La historia menciona antes los estrechos del Helesponto- Dardanelos- y el Bósforo que el mar de Mármara que une el mar Negro y el Mar Egeo lo que es lo mismo da salida al Mar Negro hacia el Mediterráneo.
Su nombre proviene de la isla de Mármara en su interior, famosa por el mármol proconnesio. Un mármol blanco de vetas azuladas con cristales de gran tamaño; usado en Grecia, exportado a partir del siglo I, muy valorado en Roma y utilizado masivamente en la construcción de Constantinopla por la proximidad de la isla a la ciudad. Bizantinos y otomanos lo siguieron extrayendo y las minas no están agotadas; empresas turcas siguen comerciándolo.
La isla de Mármara fue llamada Prokonnesos en griego y el mar Mármara Propóntide (pro- anterior, pontos -mar) el mar que pretendía acceder al Ponto Euxino, al mar Negro.
Las principales ciudades del mar Propóntide eran Bizancio y Calcedón en el estrecho del Bósforo.
La Historia aquí no se tomó nunca un descanso.
Es el mar que hoy separa Estambul, la mítica Constantinopla, en su lado asiático y lado europeo.
Ha sido el mar más codiciado de la Historia porque es la puerta del Mediterráneo para Oriente, y la puerta de Oriente para Occidente.
Se menciona por primera vez en un precioso relato mitológico griego: Jasón y los argonautas, quienes salieron del golfo de Págasas en Tesalia y llegaron a la Cólquide para robar el Vellocino de Oro. La piel dorada del cordero.
El héroe mitológico Jasón se hizo famoso por su expedición con los argonautas, llamados así por ser la tripulación del barco Argo.
La mítica Cólquida estaba en las orillas del mar Negro, en la actual Georgia.
Los antiguos griegos creían que la Cólquide era el fin del mundo, allí donde nacía el sol.
Homero y Hesíodo mencionan este fantástico viaje hacia el VIII a.C, el poeta Mimnermo de finales siglo VII a.C. decía que el sol guardaba sus rayos en la Cólquide, en una estancia de oro. Simónides, Herodoto, Acusilao (siglo VII y VI a.C.) también se hicieron eco de las aventuras de Jasón y sus argonautas; pero el primero que hizo un relato completo del viaje de los argonautas fue Ferecides de Atenas en una obra no conservada.
El relato completo más antiguo que hemos conservado es el del poeta Píndaro, en la IV oda Pítica.
El mito del Vellocino de oro se inicia cuando el rey griego Atamante repudió a su esposa Nefele, madre de sus hijos Frixo y Hele.
La Grecia antigua no era una monarquía sobre un gran territorio. El territorio de los reyes era muy pequeño- las famosas polis, ciudades-
Poco a poco estas monarquías fueron transformándose en repúblicas.
El rey Atamante era uno de los muchos reyes de este período que reinaban sobre estos pequeños territorios y, enamorado de Ino, abandonó a su esposa.
Ino era malvada y lo primero que hizo al casarse fue planear la muerte de Frixo y Hele.
Para llevar a cabo su plan se apoderó de todo el grano reservado para la siembra en el reino de Atamante y lo tostó, lo que hizo que el año siguiente no naciese nada. Una vez hecho esto Ino convenció al Oráculo para que dijera Frixo y Hele eran los culpables y que mientras estuviesen vivos nada crecería en sus tierras.
Nefele, la esposa repudiada y madre de los niños, imploró ayuda a los dioses. Hermes, el dios mensajero, de las fronteras y los viajeros, del comercio en general, del ingenio y de la astucia, de los ladrones y los mentirosos, y el que guíaba las almas en el inframundo o Hades, le respondió enviando un carnero mágico con el pelaje de oro y con la capacidad de volar.
Los niños escaparon de este lugar y volaron hasta un lugar lejano, fuera de Grecia, pero al cruzar el estrecho de los Dardanelos, Hele cayó al mar y se ahogó.
De ahí que el estrecho se llamase "Helesponto" el mar de Hele.
Frixo consiguió llegar a la Cólquide, a la ciudad de Ea, atravesando el Mar de Mármara y el Mar Negro. Allí fue acogido por el rey Eates. Como agradecimiento sacrificó el carnero y le entregó el vellón del carnero.
Eates lo colgó en una encina en el bosque sagrado de Ares.
Frixo se casó la con hija de Eates y el vellón de ese carnero será conocido en la mitología como el vellocino de oro.
