La Nakba, como vimos, se refiere a la gran catástrofe sufrida por el pueblo palestino en 1948, cuando más de 700.000 árabes palestinos –aproximadamente la mitad de la población árabe de la Palestina del Mandato previo a la guerra– huyeron de sus hogares o fueron expulsados por las milicias sionistas durante la guerra de Palestina de 1948, tras el Plan de Partición de Palestina que acabó con la proclamación del Estado de Israel y la situación de refugiados o apátridas de los palestinos en su propia tierra.
Naksa es otro término árabe que puede traducirse como “recaída”, “retraso” o “revés”. Es un término utilizado por el pueblo palestino para hacer referencia a la victoria israelí en la guerra de junio de 1967 (denominación más habitual en ámbitos árabes) o guerra de los Seis Días (más frecuente en Israel y en el Atlántico Norte) y a sus consecuencias.
Este breve conflicto bélico se inició en la madrugada de junio de 1967.
Aquel día, el ejército del Estado de Israel lanzó un ataque por sorpresa, denominado “preventivo”, contra Egipto, Jordania, Irak y Siria, y neutralizó rápidamente las defensas aéreas de estos países
Inmediatamente después, las fuerzas israelíes ocuparon Jerusalén Este, Cisjordania y la Franja de Gaza, por lo que por primera vez controlaron la totalidad de la Palestina histórica.
Además, también ocuparon militarmente los Altos del Golán de Siria y la península del Sinaí egipcia. Todos estos territorios, excepto el Sinaí, continúan en la actualidad ocupados militarmente por el Estado de Israel.
En aquellos días de 1967, entre 250.000 y 400.000 palestinos fueron expulsados, y algunas de sus casas y tierras fueron arrasadas por las fuerzas militares israelíes. Aproximadamente la mitad de estas personas se vieron desplazadas por segunda vez en menos de 20 años.
Así mismo, la cantidad de personas palestinas en campos de refugiados creció muy rápidamente, especialmente en Jordania.
Barrios urbanos y pueblos palestinos fueron desalojados y arrasados, entre ellos el barrio Mughrabi de la ciudad vieja de Jerusalén (para crear una explanada y facilitar el acceso al Muro de las Lamentaciones) o gran parte de la ciudad palestina de Qalqilya y sus alrededores.
La Naksa fue considerada como una especie de segunda Nakba.
No se puede olvidar el histórico axioma sionista de intentar conseguir el máximo territorio con el mínimo posible de población palestina.
Conscientes de su superioridad militar respecto a los países de su alrededor, numerosas autoridades políticas y militares israelíes se habían planteado, desde el mismo año de 1948 —como había hecho el propio Ben-Gurión—, la expansión territorial, sobre todo a Jerusalén Este y Cisjordania.
La guerra y las conquistas de junio de 1967 se prepararon con minuciosidad y exitosamente
Como tantas otras veces, solo hacía falta un pretexto, que este caso fue el aumento de las tensiones fronterizas durante los meses anteriores, además de movimientos de tropas egipcias, impedimentos a la circulación de barcos o una supuesta amenaza de invasión egipcia del territorio israelí.
Las autoridades israelíes sabían que Nasser no tenía ni capacidad ni voluntad efectiva de invadir el territorio al este del Sinaí.
Mientras que Egipto había estrechado sus lazos con la URSS, EE UU se hallaba en medio de la guerra de Vietnam y se estaba dando cuenta de que el Estado de Israel podía ser su gran gendarme en la región.
Por todo ello, dio vía libre al ataque israelí.
La impresionante victoria del Tzahal ratificó definitivamente a Washington que Tel Aviv tenía que ser su gran aliado en la zona.
Empezó una estrecha relación diplomática, militar y política que dura hasta la actualidad. Y con este apoyo estadounidense, el Estado de Israel se sintió omnipotente. Al menos hasta estos momentos, Israel ha sido el Estado del mundo que más ayuda militar ha recibido de EE UU desde 1967
Aun así, además de los centenares de miles de personas palestinas expulsadas durante la Naksa, si las autoridades israelíes hubiesen anexionado los territorios ocupados de Jerusalén Este, Cisjordania y la Franja de Gaza hubiesen tenido que incorporar al Estado de Israel cerca de un millón de personas árabes que vivían en estas partes de la Palestina histórica.
Los Altos del Golán interesaban sobre todo por su valor hídrico, geoestratégico y por ser una futura baza de negociación con Siria, mientras que la península del Sinaí también interesaba por estas dos últimas razones aplicadas al contexto egipcio.
Levi Eshkol, por entonces primer ministro israelí; Moshé Dayan, jefe militar de la guerra de los Seis Días y ministro de Defensa y el resto de dirigentes israelíes sionistas, querían la tierra palestina, pero no a su población nativa.
La idea de que el Estado de Israel siempre tiene que tener una mayoría permanente de población judía era y es clave.
Las circunstancias de 1967 no eran las mismas que las de 1948 y no se podía llevar a cabo una limpieza étnica de la mayor parte de la población nativa como durante la Nakba.
Por tanto, por un lado, se decidió retener la ocupación militar de Jerusalén Este, Cisjordania y la Franja de Gaza; todo unido al control y a la vigilancia de los recursos palestinos, de la movilidad de la población y de cada porción del territorio.
