La frase "sin provocación" se ha vuelto omnipresente en la descripción de la guerra en los medios estadounidenses y sus vasallos europeos.
El Washington Post, el New York Times y sus acólitos europeos han utilizado la frase cientos de veces para indicar que en Ucrania no pasaba nada antes de 2022 y que toda la guerra surgió de la cabeza de Vladimir Putin.
Y esto es lo que repite una gran parte de la población que se llenó de amor a Ucrania y ondeó la bandera azulgualda como un símbolo de su apoyo a los pisoteados del mundo.
El mantra de la "guerra no provocada" para Ucrania es lo que fue "armas de destrucción masiva" para la guerra de Irak; el repiqueteo constante de una teoría hasta convertirla en verdad indiscutible.
La página oficial de la Comisión Europea inicia su artículo "Desmintiendo doce mitos sobre la guerra de Ucrania" con "Hace ahora un año, Rusia inició una guerra de agresión no provocada contra su pacífica vecina Ucrania, mostrando así al mundo el verdadero rostro de las ambiciones imperialistas del Kremlin" (El desarrollo de los doce mitos es tan descaradamente propagandístico que no voy a dejar ni el enlace)
La guerra no provocada ha calado muy bien entre un público alienado y poco crítico; pero choca directamente con el público aficionado a la Historia, por el hecho tan simple y elemental como que estaríamos en el primer caso en que una guerra no tiene antecedentes sociopolíticos, ni causas económicas, una guerra que sería el resultado del desvarío psicolótico de un solo hombre. Ni con Alejandro Magno, Napoleón o Hitler se atrevieron a tanto. A desligar los acontecimientos del devenir histórico.
La historia se trata de argumentos e interpretación de causas y consecuencias basado en el análisis de las fuentes. Al sucede por unas causas y tiene unas consecuencias. Las causas se analizan en distintas etapas, desde las más alejadas en el tiempo al acontecimiento histórico, hasta las más cercanas que suelen ser los prolegómenos y los precipitantes, luego el acontecimiento tiene unas consecuencias que son económicas, sociales, políticas, culturales, religiosas... como lo son las causas.
La teoría de la guerra no provocada sacada de la chistera de un mago, se encuentra de repente con que uno de sus mayores discípulos, el belicoso Jens Stoltenberg, el que no hace mucho admitía con su rostro impasible que si volviera a nacer volvería a bombardear Lbiia; quien cuenta en una entrevista al Whasington Post, el gran baluarte de la teoría de la Unprovokated War ; que la guerra comenzó en 2014... "y desde entonces, la OTAN ha implementado el mayor refuerzo de nuestra defensa colectiva desde el final de la Guerra Fría... Hasta 2014, los aliados de la OTAN redujeron los presupuestos de defensa. Desde 2014, todos los aliados de Europa y Canadá han aumentado significativamente su gasto en defensa... esta es una gran transformación de la OTAN que comenzó en 2014”
Stoltenberg afirma que la guerra comenzó en 2014, pero no explica qué sucedió realmente, como si no hubiese relación alguna entre la actual guerra en Uctrania con la operación de cambio de régimen respaldada por Estados Unidos que derrocó al gobierno del presidente Victor Yanukovych, que se había opuesto a las medidas para integrar a Ucrania en la UE y la OTAN. Ignora algo que es de manual de historia: cuando los países aumentan sus presupuestos de guerra se están preparando para la guerra.
Como si el golpe financiado por EEUU- la subsecretaria de EstadoVictoria Nuland, se jactó de que eran “más de $ 5 mil millones” en fondos de los EE. UU- no tuviese ninguna incidencia sobre la guerra "no provocada" Como si el derrocamiento del gobierno de Yanukovych encabezado por organizaciones fascistas y ferozmente antirrusas, incluido el Sector Derecha y el Partido Svoboda no fuesen uno de los puntos que cualquier historiador introduciría como causas a corto plazo de la guera. Como si la felicidad con que recibían al borrachín Yeltsin que les regalaba Rusia a precio de saldo no estuviese entre las causas a largo plazo. Como si el gobierno de Petro Poroshenko, instalado tras el golpe y su violencia y represión contra la población de habla rusa del este de Ucrania, provocando la muerte de más de 14.000 personas entre 2014 y 2022 fuese algo totalmente ajeno al conflicto.
