara el glorioso pasado de los más de quinientos linajes nobiliarios del territorio andaluz.
La Guerra de Granada es es una breve narración de algunas entradas de determinados nobles castellanos en territorio
musulmán en una guerra justa de carácter vasallático.
En la Historia y descripción de la antigüedad
y Descendencia de la Casa de Cordoua, compuesta por Francisco Fernández
de Córdoba , abad de Rute, cuenta brevemente las hazañas
que don Alonso de Aguilar durante la Guerra de Granada en la batalla de Lucena de 1483
Juan Alonso Pérez de Guzmán, VI duque de Medina Sidonia,
confió al extremeño Pedro Barrantes Maldonado la redacción de una
obra narrativa que reinterpretara y enalteciera el pasado de su linaje fuera de su ascendencia almorávide y desde una perpectiva de sus valores católicos acordes con la nueva monarquía hispánica, lo que hace la obra muy parcial
Cuando Pedro de Medina publica años más tarde la Crónica de los duques de Medina Sidonia, recoge la vida de los doce primeros señores de la familia de los Guzmanes
desde una visión que pretende resaltar la verdadera relación de esta familia con
los hechos más notables de la historia del reino Castilla
Ninguno proporciona una información rica de la Guerra de Granada.
La conquista de Zahara y el rescate del marqués de Cádiz por parte del II duque
de Medina Sidonia, Enrique Pérez de Guzmán, tras la conquista de Alhama es un relato totalmente subjetivo ya que este linaje no participó en la prosecución de tal
empresa con la intensidad de otros linajes andaluces, como fue el caso de los
Ponce de León.
Sin embargo, el Libro de grandezas y cosas memorables de España del mismo Pedro de Medina, incluye
referencias más detalladas sobre el conflicto castellano-nazarí desde el punto de vista doctrinal de la labor grandiosa de los Reyes Católicos.
Por su parte, las órdenes
religiosas también redactaron historias centradas en la exaltación
de su pasado.
Destacamos la obra de Francisco
de Rades y Andrada, capellán de Felipe II, Chronica de las tres órdenes y cauallerías de
Sanctiago, Calatraua y Alcantara, porque intenta hacer un verdadero compendio de la historia de las principales órdenes de caballería de la
corona de Castilla con cierto rigor.
La Guerra de
Granada aparece narrada también en algunas hazañas de las órdenes de caballería.
La del maestre
de Santiago es nombrada por comenzar dicha contienda y señala el papel de los responsables de las tres órdenes en conseguir la victoria para el bando cristiano, reclamando este tipo de empresas para la iglesia
En la Edad Moderna eclosionó la corografía, un nuevo modelo de historia particular centrado
en la exaltación del glorioso pasado de las principales ciudades del reino.
Este
género tuvo su momento álgido durante el último cuarto del siglo XVI y las
primeras décadas del siglo XVII, momento en el que las élites urbanas pretendieron reivindicar su papel frente al descenso de la influencia de la aristocracia
local en este contexto metropolitano.
La orientación de este tipo de escritos, por
tanto, estaba dirigida al ensalzamiento de las particularidades que permitieran
a esta clase social defender y justificar el carácter singular de su ciudad frente
a las restantes metrópolis del reino.
Destacaron obras como el
Discursos históricos de la ciudad de Murcia de Francisco de
Casales o la Historia de Segovia de Diego de Colmenares.
Sin embargo, fue en el contexto andaluz donde este tipo
de escritos se generalizaron sobremanera.
Los Anales
eclesiásticos y seculares de la muy Noble y muy Leal Ciudad de Sevilla de Diego Ortiz de Zúñiga recoge los acontecimientos más importantes acaecidos en la capital andaluza
durante los siglos XIII al XVIII.
En referencia a la disputa castellano-nazarí, la
información referente a esta contienda se encuentra en el Libro XII, dedicado a
narrar el reinado de Isabel I de Castilla (1474-150)
Lo más destacado de esta bora es el rigor
documental demostrado por su autor, que trata de huir de fantasías para expresar
verazmente el desarrollo de los hechos a través de la información consultada.
Sirva como ejemplo del crudo razonamiento del que hace gala en sus escritos,
la reflexión expuesta al hablar de las consecuencias de la conclusión de este
proceso reconquistador cristiano para la nobleza sevillana:
Podemos decir que con esta conquista cesó en gran parte la gloria militar que la
vecina guerra tenia tan en su punto […] entró con la paz el ocio, entorpeció los
brios, y cubrió de modo las aceradas armas, embotó las cuchillas, y halláron en él mejor acogida los vicios; cesaron los acostamientos Reales, que honraban y
ayudaban á mantener los hijosdalgo: alejándose la guerra […] y la prolixa ausencia
de la patria desmayáron las inclinaciones bélicas"
La ciudad de Granada, capital de la corte hispana durante el tránsito
del periodo medieval al moderno, atrajo la atención de varios de los escritores
más importantes de este periodo.
