El Consejo de Relaciones Exteriores (Council of Foreign Relations; abreviado como CFR) fundado en 1921, es un think tank sin ánimo de lucro en Estados Unidos especializado en política exterior y relaciones internacionales.
Su sede está en la ciudad de Nueva York, y posee una oficina adicional en Massachusetts.
Sus miembros, que ascienden a 5.103, han incluido altos cargos políticos, más de una docena de secretarios de estado, directores de la CIA, banqueros, abogados, profesores y destacadas figuras mediáticas.
El CFR promueve la globalización, el libre comercio, la reducción de las regulaciones financieras sobre las corporaciones transnacionales y la consolidación económica en bloques regionales como el NAFTA o la Unión Europea y desarrolla políticas de gobierno que reflejan estas metas, esto es supedita las decisiones de los gobiernos, su llegada al poder o su caída en desgracia, a los intereses económicos de las grandes empresas.
En las reuniones del CFR se convocan a funcionarios gubernamentales, líderes empresariales mundiales y destacados miembros de la comunidad de inteligencia y política exterior para discutir temas internacionales.
El CFR publica la revista Foreign Affairs y dirige el Programa de Estudios David Rockefeller, que influye en la política exterior haciendo recomendaciones a la administración presidencial y a la comunidad diplomática, testificando ante el Congreso, interactuando con los medios de comunicación y realizando publicaciones en materia de política exterior.
Sus miembros manejan el 80 por ciento de la economía estadounidense.
Lo forman los máximos directivos de los grandes bancos, los directivos y formadores de opinión de los grandes monopolios multimedia mundiales, rectores y decanos de las grandes universidades privadas son los formadores de opinión de los ochos, ex-presidentes y ex secretarios de Estado, y los puestos clave del gobierno estadounidense incluyendo más altos cargos militares.
Se trata del eje central superestructural de una verdadera red de hombres y mujeres poderosos, complementado por otras organizaciones análogas tanto estadounidenses como internacionales especializadas en el estudio de asuntos geopolíticos internacionales y en promover el actual modelo global: The Hudson Institute, The RAND Corporation, The Brookings Institution, The Trilateral Commission, The World Economic Forum, Aspen Institute, American Enterprise Institute, Deutsche Gesellschaft für Auswärtigen Politik, Bilderberg Group, Cato Institute, Tavestock institute, y el Carnegie Endowment for International Peace, y otros.
Las dos entidades que lo forman: una en Londres o Royal Institute of International Affairs (RIIA– Instituto Real de Relaciones Internacionales), y otra en los Estados Unidos , Council on Foreign Relations (CFR), con sede en la ciudad de Nueva York portan el claro sello ideológico del capitalismo salvaje, como eje de control colectivo que ya hacia fines del siglo XIX fuera propugnado por la Sociedad “Fabiana” financiada por el Round Table Group del magnate sudafricano, Cecil Rhodes y la familia de financistas cosmopolitas Rothschild.
Al C.F.R también le darían su apoyo y financiación las más pudientes y poderosas familias estadounidenses como Rockefeller, Morgan, Mellon, Harriman, Aldrich, Schiff, Kahn, Warburg, Lamont, Ford y Carnegie (ésta última, particularmente a través de una organización precursora, la Carnegie Endowment for International Peace).
En mayo de 1919, un grupo compacto de influyentes banqueros, abogados, políticos y académicos –todos ellos participantes de las conversaciones entre los Aliados vencedores y las Potencias Centrales derrotadas en los campos de batalla europeos-, reunidos en el Hotel Majestic de París decidieron formar dos “bancos de cerebros” o logias para defender los intereses mundiales anglo norteamericanos. Finalizada la segunda guerra mundial, el Presidente Harry S. Truman instauraría la conocida “Doctrina Truman” de seguridad nacional, que toma como punto de partida la doctrina del containment –contención del expansionismo soviético- propuesta por otro miembro del C.F.R a la sazón embajador en Moscú: George Kennan, en un conocido artículo aparecido en las páginas de Foreign Affairs y firmado “X”, como así también la directiva NSC68 del National Security Council redactado por Paul Nitze, del CFR.
Otro tanto fue el caso del así llamado “Plan Marshall” diseñado por un grupo de trabajo del C.F.R y ejecutado por W. Averell Harriman, encabezando a un grupo.