Recuperarlo daría motivo a la primera de las empresas colectivas de los griegos: la leyenda de los argonautas
Jasón era hijo del rey Esón de Yolco, en Tesalia. Su tío Pelias le usurpó el trono.
Jasón como heredero legal estaba en peligro por lo que su padre lo llevó al monte Pelión en donde lo puso a cargo del centauro Quirón, quien se encargaría de su educación; pues este centauro era inteligente, sabio y de buen carácter, a diferencia de la mayoría de los de su clase. Fue un gran educador en música, arte, caza, moral, medicina y cirugía, y tutor de varios de los héroes más destacados en la mitología griega.
Jasón, ya en edad adulta, lo encontramos en el mito de la caza del jabalí de Calidón junto con griegos tan faosos como el mismo Teseo, héroe fundador de Atenas o Maleagro cuyo padre era el causante de que la diosa Artemisa enviase al terrible jabalí que aterrorizaba la ciudad y toda la comarca de la Etolia. El padre de Maleagro, no le había ofrecido los pertinentes sacrificios a la diosa.
Cuando cumplió 20 años, Jasón regresó a Yolco para reclamar su reino.
En el viaje de vuelta, al cruzar un río perdió una sandalia.
Se presentó ante Pelias con una piel de pantera, una lanza y una sola sandalia.
Su tío entró en pánico pues se acordó de que hacía algunos años un oráculo le había dicho que perdería la vida a manos de un hombre con una sola sandalia.
Pelias le pidió que antes de recuperar el trono demostrara su valor y le trajera el vellocino de oro del carnero que antaño se habían llevado Frixo y Hele desde Grecia a Cólquida.
Pelias sabía que el velloncino estaba custodiado por un dragón maligno y que si Jasón lograba llegar a la Cólquide que estaba en el fin del mundo, y que era una empresa harto dificil, no conseguiría salir vivo de las garras del dragón
Jasón aceptó la misión y empezó por pedir consejo a Argos, hijo de Frixo.
Argos, por indicación de Atenea, construyó el primer gran navío, al que dio su nombre, Argos, capaz de llevar a Cólquida, es decir, al fondo del Ponto Euxino, el Mar Negro, a Jasón y a los compañeros que él eligiera.
Esa nave se construyó pronto, en el puerto de Pagase, en Tesalia, con madera cortada en el Pelión, pero la pieza de proa era un trozo de encina procedente de Dodona (el bosque donde Zeus daba sus oráculos): proporcionado por Atenea, ese trozo de encina tenía el don de la palabra y podía profetizar.
Bajo la dirección de Jasón los héroes que quisieron participar se embarcaron en la nave Argo y, saliendo del golfo de Págasas, pusieron rumbo a la Cólquide.
Los argonautas, es decir “marineros de la nave Argos" fueron unos cincuenta, entre ellos se encontraban hijos de reyes e hijos de dioses: El héroe Heracles - el romano Hércules- , Orfeo, los gemelos Castor y Polux hijos de Leda y hermanos de Helena de Troya estuvieron entre los héroes que se embarcaron en la aventura de Jasón, aunque hay varias versiones en las que unos héroes participan y otros no.
El viaje de ida de los argonautas sigue una ruta conocida y demostrable.
Tras dejar el puerto de Yolco y bordear el cabo Sépia, costearon el norte de Tesalia y la Calcídica y pusieron proa al mar abierto, hacia la isla de Lemnos, situada hoy en las costas del Asia menor, actual Turquia.
La isla estaba habitada por una raza de mujeres que habían matado a sus maridos. Las mujeres habían descuidado su culto de Afrodita y, como castigo, la diosa hizo que las mujeres despidieran tal hedor que sus esposos no podían soportar acercarse a ellas.
Los hombres entonces tomaron concubinas del continente Tracio y las mujeres despreciadas, enfadadas con Afrodita, mataron a todos los habitantes masculinos mientras dormían. Solo se salvó el rey Toante, salvado por su hija Hpsípila, que lo lanzó al mar en un cofre sellado del que luego fue rescatado. Las mujeres de Lemnos vivieron por un tiempo sin hombres, con Hipsípila como su reina.
Durante la visita de los argonautas, las mujeres se mezclaron con los hombres creando una nueva raza llamada "Minias"
Jasón tuvo gemelos con la reina y se hubiese quedado allí, olvidando su misión, si no fuese porque Heracles lo presionó porque se aburría en el barco, el cual no abandonó. Algo contradictorio dado las numerosas relaciones sentimentales y eróticas que la mitología le asigna.
