Igualmente aquellos derechos civiles que no entren en el listado de los grandes derechos individuales pueden ser violados con total impunidad ( un ejemplo evidente es el de circulación opuesto a las leyes migratorias que llenan de alambradas el llamado mundo libre)
En las partes de derechos fundamentales de las Constituciones "democráticas" aparecen los derechos civiles, dejando en un plano de derechos de segunda clase a los sociales.
Durante la Guerra Fría también el mundo de los derechos quedó dividido: el bloque occidental se demarcó por la importancia de los derechos civiles y políticos y el bloque comunista en la importancia de los derechos económicos y sociales; lo que conllevó a que una vez eliminado el bloque comunista los derechos sociales pasasen a ser un lastre que las sociedades occidentales deben cargar y vadear especialmente cuando son más reivindicados en periódos de crisis: el aumento de partidos fascistas se presenta como un peligro contra los derechos civiles y los gobiernos de la llamada "izquierda noeliberal" se presentan como grandes defensores de tales derechos dejando fuera de juego cualquier derecho social
El juego de la confusión en el terreno de los derechos y de los apoyos es el más efectivo. Una está ,por supuesto, con las luchas de los homosexuales, de las personas racializadas, de los menores, de los inmigrantes... Pero no está con la OTAN que presenta la bandera del colectivo LGTB como una señal de su defensa de la libertad frente al "homofóbico" Putin, por ejemplo. ¿Dónde me encuentro entonces?
No queda más remedio que situarse en el lado de los que dedican un minuto a reflexionar sobre todos los asuntos incluso pudiendo resultar algo que hoy es casi un pecado mortal "políticamente incorrecta"
La mentira es peligrosa, puede ser descubierta y causar un cataclismo, pero la confusión nos mantiene en tierra de nadie y esa tierra de nadie es la que juega su partida en este momento histórico en que se habla más que nunca de derechos y crece más que nunca el abismo entre ricos y pobres.
El grupo de derechos civiles y políticos que el Neoliberalismo defiende a rajatabla se inserta dentro de las llamadas libertades individuales y su protección en caso de quebramiento ilegal por parte del poder garantizando la capacidad del ciudadano para participar en la vida civil y política del Estado en condiciones de igualdad y sin discriminación.
Los derechos sociales son colectivos y se consiguen mediante la lucha social.
Muchas veces se constata que los derechos civiles juegan contra los derechos sociales con el objeto de socavar estos últimos; aunque ambos van intrínsecamente unidos; es decir que las batallas por la dignidad de los grupos oprimidos ( raza, sexo, identidad) siempre han tenido consecuencias sociales y su lucha ha sido una lucha de clases.
Desvincular estas luchas de clases entre sí ha sido uno de los grandes éxitos del neoliberalismo.
Cuando las élites económicas, las que mantienen la opresión social, se adueñan de los derechos civiles-individuales y los agitan como graciosas concesiones que hacen a la sociedad, entonces los derechos civiles son usados para pisotear los sociales que son aquellos que pueden acabar con el estado de explotación. Tal vez ni siquiera esos derechos que agitan las élites y sus subalternos, esa retórica de la libertad individual puedan ser llamados derechos civiles sino derechos individuales neoliberales, derechos banales, superfluos, puramente externos. Es decir derechos vinculados únicamente a la apariencia y desvinculados del elemento social, el cual está desvaneciéndose cada día oculto bajo la cosmética de esos derechos individuales-civiles.
Un buen ejemplo para comprender esta opresión de los derechos individuales sobre los sociales puede ser lo que sucedió en Estados Unidos entre los años 50 y 70.
La gran marcha organizada en agosto de 1963 en Washington por A. Philip Randolph y Bayard Rustin, con ocasión de la cual Martin Luther King pronunció su discurso, uno de los más conocidos e importantes del siglo XX, fue significativamente denominada “Marcha por el empleo y la libertad”, es decir no se podía tener libertad sin derechos sociales, y no se podían alcanzar derechos civiles sin derechos económicos y sociales.
La palabra libertad es la más violada en los últimos años. Un término muy escurridizo Los gobiernos neoliberales de los últimos años la han usado tanto que la han vaciado de contenido. Ha sido la palabra más abusada desde la guerra de Ucrania.
Emmanuel Macron: “Habrá que defender las libertades, luchar por ellas y aceptar las consecuencias”
Olaf Scholz: "Esto, a su vez, se lo debemos sobre todo a los países que se unieron más tarde a nuestra comunidad más tarde: a los ciudadanos de Europa central y oriental que superaron la Guerra Fría con su lucha por la libertad, los derechos humanos y la justicia"
Joe Biden: "El coraje que derribó el Muro de Berlín vive en las luchas por la libertad en Cuba, Ucrania, Birmania e Irán"
Donald Trump: "Apoyamos a los venezolanos en su noble búsqueda de la libertad"
La libertad en el mundo neoliberal es sinónimo de anticomunismo, de derechos civiles otorgados y de negación de los derechos sociales.