Igualmente, la ocupación militar también significaba la aplicación de medidas biopolíticas (Parsons contra la población palestina y el intento de destrucción del medio y de los medios de vida palestinos, excepto en algunos casos en que la población upada podía servir de mano de obra barata y de consumidora de productos israelíes. Por otro lado, y no menos importante, el Estado de Israel podría poner en marcha rápidamente la endocolonización de asentamiento de los territorios ocupados. Esto dejaba abierta la posibilidad de una anexión territorial futura y permitía avanzar hacia su objetivo último de máximo territorio con el mínimo de población palestina.
Por su parte, las autoridades israelíes siempre habían considerado que toda Jerusalén, la Ciudad Santa, tenía que pertenecer en el Estado de Israel y ser su capital. De hecho, contraviniendo las diversas resoluciones de la ONU que establecían que la zona de Jerusalén tenía que ser un corpus separatum internacional y, a pesar de que en aquel momento el Estado israelí solo controlaba la parte oeste de la ciudad, Ben-Gurión ya había proclamado a “Jerusalén” como la capital israelí en diciembre de 1949, el mismo mes en el que se creó el Instituto Central para la Coordinación de Israel (Mossad).
De hecho, meses antes, después de que el Mapai ganara las primeras elecciones israelíes de 1949, Ben-Gurión ya había declarado que “Jerusalén solo puede ser judía.
Y, en efecto, con todos estos antecedentes, después de la guerra de 1967 se anunció que la parte oriental de la Ciudad Santa, incluyendo la ciudad vieja, sería anexionada y pasaría a formar parte integral del Estado de Israel.
Pero, a pesar de que las barreras físicas entre las dos partes se eliminaron, la población palestina Jerusalén Este no consiguió la ciudadanía israelí ni, por supuesto, la nacionalidad judía. Únicamente adquirió un estatus menor de residente permanente. Igualmente, se modificaron los límites municipales de la ciudad para que Israel anexionase más territorio, evitándose las zonas con más población palestina para asegurar así la mayoría judía.
El 30 de julio de 1980, a través de la Ley de Jerusalén,el Estado israelí unificó en su legislación nacional la parte oeste y este de la ciudad y proclamó toda la urbe como su “capital eterna e indivisible”.
Tres semanas después, el Consejo de Seguridad de la ONU aprobó su Resolución 478, que declaraba nula la Ley de Jerusalén y animaba a todos los estados a que retuvieran o ubicaran sus embajadas en Tel Aviv.
Con el paso del tiempo, 1967 supuso un punto de inflexión en el relato histórico sionista y en las negociaciones para la resolución de la cuestión de Palestina.
Y todo esto a pesar de que, mayoritariamente en el ámbito judío israelí, la guerra de los Seis Días fue interpretada y recordada como una nueva guerra defensiva en la cual volvió a vencer Israel, como en los años 1948 y 1956.
Pero 1967 también fue un punto de separación entre, por un lado, las tendencias sionistas maximalistas o derechistas (religiosas o no religiosas) y, por otro, el llamado “sionismo liberal” (en sentido anglosajón), “progresista” o de los dos estados.
Generalmente, los primeros interpretaron e interpretan que la conquista de Cisjordania y Jerusalén Este- “Judea y Samaria”, según los términos sionistas- con la Franja de Gaza solo es la redención de unos territorios que pertenecen en el pueblo judío, con un mayor o menor significado religioso o mesiánico . Estos sectores rechazan la retirada israelí de los territorios ocupados en 1967 y las concesiones a la parte palestina. Cabe decir que en estas posiciones también se movieron algunos socialsionistas, entre los cuales figuraron los fundadores de organizaciones como el Movimiento por el Gran Israel.
El otro sector o tendencia sionista ha estado y está ocupada por el marco interpretativo sionista liberal o lo que posteriormente se conoció como “campo de la paz”
Comparte numerosas perspectivas con la comunidad internacional y suele tener como referente del derecho internacional resoluciones como la 242 del Consejo de Seguridad de la ONU, de noviembre de 1967. Según esta, el Estado de Israel debe retirarse de todos —o, para algunas interpretaciones, solo de una parte— de los territorios palestinos ocupados aquel año.
El contenido de este documento del Consejo fue aceptado por Egipto, Jordania y Siria en diferentes momentos después de su aprobación y también ha sido suscrito por la OLP y todos los países de mayoría árabe.
Sin embargo, el actor que debe ponerlo en marcha, el Estado de Israel, nunca lo ha aceptado con todas sus consecuencias. Igualmente, según esta interpretación sionista liberal, en estos territorios ocupados en 1967 o en una parte de ellos se podría establecer un Estado palestino después de negociaciones.Para la interpretación sionista liberal más habitual, la mayor parte de los problemas israelíes relacionados con Palestina vienen provocados por la ocupación militar iniciada en 1967. Para numerosos analistas, estados y organizaciones políticas de todo el mundo, también.
Individuos y grupos que suscriben esta última interpretación, sus marcos y sus relatos son críticos con algunas o con numerosas políticas derivadas de la ocupación militar y la endocolonización posteriores a la guerra de junio de 1967. Aquí se incluyen, con diversas diferencias, conocidas organizaciones israelíes como B’Tselem, Breaking the Silence y Peace Now o partidos políticos como Mapam (Meretz desde 1992/1997).
Sin embargo, las posturas de prácticamente todos estos sectores respecto a problemáticas clave, como la del derecho al retorno de las personas refugiadas palestinas, representan las raíces compartidas con el resto de sionistas. No debe olvidarse que, esta cuestión, así como la Nakba en general y la naturaleza colonial del proyecto sionista.
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