La solución política a la cuestión de Palestina continuaba sin llegar y la endocolonización de asentamiento en Al-Quds-Jerusalén Este y Cisjordania no dejaba de avanzar.
Era difícil ocultar que Fatah-ANP había sido incapaz de llegar a un acuerdo integral y justo para el pueblo palestino.
Además, se habían experimentado casos de represión intrapalestina durante la Intifada de Al-Aqsa por parte de las nuevas fuerzas de seguridad de la ANP controladas por la organización. Igualmente, cada vez pesaban más las acusaciones de corrupción contra el partido que había liderado Arafat y obviamente el carisma y el prestigio de Abbás no eran comparables a los de su predecesor.
Todos estos factores, unidos a la aureola de honestidad, de incorruptibilidad, de resistencia hasta las últimas consecuencias y de no colaboración con el Estado de Israel, además de su contribución asistencial y social, y al hecho de que las fuerzas israelíes detuvieran antes de las elecciones palestinas a unas 450 personas de Hamás, condujeron a esta organización a ganar los comicios de 2006.
Estas elecciones vinieron precedidas de las presidenciales de enero de 2005 que, como se ha indicado, ganó Abbás, y también de las municipales, que se celebraron en varias fases entre diciembre de 2004 y diciembre de 2005.
Si bien Hamás no participó en las presidenciales, sí lo hizo en las municipales. De esta manera, se ha considerado que este momento supuso “un paso importante en la transformación del movimiento islamista en una organización política”
En las elecciones locales, Fatah y Hamás se repartieron la victoria en diferentes fases y zonas. Sin embargo, destacó la impresionante victoria de la organización islamista en ciudades y campos de refugiados en la última fase electoral.
Las elecciones de 2006 elegían a un nuevo Consejo Legislativo Palestino, la institución de la ANP que al mismo tiempo elegía al primer ministro. Los comicios se habían retrasado por la Segunda Intifada y por los desacuerdos entre Fatah y Hamás en cuanto a la modificación del sistema electoral.
Al final, la organización islamista, encabezada por Ismail Haniye, quedó en primera posición con el 44 por ciento de los votos; Fatah, con Farouk Kaddoumi como cabeza de lista, en segundo lugar, con un 41 por ciento; y en tercer lugar el FPLP de Ahmad Sa’adat, con más de un 4 por ciento.
También fueron unas elecciones históricas en el sentido de que, al presentarse a la elección del principal órgano legislativo de la ANP, por primera vez Hamás, que no formaba ni forma parte de la OLP, aceptaba la existencia de la ANP.
Por tanto, implícitamente, esto significaba aceptar también el marco de la Resolución 242, los Acuerdos de Oslo y la existencia del Estado de Israel. La realpolitik de Hamás había llegado
La victoria de Hamás en las elecciones de 2006 provocó una conmoción en el Estado de Israel y entre sus aliados del Atlántico Norte.
A la habitual campaña mediática de descrédito contra numerosos agentes y realidades que tuvieran que ver con Palestina se sumaron ahora las sanciones contra la ANP y contra diputadas y diputados de Hamás.
Estas fueron impuestas por Israel y por el “Cuarteto”, entidad supranacional formada en 2002 de la que formaban parte EE UU, la ONU, Rusia y la Unión Europea.
Aunque el pueblo palestino había votado democráticamente, había votado “mal”, por lo que tenía que ser castigado.
Hasta cierto punto, el Estado de Israel y el Cuarteto aceptaban a Fatah, pero no a Hamás, considerada una organización terrorista y que siempre había planteado más resistencias y menos posibilidades de colaboración con Israel.
De hecho, a modo de ejemplo, posteriormente en los conocidos como Palestine Papers salió a la luz que el MI69 intentó desde 2004 que Fatah fuera la única fuerza que pudiera dirigir la ANP. De igual modo, fuentes estadounidenses declararon que el departamento de Estado, dirigido entonces por Condoleezza Rice, también intentó infructuosamente que Abbás ganara las elecciones de 2006
El caso es que las amenazas y presiones contra el partido de Abbás y contra el de Haniye se multiplicaron, así como el deseo de dividir y provocar un enfrentamiento entre las dos primeras fuerzas políticas palestinas. Y, en efecto, en este contexto se dieron los primeros choques políticos y en la calle entre miembros de ambas organizaciones.
El 29 de marzo de 2006 se formó un nuevo gobierno de la ANP encabezado por Haniye, con ministros de Hamás y cuatro independientes. Mientras tanto, Israel y el Cuarteto continuaban presionando y establecían como primera condición sine qua non que Hamás reconociera explícitamente el derecho a existir del Estado de Israel, que rechazara la violencia y que aceptara claramente los “acuerdos” anteriores.