Periodistas licenciados en las mejores universidades de Estasos Unidos y Gran Bretaña, con trabajo en los periodicos con más renombre del planeta, nos vienen a decir que la Historia no existe y que lo que la ferocidad de los fascistas ucranianos contra los rusos y el golpe de Estado antiruso no buscaban la confrontación con Rusia
Todo eso no puede verse como antecedentes de la guerra porque esta guerra es ahistórica y no puede ser analizada con las herramientas históricas con que se analizan otras guerras.
El movimiento de Putin adelantándose a lo que ya era un hecho: La OTAN controlando la estratégica península de Ucrania fue un gesto malvado, de un hombre delirante, no un movimiento histórico de un país acosado que veía la flota de Estados Unidos estacionada junto a la suya propia en el puerto de Sebastopol regalando el control del Mar Negro a los marines.
La anexión de Crimea por referendum en el que la mayoría quiso desligarse de Ucrania tampoco fue un hehco histórico ligado a una causística, sino un acto de tiranía del nuevo Hitler.
La guerra no provocada escapa a la violación de los Acuerdos de Minsk que se firmaron para proteger a las poblaciones rusas del Donbass contra el asedio ucraniano, acuerdos que, sin ningún tipo de pudor, sus firmantes reconocen que no pensaban cumplir, pero esto no está en el origen de la guerra porque si estuviese no podría llamarse guerra no provocada.
En 2021, el gobierno ucraniano aprobó una estrategia para la reconquista militar de la península de Crimea, que luego se codificó de facto con la Asociación Estratégica entre Estados Unidos y Ucrania de noviembre de 2021. En cualquier libro de Historia este movimiento se llamaría "precipitante" pues provocaría la operación militar rusa, ordenada por el gobierno de Putin
\La mentira de la "guerra no provocada" ha sido aceptada y promovida no solo por el establecimiento político y los medios de comunicación controlados por el estado en los EE. UU., sino también, vergonzosamente, por la gran mayoría de los académicos.
De particular importancia es la posición ferozmente pro-guerra y pro-imperialista adoptada por organizaciones nominalmente “socialistas”, que de hecho representan sectores privilegiados de la clase media alta. Han respaldado completamente la narrativa propagandística basando su posición en que apoyar las acciones militares de las potencias de EE.UU. y la OTAN significa no servir como "el instrumento del agresor": Rusia. Por lo que hay que aumentar las transferencias de armas a Ucrania, lo que le permitirá devolver sus territorios anexados.
Las ONGs con mayor predicamento también se preocupan por la población ucraniana, considerándola víctima de Putin y sin tocar nada del pasado, porque para ellas esta es también una guerra en la que el pasado no existe o puede ser molesto. Anmistía Internacional, a quien se le ha visto demasiado el plumero en Venezuela; se atreve a tergiversar los hechos y considerar que las poblaciones del Donbass han sido atacadas por Rusia "Donetsk, Luhansk, Kherson, Izium, Bucha, Kramatorsk, Zaporiyia, Mariúpol o Járkov son localidades de Ucrania donde la invasión rusa de Ucrania ha desencadenado una crisis masiva de derechos humanos, humanitaria y de desplazamientos que tiene las características de la peor catástrofe de este tipo en la historia europea reciente."
Cuanto más continúa y se expande la guerra, más desnudamente emerge su carácter imperialista. Cada vez es más claro que el imperialismo estadounidense, no contento con la disolución de la Unión Soviética, busca la derrota militar, la ruptura y la conquista de Rusia como preludio de un esfuerzo por subyugar militarmente a China.
Y a pesar de esta evidencia, todavía se repite hasta el aburrimiento la expresión "guerra no provocada", la guerra sin causas sociales, políticas, económicas, culturales, sin causas estructurales ni causas coyunturales, sin polegómenos ni precipitantes. Una guerra como las de Neflix.
Clarita como el agüita, siempre, me encanta.
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