Tras abandonar Lemmos cruzaron el estrecho de los Dardanelos, el Helesponto, y llegaron al mar de Mármara.
Alli se enfrentaron a grandes peligros en la isla de los doliones y en tierra de los bébrices.
El rey de los doliones, Cícico, los trató cordialmente.
Cícico les les habló sobre la tierra más allá de la montaña Oso, pero olvidó mencionar qué vivía allí. Quienes vivían allí eran los terrígenos, una tribu de gigantes con seis brazos que vestían taparrabos de cuero.
Mientras la mayor parte de la tripulación se adentró en el bosque en busca de suministros, los terrígenos vieron que unos pocos argonautas protegían el barco y lo asaltaron.
Por suerte Heracles estaba entre ellos y consiguió matar a la mayoría antes de que volvieran Jasón y los demás. Cuando mataron a todos, Jasón y los argonautas zarparon.
Después navegaron hasta Misia, donde Hilas, que había sido enviado a buscar agua, fue raptado, a instancias de Hera, por las náyades de la fuente Pegea. Ayudado por Polifemo, que había oído el grito del muchacho al desaparecer, Heracles buscó a Hilas durante mucho tiempo. El Argo partió sin ellos, por lo que no participaron en el resto del viaje. Nunca hallaron a Hilas porque había recibido la inmortalidad de las ninfas acuáticas y permaneció con ellas. Tifis quiso aprovechar unas ráfagas de viento para partir.
Telamón echó en cara a Tifis que hubieran dejado atrás a Heracles, pero Zetes y Calais defendieron al piloto de la nave y cuando, poco después, emergió del mar el dios marino Glauco, para gritarles que el destino de Heracles, Hilas y Polifemo no era llegar hasta la Cólquide sino que los dioses les habían reservado otros destinos diferentes, Telamón cedió en su cólera.
Luego llegaron al país de los bébrices, en la Bitinia, donde su rey Ámico obligaba a los forasteros a pelear contra él en un combate de boxeo, en donde les daba muerte. Así que lanzó el mismo desafío a los Argonautas, pero Pólux, el escogido para combatir contra él, fue en esta ocasión el vencedor y mató al rey. A continuación se entabló una lucha entre los bébrices y los Argonautas en la que murieron muchos de los primeros.
El siguiente puerto fue un lugar de Tracia en la orilla opuesta de Bitinia, en el estrecho del Bósforo.
donde vivía en soledad Fineas, que era adivino y estaba ciego. Además, estaba sometido al suplicio de que las Harpías, unas criaturas mitad humanas mitad pájaros (en la mitología griega han sido descritas con cabellos rubios y hermosas facciones o con rostros monstruosos demacrados por el hambre) que le acosaban y le impedían comer.
Como los Argonautas querían saber el futuro de su viaje, Fineas les pidió que antes lo liberasen de las Harpías, por lo que Zetes y Calais, que tenían alas, salieron en persecución de estas. Las persiguieron por el aire hasta que cayeron extenuadas, pero no las mataron por suplicárselo Iris, la diosa hermana de las Harpias, que prometió que no molestarían más a Fineas.
Fineas, agradecido, indicó a los Argonautas que tendrían que atravesar un paso entre las rocas Simplégades, también conocidas como Ciáneas, las cuales eran unas enormes rocas que no permanecían fijas sino que cada cierto tiempo entrechocaban entre sí. Les dijo que soltaran una paloma y si el ave pasaba y quedaba a salvo, ellos también podrían pasar pero que no lo hicieran en caso de que el ave muriera.
Los Argonautas siguieron estas instrucciones y aunque la paloma perdió algunas plumas de la cola, pudo ponerse a salvo. A continuación, los Argonautas, remando con todas sus fuerzas, pudieron también atravesar el paso, aunque las rocas se cerraron y causaron la pérdida de algunos adornos de la nave que estaban situados en la popa.
El Argos fue el único barco que logró atravesar esas rocas y desde entonces permanecieron ya fijas e inmóviles.
Al cruzar estas rocas termina la aventura en el Mar de Mármara y comienza en el Mar Negro, donde llegaron al país de los mariandinos.
Allí fueron bien acogidos por el rey Lico, quien había tenido noticias de que ellos habían matado a Ámico, que había sido enemigo suyo.
Lico hizo que su propio hijo Dáscilo hiciera de guía y acompañara a la expedición para que llegara a la Cólquide sin problemas. En cuanto al pilotaje de la nave, fue Anceo el que sustituyó al argonauta Tifis, muerto por una enfermedad.