A pesar de que Hamás no aceptó estas imposiciones, sus ministros en el gobierno renunciaron a su militancia en la organización islamista como gesto de buena voluntad.
En marzo de 2007, en un intento de rebajar la tensión, se formó un nuevo gobierno de unidad nacional incluyendo a seis ministros de Fatah.
Aun así, los acontecimientos fueron complicándose y enturbiándose hasta que estalló una pequeña guerra civil entre Fatah y Hamás que acabó con centenares de personas muertas.
Es lo que Israel y EE UU llevaban tiempo buscando. En este contexto, el gobierno de unidad nacional se disolvió y Hamás tomó el poder en la Franja de Gaza en junio de 2007 deponiendo a altas funcionarias y funcionarios de Fatah en la zona. Desde aquellos momentos y hasta la actualidad, con numerosos intentos de reconciliación —algunos de ellos con cierto éxito, como el gobierno de unidad nacional Fatah-Hamás entre 2014 y 2015—, la Franja de Gaza ha sido gobernada por Hamás. Por su parte, el gobierno de Cisjordania ha estado en manos de la ANP dominada por Fatah, por lo que puede considerarse que han existido dos gobiernos palestinos.
Sin embargo, a pesar de esta división, también cabe tener en cuenta que el 31 de octubre de 2011 la diplomacia palestina se apuntó un tanto. Palestina fue admitida como miembro de pleno derecho en la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO, por sus siglas en inglés). Un año después, el 29 de noviembre de 2012, se consiguió otro logro diplomático. La Asamblea General de la ONU aprobó su Resolución 67/19 (UNOA, 2012), que elevaba el estatus de Palestina a Estado observador no miembro, la misma condición que el Estado de la Ciudad del Vaticano.
El 3 de enero de 2013, Abbás firmó un decreto presidencial que de manera oficial cambiaba el nombre de la ANP a “Estado de Palestina”. En ese momento, 132 de los 193 estados miembros de las Naciones Unidas reconocían a este Estado.
Sin embargo, a pesar de la denominación, realmente no se trataba de un Estado, sino de una transformación de la ANP. El 30 de julio de 2019 ya eran 138, es decir, un 71,5 por ciento de todos los estados miembros de la ONU.
Por otro lado, entre los años 2006 y 2007, el Estado de Israel impuso un bloqueo por tierra, mar y aire contra la Franja de Gaza y su población.
También contribuyó al bloqueo Egipto por el paso meridional de Rafah, ya que varió y limitó los permisos de entrada y salida de bienes y personas, lo que generalmente comportaba numerosas dificultades a la población palestina de Gaza.
Una de las primeras medidas que adoptó Abdelfatah Al-Sisi, que accedió al poder en Egipto apoyado por EE UU tras un golpe de Estado contra Mohamed Morsi en julio de 2013, fue cerrar el paso de Rafah. Desde el inicio del bloqueo, las autoridades israelíes impidieron e impiden la libre circulación de personas, pero también de ayuda humanitaria, de material médico y de productos como folios de papel o garbanzos El argumento que numerosas veces han esgrimido las autoridades israelíes ha sido “cuestiones de seguridad”.
Con el bloqueo, el Estado de Israel también reforzó una valla en torno a la Franja que empezó a ser construida en 1994 y amplió la buffer zone (“zona de amortiguación”) sobre la línea de separación Gaza-Israel hasta 300 metros. Acercarse a ella podía y puede suponer la muerte.
De hecho, fuerzas israelíes disparan con frecuencia contra agricultores palestinos que trabajan tierras cercanas. En este contexto se enmarcaron las protestas iniciadas el Día de la Tierra Palestina de 2018, repetidas cada viernes también durante 2019 y llamadas “Gran Marcha del Retorno”. Se basaban en el acercamiento no violento de miles de personas palestinas de la Franja hacia la buffer zone para reivindicar el derecho al retorno de las y los refugiados palestinos.
Entre otros elementos, la respuesta israelí fue apostar francotiradores en una zona cercana, lo que supuso el asesinato de 324 palestinos (incluyendo 61 menores de edad) en el primer año y medio de protestas, entre el 30 de marzo de 2018 y el 30 de septiembre de 2019.
En el caso del mar Mediterráneo, el Estado de Israel ha ido reduciendo la zona en la que permite a los barcos pesqueros palestinos faenar y moverse y los ha sometido sistemáticamente a ataques y disparos.