Desde la segunda mitad del siglo XVI, el
mito creado en torno a la conquista de la antigua capital del reino nazarí fue
desapareciendo progresivamente del ideario general de la corona.
Esta situación
se tradujo en cierto abandono por parte de la monarquía, lo cual incrementó
las consecuencias negativas derivadas de la crisis económica que comenzaba a
afectar a todo contexto urbano español.
Pero a pesar de la resignación general
de los granadinos frente a la degradación del rango de capital simbólica de su
urbe, entre ellos aún se conservaba el recuerdo de la excelsa conquista llevada
a cabo por los Reyes Católicos y el papel de la ciudad en la composición de la
política imperial hispana posterior.
El poeta Francisco Henríquez de
Jorquera en la primera mitad del siglo XVII compuso varias obras que actualmente son consideradas
fuentes básicas para comprender el desarrollo de ese sentimiento de defensa
del carácter singular de la urbe andaluza.
De entre todas ellas, cabe destacar el
segundo tomo de sus Anales de Granada (Granada, 1637), dedicado a la narración de la disputa castellano-nazarí a partir de las grandes crónicas castellanas
bajomedievales.
Francisco Bermúdez de Pedraza había compuesto un poco antes diversas obras que pretendieron poner en valor la historia
singular su ciudad natal y que a la postre se convertirían en referentes esenciales
para el estudio de la historia local granadina.
Las obras de este humanista, eclesiástico, jurista e historiador de origen granadino,
“presentan la perfecta confluencia entre el contexto cultural y religioso tridentino y las aspiraciones de las élites granadinas a seguir desempeñando en el
conjunto del reino un papel privilegiado
y protagonista que ya hacía décadas que no se correspondía con la realidad”
Da a Granada un papel providencial en la purga de los pecados hispanos por haber permitido la dominación musulmana durante largo tiempo.
En lo referente a la Guerra de Granada realiza una
narración desde un marcado carácter religioso, destacando el papel de Isabel de Castilla como redentora del pueblo
castellano, tratando de aportar a la conquista de Granada una excepcionalidad sin parangón entre las otras ciudades hispanas, situándola al
nivel de las grandes capitales santas de la cristiandad occidental, como Roma y
Jerusalén
Durante el final del siglo XVI, el recuerdo de la Guerra de Granada volvió
al primer plano de la sociedad castellana con motivo del estallido de la llamada
Rebelión de las Alpujarras (1568-1571)
Las duras medidas impuestas por la monarquía hispánica a los moriscos granadinos supervivientes incidieron
negativamente en la imagen exterior de una corona cuestionada por la actitud
violenta de sus súbditos en América.
Para combatir esta nociva publicidad,
pronto surgieron crónicas que narraron este conflicto desde una perspectiva
favorable a la monarquía, cuestionando las razones de su inicio y
esclareciendo el desempeño de las tropas reales.
Los historiadores del periodo
vieron pertinente retrotraer su disertación hasta el final del emirato nazarí de
Granada, última etapa de independencia del pueblo musulmán en la Península
Ibérica que estuvo marcada por la desunión y el conflicto interno.
Sin embargo,
pronto descubrieron que las fuentes para emprender el análisis de este periodo
eran insuficientes, por lo que en muchos casos tuvieron que servirse de su ingenio
para establecer discursos coherentes con la realidad que pretendían representar
en sus escritos
Este fue el espíritu detrás de obras como Guerras civiles de
Granada, publicada por Ginés Pérez de Hita .
El primer volumen de la obra de este autor, titulado Historia de los bandos
de los zegríes y abencerrajes, caballeros moros de granada, de las civiles
guerras que hubo en ella...hasta que el rey don Fernando quinto la ganó, fue
compuesto en los últimos años del siglo XVI y publicada en torno a 1595.
El
objetivo de este ejemplar no era otro que utilizar la narración de las discordias
y traiciones que precipitaron el fin de Granada, para intentar ilustrar las razones
que llevaron a los moriscos de las Alpujarras a rebelarse contra la corona.
Las
fuentes utilizadas por Pérez de Hita proceden de diversos romances y tradiciones
fronterizos moriscos, junto con referencias a las crónicas de los principales historiadores contemporáneos a la Guerra de Granada.