A continuación siguieron navegando por la zona litoral del norte de Asia Menor y pasaron junto a Sésamo, los altos Eritinos, Crobíalos, Cromna, Citoro, el cabo Carambis y la desembocadura del río Halis, donde se unieron a las expedición Deileón, Autólico y Flogio, que habían acompañado a Heracles en una expedición contra las amazonas. Siguieron navegando junto a la tierra de las amazonas, la de los cálibes, la de los tibarenos y la de los mosinecos hasta la llamada isla de Ares, donde fueron atacados por pájaros, a los que
lograron ahuyentar gritando y entrechocando los escudos. Allí se encontraron con los hijos de Frixo (Argos, Citisoro, Frontis y Melas), que desde la Cólquide habían emprendido una navegación hacia Orcómeno para reclamar la herencia de su abuelo Atamante, pero que habían naufragado y también se unieron a la expedición.
Pasaron junto a la isla de Fílira y los países de los macrones, los bequiros, los sapires, y los biceres, a continuación avistaron las cimas del Cáucaso y por fin la Cólquide.
Tras llegar a la desembocadura del río Fasis, penetraron en la corriente del río y lo remontaron hasta Ea, la ciudad donde Eetes tenía su palacio.
El Vellocino
En cuanto llegaron a la Cólquida, Jasón anunció a su rey Eetes su propósito de obtener el vellocino de oro.
El rey prometió que le dejaría marchar con él si antes conseguía uncir a dos toros que tenían las pezuñas de bronce y que respiraban fuego, arar un campo con ellos, sembrar sobre los surcos unos dientes de dragón y luego vencer al Dragón que permanecía al pie del árbol donde se hallaba el vellocino.
Medea, la hija del rey Eetes, que era hechicera, se enamoró apasionadamente de Jasón, por obra de Afrodita y Eros.
Por ello, y tras la intermediación de su hermana Calcíope, le ayudó a llevar a buen término su hazaña, previo compromiso de Jasón de llevarla consigo a Yolco, poniendo en práctica su hechicería.
Medea le dio a Jasón un aceite de propiedades mágicas para que se ungiera con él y no le hicieran daño los toros monstruosos. Tras haber conseguido uncir a los toros, lanzó los dientes sobre los surcos hechos en la tierra. De ellos brotaron cientos de hombres armados, llamados Espartos, que se lanzaron contra el héroe, pero este, siguiendo las instrucciones de Medea, arrojó una piedra entre ellos y los ejércitos se enfrentaron entre sí.
Luego, Medea provocó un terrible sueño al dragón, Jasón se apoderó de la preciada piel y huyó con el resto de Argonautas y con Medea en su embarcación, ya que Eetes se proponía incendiar el barco y matar a los Argonautas.
Pues en realidad el rey habia puesto las pruebas para eliminar a Jason, seguro de que no las superaria.
Apenas descubrió la fuga de Jasón y Medea y el hurto del vellocino de oro, se lanzó a la persecución del Argos.
Medea, para retrasarlo, dio muerte a Apsirto, su hermano, que viajaba con ella, y empezó a tirar al mar, uno a uno sus miembros. El infeliz Eetes, perdió un tiempo precioso tratando de recoger las partes del cuerpo de su amado hijo, y de este modo los fugitivos lograron alejarse definitivamente.
Mientras Eetes había anclado en alguna playa del Ponto Euxino para dar sepultura a su hijo, el Argo siguió su camino.
Resumo el viaje de regreso porque el interés del texto es el tiempo que pasaron en el Mar de Mármara y el Mar Negro.
El barco navegó por el Danubio, que entonces unía, se dice, el Ponto con el Mar Adreiático, subió por el Eridano (el Po) y por el Ródano, junto a las tierras donde moraban los Ligures y los Celtas, se adentró de nuevo en el Mediterráneo y cruzó cerca de la isla de las Sirenas.
Desde muy lejos se oía el canto embrujador de las Sirenas. En ese momento, Orfeo, músico de Tracia, con su melodiosa lira y su carismática voz, se puso a cantar de tan bello modo, que ninguno de los Argonautas se animó a corresponder a la llamada de las Sirenas. Las nostálgicas melodías de Orefeo les hablaban del hogar, de los seres queridos que les esperaban en la patria y sembró en sus corazones el deseo del retorno.