Respecto al espacio aéreo, los vuelos de aviones F-16 y, cada vez más, de drones teledirigidos que producen un intenso zumbido empezaron a formar parte, y continúan haciéndolo, del día a día en la Franja de Gaza.
A principios de 2018, el secretario general de la ONU, António Guterres, aseguró que la Franja de Gaza sería “inhabitable” en 2020 excepto si se tomaban las medidas necesarias para acabar con el bloqueo israelí
Los diferentes intentos de retomar el denominado “proceso de paz” no han tenido éxito: ni la “hoja de ruta” del Cuarteto ni la Iniciativa de Ginebra de 2003, ni la propuesta franco-italo-española del 2006, ni la Conferencia de Annápolis del 2007, ni las conversaciones directas del 2010 ni de los años 2013-2014, ni el plan de Abbás del 2014, ni las propuestas de Donald Trump —que ya violó de manera flagrante el derecho internacional no solo trasladando la embajada de los EE UU de Tel Aviv a Al-Quds-Jerusalén entre diciembre del 2017 y mayo de 2018, sino también reconociendo la soberanía israelí sobre los Altos del Golán sirios en marzo de 2019—.
A veces, algunas de estas propuestas o puntos de partida para la negociación ni siquiera contemplaban la aplicación de la Resolución 242 ni el desmantelamiento de todas las colonias de Al-Quds-Jerusalén Este y Cisjordania, sino simplemente “parar” el crecimiento de la colonización o incluso solo “desacelerarlo”.
El retroceso histórico del pueblo palestino era indudable.
Aquello que el poeta Mahmoud Darwish expresó como “la tierra estrecha para nosotros” puede sintetizarse en el siguiente proceso histórico: después de la Nakba, se ponía encima de la mesa la necesidad de la recuperación de la totalidad de la Palestina histórica.
Tras la Naksa de 1967 empezó a imperar la idea pragmática de que solo sería posible recuperar el 22 por ciento de la Palestina histórica que conformaban los territorios ocupados.
Con los Acuerdos de Oslo de los años 1993 y 1995, los territorios ocupados pasaban a ser en distintos ámbitos “territorios en disputa”, gran parte de ellos también quedaban en manos israelíes y cada vez estaban más divididos, como bantustanes de la Sudáfrica del apartheid, megaguetos o megaprisione
En el siglo XXI, y especialmente con la era Netanyahu a partir del 2009, en numerosas ocasiones no se han podido iniciar conversaciones israelo-palestinas no solo por la negativa del Estado de Israel a desmantelar colonias —una medida que prescribe el derecho internacional—, sino porque ni siquiera se ha aceptado valorar la posibilidad de parar o desacelerar su crecimiento.
El siglo XXI ha demostrado que bombardear a personas palestinas da votos en el Estado de Israel.
Las elecciones de febrero de 2009 vinieron precedidas de bombardeos masivos del ejército israelí sobre la Franja de Gaza, en lo que el Estado de Israel denominó “Operación Plomo Fundido” y que tuvieron lugar entre el 27 de diciembre de 2008 y el 18 de enero de 2009.
Con el pretexto del lanzamiento de cohetes por parte de Hamás u otras organizaciones palestinas presentes en la Franja, este ataque significó el asesinato de 1.417 personas palestinas.
Por su parte, 9 personas israelíes murieron a manos palestinas, 6 de ellas militares. La justificación de los bombardeos y la dureza discursiva utilizada por Benjamín Netanyahu fueron fundamentales en su victoria en las elecciones del 2009. De manera similar, las elecciones israelíes de enero del 2013, que también ganó Netanyahu, vinieron precedidas por nuevos bombardeos masivos contra la Franja de Gaza. Bajo el nombre israelí de “Operación Pilar Defensivo”, estos ataques durante noviembre de 2012 acabaron con la vida de 158 palestinos
En el verano de 2014, meses antes de las elecciones del 2015 en las que Netanyahu también quedó en primera posición, el ejército israelí asesinó a más de 2.200 personas de la Franja de Gaza. Más de 550 de ellas eran niñas y niños.
Se trató del mayor episodio de lo que el historiador israelí Ilan Pappé denominó el “genocidio progresivo” del Estado de Israel contra la población de la Franja de Gaza.
Después de los bombardeos masivos de julio y agosto de 2014, UNICEF declaró que unos 400.000 menores de edad palestinos necesitaban ayuda psicológica urgente. Una ayuda que las autoridades israelíes han impedido que entrara
El documental Nacido en Gaza (2014) y Gaza (2018), este último ganador del Premio Goya al mejor corto documental del año 2019 reflejan la situación terrible de los niños y niñas en la Franja.
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