Llegados a esta instancia, se plantea una pregunta esencial qué es la globalización a la luz de esta realidad.
Aventuramos una definición en el sentido de que el proceso de la globalización conforma una ideología que tiene claros objetivos e intereses políticos y económicos que nada tienen que ver con la cortina de humo de la libertad y la democracia que propugnan.
El vocablo “globalización”, no es más que un eufemismo que encubre una realidad más profunda que los propios mentores del sistema han definido desde hace casi un siglo como “nuevo orden mundial”: así denominaron el mundo tras la primera guerra, luego tras la segunda guerra mundial y, más recientemente, tras el colapso del modelo soviético, según lo definió George Bush
Lo principal del fenómeno de la globalización es que, aunque sustenta su poder sobre lo económico y especialmente lo financiero, en el planeamiento de sus intereses globales conforma un proceso auténticamente político.
El fundamental objetivo que los planificadores de la globalización han identificado desde hace ya muchas décadas es el concepto del Estadonación soberano, como su instrumento ejecutor. En pocas palabras, para defender sus intereses planetarios, que busca un modelo reingenierizado del mundo, los promotores de la globalización no tienen otra opción que combatir las raíces de lo nacional en todo el mundo y a todos los Estadonación soberanos; cada uno según sus características, historia, fuerza relativa y permeabilidad a alinearse al modelo globalizador.
El modelo planetario propugnado por el C.F.R podríamos describirlo como la conformación de una suerte de “fábrica” planetaria creadora de bienes y servicios, con su contrapartida de un “supermercado” planetario de consumo de esos bienes y servicios.
En su página web, la de la CFR se encuentra un análisis muy interesante de seguimiento de la economía china, por un lado del BRI (Iniciativa de la Franja y Ruta, o la Nueva Ruta de la Seda) y por otra durante la pandemía.
Algo que nos hace entender perfectamente que Pelosi haya ido a Taiwan como el pistolero entra en el Saloon, para demostrar quién es el dueño de la ciudad.
"La Iniciativa de la Franja y la Ruta y el programa de infraestructura más grande del munda plantean un desafío importante para los intereses económicos, políticos, de cambio climático, de seguridad y de salud de Estados Unidos
Desde el lanzamiento de BRI en 2013, los bancos y las empresas chinas han financiado y construido todo, desde centrales eléctricas, ferrocarriles, carreteras y puertos hasta infraestructura de telecomunicaciones, cables de fibra óptica y ciudades inteligentes en todo el mundo. Si se implementa de manera sostenible y responsable, BRI tiene el potencial de satisfacer las necesidades de los países en desarrollo desde hace mucho tiempo y estimular el crecimiento económico mundial.
Sin embargo, hasta la fecha, los riesgos planteados por la implementación de la BRI, tanto para los Estados Unidos como para los países receptores, superan considerablemente sus beneficios. BRI se diseñó inicialmente para conectar las ciudades costeras modernas de China con su interior subdesarrollado y con sus vecinos del sudeste, centro y sur de Asia, consolidando la posición de China en el centro de un mundo más conectado. Desde entonces, la iniciativa ha superado sus corredores regionales originales, expandiéndose a todos los rincones del mundo. Su alcance ahora incluye una Ruta de la Seda Digital destinada a mejorar las redes de telecomunicaciones de los destinatarios, capacidades de inteligencia artificial, computación en la nube, comercio electrónico y sistemas de pago móvil, tecnología de vigilancia y otras áreas de alta tecnología, junto con una Ruta de la Seda de la Salud diseñada para poner en funcionamiento
Cientos de proyectos en todo el mundo ahora se encuentran bajo el paraguas de BRI (Iniciativa franja y ruta) . China buscó la BRI porque creía que la iniciativa podría abordar simultáneamente una serie de problemas, que incluyen cerrar la brecha entre las prósperas ciudades costeras del país y su empobrecido interior, impulsando así la estabilidad política interna; absorbiendo su exceso de capacidad de fabricación; poner a trabajar sus ahorros acumulados; asegurar una fuente constante de insumos para su sector manufacturero; y reorientar el comercio global lejos de los Estados Unidos y Europa occidental hacia China.
