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La fiebre del oro

La fiebre del oro en California constituyó un rasgo de la cultura popular del siglo XIX convirtiéndose en un fenómeno social ocurrido en los Estados Unidos entre 1848  y 1855 y estuvo caracterizado por la gran cantidad de inmigrantes que llegaron a San Francisco en busca del «metal dorado» como una forma de «dar un salto hacia una nueva vida».
 Ese salto hacia una nueva vida será una tentadora alternativa que vendrá acompañada de miles de inversiones y opciones paralelas como: promociones de viajes, préstamos en cuotas, apertura de bancos, ventas de propiedades, multiplicación de negocios inmobiliarios, arrendamiento de máquinas, servicios de asesoramiento, instalación de lugares de juegos y casinos, trata de blancas y «casas de citas», construcción de hipódromos, diques y centros turísticos, tercerización de obras por parte del estado californiano, etc. 
Obviamente, el hallazgo multiplicará los intereses políticos y financieros con el noble argumento de redoblar los ingresos del condado.
Fue en la localidad de California  de Colona,  donde encontraron por primera vez oro en 1848, lo cual tentó a una gran oleada de inmigrantes, y así quienes buscando fortuna llegaron al lugar.

El capataz de la construcción del emprendimiento de Sutter, llamado James Marshall, trabajaba junto a una decena de hombres en el famoso aserradero durante enero de 1848, cuando hallaron una pepita de oro en el cauce del río. 
Lo cierto es que Marshall le mostró el hallazgo a su patrón, comprobando ambos (inmediatamente) que se trataba de oro.
Sutter, lo primero que hizo fue intentar de mantener oculta la noticia, pero Marshall por presión de sus camaradas operarios (y con miedo de quedarse al margen del negocio) divulgó la novedad, pasando muy poco tiempo para que el mundo se enterara del hallazgo.

The Californian publicó la noticia. El periodista que firmaba la nota, Samuel Brannan, inmediatamente instaló una tienda de suministros para los cazafortunas que llegarían. Y como audaz manera de difundir la noticia, Brannan corrió por las calles de San Francisco con un frasco lleno de oro y gritando: «¡Oro…, oro! ¡Oro en el Río de los Americanos!».
 El 19 de agosto de 1848, el diario New York Herald fue el primer periódico en la Costa Este que anunció que se había descubierto oro en California, mientras que el presidente James Polk confirmaba la buena nueva en un discurso ante el Congreso de los Estados Unidos en octubre del 48.


La noticia corrió como reguero de pólvora, llegando trescientas mil personas a California provenientes de los Estados Unidos y de otros países durante todo 1849.



 La imagen de ese tiempo ha sido recogida hasta la saciedad por Hollywood: hombres peleándose por un pico y una pala en una tienda, decenas de pioneros apilados en una diligencia hacia California, gente gritando “¡Oro!"
  El oro fue un material presente durante la conquista y construcción de América. Cristobal Colón prometió encontrarlo en las nuevas Indias, y los conquistadores españoles buscaron en vano El Dorado, legendaria ciudad con inmensas minas de oro.

Cuando se encontró oro en Sutter’s Mill, la gente perdió la cabeza.  Se contaba que se podía ganar, gracias al oro encontrado en unos meses, el equivalente del salario de unos años. Urbes como San Francisco pasaron a ser un poblado con pocos habitantes (1000 en 1848) a ser una ciudad llena de hombres y mujeres buscando fortuna (25 000 en 1850).

No todos se enriquecieron con el oro. Muchos de los que iban a buscar el oro, los forty niners como se les llama (ya que son pioneros del año 1849), encontraron la muerte de camino a California.
Para la desgracia de Sutter, California en esta época no era un estado con legislación, de hecho, el día que se encontró oro en el aserradero, se trataba de territorio mexicano bajo ocupación estadounidense.  Sutter no pudo defenderse, ni alegar nada en cuanto empezaron a venir miles y miles de personas de todo el mundo, ocupando sus tierras, expropiando su aserradero. 

Sutter abandonó California y sus sueños, se fue a Pensilvania, donde se juntó con su mujer (que no veía desde hace 15 años) y regularmente se desplazaba a Washington para defender su caso ante el congreso. Intentó vender sus propiedades pero la Corte Suprema no reconoció sus actas de propiedad. Además su casa se incendió y perdió todo lo poco que le quedaba de valor o podía justificar su autoridad sobre las tierras de California.

Sutter murió, en junio de 1880, en un hotel de Washington, un día después de que el Congreso atrasara su decisión sobre su caso, arruinado.

 Sutter no fue la única víctima de la fiebre del oro. Hubo muchas más, especialmente afectó a los nativos de la región que fueron atacados y expulsados de sus tierras argumentando que no tenían títulos de propiedad.
La incipiente industria agrícola cedió ante el avance minero y las manadas de búfalos, rebaños de venados y jaurías de lobos desaparecieron.
California en su escudo muestra una imagen alegórica de la fiebre del oro, siendo el sobrenombre del estado «The Golden State» como el multimillonario equipo de la NBA (Golden State Warriors, Los Guerreros del estado dorado).

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