Tras una larga travesía, pasando por el reino de Circe, por los estrechos de Caribdis y Escila, por la isla de Feacos y por las costas de Libia, llegaron a Creta, donde tuvieron que enfrentarse al gigante Talo, el robot que había creado Hefesto.
La astucia y los hechizos de Medea neutralizaron las fuerzas de Talo, puesto por el rey Minos para defender la isla e impedir las incursiones de forasteros.
Siguiendo su ruta por el Mar de Creta y tras enormes dificultades, cruzaron el Efeo y llegaron al fin a Yolco, trayendo consigo el codiciado vellocino de oro.
Había llegado el momento en que Jasón reclamase al rey Pelías su legítimo derecho al trono. Pelías, que mientras faltó Jasón había asesinado a todos los parientes de éste, se negó a cederle el trono.
Así Jasón decidió refugiarse una vez más en los mágicos poderes y en la habilidad de su mujer. Medea logró introducirse en el palacio y convencer a las hijas de Pelías para que participaran en el asesinato de su padre creyendo que de este modo le devolvería la joventud perdida.
A partir de este punto, son muchas las variantes que existen.
Una de ellas narra que Jasón y Medea reinaron en Yolco y años más tarde concibieron un vástago, confiándole su educación al Centauro Quirón.
Otra variante dice que se marcharon a vivir en Corinto, dejando el trono de Yolco a Acasto, el único hijo varón de Pelías.
A muchos les sonará la Medea Eurípides como una de las grandes tragedias clásicas griegas.
En esta representación se cuenta la historia de una misteriosa hechicera y la peor de las venganzas
Eurípides no trata de las aventuras de héroes que luchan contra los dioses, sino que se centra en el dolor de una mujer y su terrible venganza contra aquel que la injurió
La historia inicia mucho antes de esta tragedia con el gran aventurero Jasón, el argonauta que viaja en busca del Vellocino de Oro y que lucha por recuperar la realeza de sus antepasados: en este relato Jasón no se retrata como valiente, noble y justo, sino que se muestra como traidor y ambicioso
Detrás del éxito del navegante se encuentra Medea, que ha ayudado a Jasón a triunfar en sus aventuras: A cambio de su ayuda, el argonauta la toma como esposa y con ella tiene dos hijos.
Pero poco dura su fidelidad, pues al no ser nombrado rey de Yolcos, y al ver la oportunidad de gobernar en Corintos, acepta la propuesta del rey Creonte de casarse con su hija.
Así, Medea, a punto de ser exiliada, toma su dolor y lo usa para conseguir su venganza: en menos de un día consigue matar a la princesa y a su padre, y le permite vivir a Jasón sólo para causarle el mayor dolor al asesinar a sus propios hijos y logra escapar en el carro jalado por serpientes aladas, regalo de su abuelo, el dios Helios
La figura de Medea aparece de forma recurrente en distintos relatos griegos: se le ve como mujer enamorada, víctima dolida o mujer peligrosa y cruel. Sus características son inestables, se transforman y moldean dependiendo del tiempo, los autores y el lugar, pero aún así siempre resalta por ser distinta a las otras mujeres de la mitología griega.
Medea es una extranjera o bárbara, originaria de la Cólquide, lugar lejano al mundo griego y, por lo tanto es ajena a los valores de la civilización; es la sobrina de la bruja Circe, es adoradora de Hécate (diosa de la Luna, la magia y la muerte), es irracional, impulsiva y famosa por su manejo de los venenos. Los asesinatos que comete Medea, en especial el de sus hijos, es una de las escenas más crueles del teatro clásico griego, pero en el relato es justificado por la infidelidad de su esposo, y avalado por los mismos dioses.
Por otro lado Jasón es innoble y ambicioso, nunca ha triunfado por su cuenta, y a diferencia de otros héroes, como Hércules o Aquiles, no muere de forma gloriosa. Su final es profetizado por la propia Medea, y muere aplastado por el mástil de su propio barco mientras duerme.
Así termina la saga del más famoso de los argonautas, opacada por la ira de una mujer.
Según los hechos de la remota época a la que se refieren, se llega a la conclusión de que hábiles marinos griegos hicieron una serie de proezas al mismo tiempo que describían el mundo con sus viajes, completando así sus conocimientos geográficos. El importante descubrimiento del Ponto Euxino, que hasta entonces se creía que era un mar (pontos=mar) y la difusión del helenismo en las regiones que éste bañaba, es lo que se deduce de los relatos del viaje y el itinerario de Argos.
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