Sin embargo, gran parte del
contenido fue obra de la propia imaginación del autor, de forma que la crónica
muestra un estilo muy influenciado por el género caballeresco tardío de moda
en este periodo. Por este motivo, no debe ser leída “como una novela de interés
histórico que ofrecía una imagen relativamente fiel de la vida del estado nazarí”,
sino “como una obra de intenciones estrictamente literarias”
Dejando al margen esta narrativa de índole romántica, cabe destacar otras
que realmente intentaron aportar una perspectiva analítica de la relación entre el
pasado del reino nazarí y el contexto de la Rebelión de las Alpujarras.
En este
sentido dos son los trabajos que sobresalen.
El primero de ellos fue compuesto
por el diplomático y militar castellano Diego Hurtado de Mendoza .
Fruto de sus experiencias militares y políticas en este conflicto, fue la redacción
de su Guerra de Granada hecha por el rei de España don Phillippe II, nuestro
señor contra los Moriscos de aquel reino, sus rebeldes en 1627. El estilo
conciso y exhaustivo de la obra, modelo de la prosa de transición entre el estilo
renacentista y barroco, destaca por mostrar el afán de veracidad e imparcialidad
de un individuo que vivió el conflicto y sus consecuencias de primera mano.
En
ese sentido, Francisco Vivar afirma que esta narración de una guerra “españoles
contra españoles” es realmente una “profunda meditación sobre el significado de
la guerra en el destino de las naciones o imperios”
Para Hurtado de Mendoza,
la conquista del territorio nazarí llevada a cabo por los Reyes Católicos supuso
el culmen de la historia hispánica y el inicio de una idea de Imperio asentada
sobre la unidad de la Península Ibérica.
Así lo relata en los primeros párrafos
de esta obra, dedicados a detallar la historia del emirato hasta la culminación
de la empresa reconquistadora.
En contraposición, la Rebelión de las Alpujarras,
una guerra producida entre individuos que formaban parte de un mismo reino
por la codicia, el miedo y la estupidez, ponía de manifiesto los evidentes signos
de decadencia del inestable régimen social impuesto tras la conquista castellana
del emirato nazarí.
La crónica más destacada de todas las referentes a la relación de la contienda
castellano-nazarí con este episodio, fue la compuesta por el erudito militar español
Luis del Mármol Carvajal.
Su Historia de la rebelión y castigo de
los moriscos del reino de Granada, compuesta a partir de 1574 y publicada en
1600, pretende aunar los valores y objetivos que la corona hispana procuraba
transmitir, con el sentir de la sociedad hispana del momento
Para lograr tal
cometido, el autor enlaza la nueva imagen imperialista de la monarquía hispánica con una propaganda de corte más tradicional, comprometida con la ideología
neogoticista impuesta por la cronística del periodo de los Reyes Católicos.
Su
narración pretende denotar que Granada fue subyugada a Castilla para su propio
beneficio, en tanto la fe católica era la única que podía salvar las almas de estos
individuos.
Por este motivo, cualquier intento de ruptura de esta nueva unidad,
asentada sobre los principios de la religión cristiana, solo podía significar el retorno
a un periodo de ruptura y tensión social como el que sucedió en las Alpujarras.
De esta forma, la victoria de Felipe II en este conflicto pudo ser asimilada con
los grandes valores que rigieron la campaña castellana frente al emirato nazarí
.
El primer libro de esta composición estructura una descripción empírica de
la historia de Granada desde sus orígenes, hasta la conquista definitiva llevada
a cabo por los Reyes Católicos.
La información utilizada en esta primera parte
de la crónica procede de diversas fuentes de tipo etnológico-arqueológico y
documental, que generalmente fueron incorporadas en forma de epítome personal
al cuerpo de la narración, a semejanza del estilo de Pulgar o Zurita.
Luis del
Mármol reconoce la consulta de las grandes crónicas bajomedievales referentes
a la disputa castellano-nazarí como principales fuentes historiográficas
. Pero
entre todas las alusiones incorporadas de forma explícita en el texto, también
destacan por primera vez las alusiones a documentos tan emblemáticos, como las
capitulaciones para la entrega de Granada, la versión discursiva del memorial de
Núñez Muley, las lápidas de los reyes granadinos, u otras fuentes traducidas por
Alonso del Castillo en su famoso Cartulario, inédito hasta mediados del siglo
XIX.
. Todas estas referencias denotan el sincero interés del autor por la cultura
musulmana y su conocimiento de la historiografía más reciente, haciendo de su
obra uno de los ejercicios historiográficos más completos en torno a la Guerra
de Granada.
Habrá que esperar hasta el inicio del siglo XVIII, para volver a
consultar una obra de tal calibre al respecto del análisis del último conflicto
castellano-nazarí.
El nacioalismo romántico del siglo XIX y la dictadura de Franco distorsionaron la guerra de Granada hasta convertirla en un hito y un orgullo nacional.
La mentalidad granadina la conserva de otro modo.
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