La libertad es el sol en torno al cual gira el planeta neoliberal que la ha convertido en un concepto vacío pero poderoso y persuasivo, vendido como motor de emancipación y camino hacia el progreso.
Libertad y economía, decía Martin Lutero King y sabía lo que decía. Desligar la libertad de la economía es convertirla en un fantoche, una palabra fácil para mítines de políticos encargados de mantener el sistema.
La palabra libertad es parte de esa confusión, una niebla conceptual que es todo y por lo tanto es nada.
Asociar la gran palabra clave de las luchas obreras al credo neoliberal es desvincularla de la cuestión social.
Esta presunta "libertad" coincide precisamente con los derechos individuales neoliberales de apariencia, mientras la carnicería social se vuelve más dura y las brechas y la alienación se profundizan.
Quieren presentarlo como la piedra angular absoluta, pero la verdad es exactamente lo contrario: libertad es un concepto dependiente porque necesita ser matizado.
La cuestión se elude ideológicamente, pero la verdad es que la libertad no tiene un campo semántico autónomo; a diferencia de, por ejemplo, trabajo.
Plantearla solo como principio rector y parteaguas, sin especificar cómo se caracteriza, es, en una palabra, una estafa; es una narrativa, una construcción ideológica: para ser precisos, la pseudoprogresista que, a falta de otros términos que puedan especificarla, hace que la libertad fluya exactamente junto al Mercado. Toda libertad debe ser precedida de una libertad de Mercado en el credo neoliberal.
La libertad que no está explícitamente vinculada a nada, es la libertad implícita pero sustancialmente santificada en el Mercado y en el paradigma globalista del individualismo competitivo, es sencilla y simplemente la libertad de quien puede permitírselo, o de quien, según la catequesis neoliberal, tiene el coraje de conquistarla, lanzándose a los brazos salvadores del mercado; o, más a menudo, es de hecho la libertad de quienes pueden comprarlo.
Precisamente de esta manera, el atractivo seductor de la libertad emancipadora se utiliza para quitar derechos y ampliar aún más las fronteras de la alienación. La libertad civil masacrando la libertad social.
Inevitablemente, incluso el movimiento afroamericano por los derechos civiles del siglo pasado ha terminado siendo absorbido por la picadora de carne de la narrativa neoliberal falsamente emancipadora con su manipulación del "Black lives matter" totalmente desfigurado por el poder desvinculándolo de la cuestión social
M.L. King subrayó programáticamente la combinación entre trabajo y libertad. El neoliberalismo quiere expulsar la cuestión social del campo de la libertad, M. L. King introdujo la libertad y la discriminación racial en la cuestión social y económica. En esta combinación, la libertad, condicionada por el trabajo, pasa inmediatamente a formar parte de la cuestión social y firma su sentecia de muerte.
El neoliberalismo hace todo lo posible por expulsar el conflicto social del discurso público, empujando la demanda de igualdad por completo a la dimensión estética, que es externa, ajena a la historia, esteril y engañosa.
Una libertad desligada de la lucha de clases no puede ser libertad.
La libertad vacia del día del Orgullo donde homosexuales ricos y pobres se dan la mano, un día de la mujer con neoliberales y kelis codo con codo, un día del black power con el futbolista millonario unido a un desgraciado del Bronx. No hay clases en estos derechos civiles. Esa es la cuestión.
Unidos por otras libertades, no podemos separarnos por un asunto menor como la economía.
La ideología mercantilista, neoliberal y tecnocrática no sólo utiliza, a través de su principal emanación política, la de la izquierda liberal, los derechos civiles para destruir los derechos sociales; también ha trabajado para acreditar una versión descendente de los mismos derechos civiles reducidos a derechos individuales neoliberales, confinados a la esfera estética. De lo contrario, incluso los derechos civiles tendrían, como lo han tenido en el pasado, la capacidad de desencadenar profundas transformaciones sociales.
Por lo tanto, la narrativa neoliberal no se limita a enfrentar los derechos civiles con los derechos sociales; más bien, está estructurado sobre dos elementos de apoyo interdependientes: reduce los derechos civiles a afeites y expulsa los derechos sociales.
Desafortunadamente, esta narrativa elitista de derechos ha sido interiorizada por los subalternos que se han dejado encantar por las sirenas de la izquierda liberal y políticamente correcta, convirtiéndose en el ejército del tecnocapitalismo.
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