El Grupo de Trabajo encuentra que China está avanzando en esta iniciativa de manera preocupante porque puede socavar la estabilidad macroeconómica mundial, porque se va a subvencionar la entrada privilegiada en el mercado de empresas chinas de propiedad estatal y no orientadas al mercado y se va permitir que China bloquee a los países en los ecosistemas chinos presionando su tecnología y estándares técnicos preferidos en los destinatarios de BRI; y va a hacer que sea más difícil para el Banco Mundial y otros prestamistas tradicionales insistir en altos estándares al ofrecer paquetes de infraestructura rápidos y fáciles y
dejar a los países más susceptibles a la presión política china al tiempo que le da a China una mayor capacidad para proyectar su poder más ampliamente
En cuanto a la pandemia hace un análisis tan concienzudo de como pudo influir en la caída de influencia de China en el Sudeste Asiático, que la idea bizarra que plantea la teoría de la conspiración resulta cada vez menos bizarra y lo del murciélago envenenado ligado a los laboratorios de Ucrania parece cada vez menos ciencia ficción.
La encuesta Estado del Sudeste Asiático de 2021 publicada por el Centro de Estudios de la ASEAN en el Instituto ISEAS-Yusof Ishak indicaba que la confianza de los asiáticos del Sudeste en China seguía a la baja debido a que el éxito de China en contener la pandemia a nivel nacional y su "diplomacia pandémica" en la región tuvieron poco efecto en el déficit de confianza de los asiáticos del sudeste hacia Beijing, ya que se muestran ansiosos por la capacidad de China para limitar la soberanía de sus países y las opciones de política exterior.
El Asia Power Index 2020 del Lowy Institute informó que EE. UU. registró la mayor caída en el poder relativo de cualquier país del Indo-Pacífico y que la diferencia de poder de Beijing con Washington se había reducido en consecuencia.
"Dejando a un lado el poder bruto, podría decirse que la mayor ganancia de China de la pandemia es política. Con su exitosa contención de la pandemia y un crecimiento económico sostenido del 2,3%, Beijing se ha vuelto aún más asertivo a nivel nacional y reivindicado internacionalmente en el control de su estado autoritario de partido único. Animada por este impulso, China se ha involucrado agresivamente en la "diplomacia del guerrero lobo" en la mayoría de los países occidentales mientras emprende ofensivas de encanto en todo el mundo, incluso en el sudeste asiático."
Para sorpresa de muchos, los resultados de la encuesta muestran un claro contraste entre el deterioro de las calificaciones de desconfianza de China y la mejora de las calificaciones de confianza de EE. UU., que aumentó del 30,3 % en 2020 al 48,4 % en 2021. socio estratégico y proveedor de seguridad regional aumentó de 34,9% a 55,4%.
Washington también se une a la UE como las dos principales potencias en las que los asiáticos del sudeste tienen la confianza más fuerte para brindar liderazgo en el mantenimiento del orden basado en reglas y la defensa del derecho internacional y la defensa de la agenda de libre comercio global. Los resultados de la encuesta de este año verifican precisamente eso. Incluso si muchos analistas han argumentado que el mundo y la región han cambiado y que no hay vuelta atrás a la época anterior a Trump, esta encuesta muestra que la administración de Biden, no obstante, disfrutará de una gran reserva de buena voluntad y bienvenida entre los asiáticos del sudeste"
Este barco inmenso no va a naufragar sin llevarse por delante todo lo que haya que llevarse. La visita a Taiwán de la presidenta de la Cámara de Representantes de EEUU, Nancy Pelosi, la primera de un cargo similar desde 1997 –cuando su antecesor, el republicano Newt Gingrich, llegó a la isla de la antigua Formosa– tiene una carga simbólica innegable y un caracter provocador de alto voltaje.
Washington ha decidido poner en tela de juicio el principio de una sola China como castigo-advertencia a Pekín por su apoyo tácito o cómplice a la invasión por parte de Rusia de parte del territorio de Ucrania.
La incógnita reside en cómo reaccionarán los dirigentes chinos ante unos EEUU que llevan tiempo sellando alianzas geopolíticas en la región, pero que militarmente es inferior a Rusia y económicamente se encuentra por debajo de la propia China
Lo cierto es que Taiwán, y por extensión el Indo-Pacífico, se incorporan, si no lo estaban ya, a la creciente lista de puntos calientes de un planeta en llamas.
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