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Yemen, el país desconocido y la guerra olvidada (III)

Desde la Unificación hasta la Primavera árabe yemenie 2011

Yemen había sido una entidad cultural: incluso antes de la llegada del Islam, existía “la idea de Yemen como una unidad natural” cuyas estructuras estaban referidas a la religión o la dinastía, pero no al territorio. 
La historia política del Yemen moderno ha estado determinada por la presencia de dos potencias extranjeras: los imperios británico (controlando el Sur) y otomano (controlando el Norte), que antes de la unificación generaron una dinámica histórica muy diferente en ambas.

 Yemen del Sur. 
A finales del siglo XIX la región de Oriente Medio era considerada un lugar geoestratégico para Reino Unido: los británicos pretendían asegurar la ruta de las especias que desde Ceilán (Sri Lanka), Java y Sumatra, y pasando por el Estrecho de Malaca llegaba a Kerala en la parte sur de la India para bifurcarse en dos posibles caminos, hacia el Golfo Pérsico o hacia el Mar Rojo. 

Los británicos estaban obligados a controlar ambas vías para mantener sus ventajas geopolíticas diversas.
  En la ruta hacia el Mar Rojo se consideró útil controlar la pequeña Isla Perim —situada en el estrecho de Bab el-Mandeb— que facilitaría un control y bloqueo del acceso al índico. La isla sin embargo no era apropiada para acoger la fuerza naval británica y el Sultán de Lahej accedió a recibirlos en Adén, negociando acuerdos que fueron rechazados.
 Los problemas que sufrieron algunos barcos británicos y la negativa del sultán a ceder la soberanía sobre los ciudadanos de Adén, provocó que Reino Unido tomara la ciudad por la fuerza en 1839. Aunque su captura fue un acto de conquista, la relación posterior con los sultanatos, emiratos y reinos de Yemen, así como la adquisición de nuevos territorios, se regularizó a través de pagos anuales y acuerdos bilaterales

Sin embargo, la soberanía directa de Reino Unido en el Sur de Yemen era muy limitada: circunscrita a la propia ciudad de Adén y sus alrededores, además de algunas islas clave como las Islas Kuria Muria, Kamaran y Perim. 
 Al hilo de los sucesivos avatares de la organización territorial del Imperio, las posesiones británicas en el territorio yemení fueron cambiando su estatuto político: Asentamiento de Adén (1839–1932) y Provincia de Adén (1932–1937) gobernada como parte de la India Británica. 
 Años después, la Ley del Gobierno de la India de 1935 declaraba que: “Adén dejará de ser parte de la India” , y por ello, desde 1937 fue una colonia real bajo el nombre de Colonia de Adén (1937–1963) y Estado de Adén (1963–1967). 
 Ahora bien, junto a este territorio de soberanía directa, existía una amplia región del sur de Yemen divida en diversos estados, sultanatos o emiratos, que se unieron nominalmente bajo protección británica bajo el estatuto administrativo de Protectorado de Adén.
 En él los ciudadanos no tenían la ciudadanía británica y funcionaban de modo similar a los Estados de la Tregua del Golfo: a cambio de la seguridad británica, los emiratos se comprometían a no establecer ninguna política exterior con otras potencias extranjeras sin consultarles. 

Por supuesto, la existencia de diferentes centros de poder en el territorio del protectorado exigió una pacificación que los británicos lograron a través del pragmatismo y no del costoso dominio militar: a cambio de un estipendio mensual o anual a los diferentes líderes, estos se comprometían a mantener la paz dentro de sus territorios y con los territorios vecinos; el uso de fuerza área selectiva para doblegar a tribus díscolas y la construcción de carreteras en las zonas fundamentales de Adén permitieron el control del vasto territorio del protectorado, que estaba dividido administrativamente en una zona occidental y otra oriental; pero debido a algunas resistencias indígenas, en 1959 algunos emiratos de la parte occidental se unificaron formando la Federación de Emiratos Árabes del Sur.
En 1963 —tras los sucesos violentos de la llamada Emergencia de Adén— se unieron otros emiratos occidentales y el Estado de Adén, formando la Federación del Sur de Arabia hasta 1967. Cuatro estados del protectorado oriental no se unieron a la Federación y siguieron agrupados bajo el Protectorado del Sur de Arabia. 
 En resumen, justo antes de la retirada de los británicos, el Sur de Yemen estaba dividido en una parte occidental —Federación del Sur de Arabia— y una parte oriental —Protectorado del Sur de Arabia—.

Con la independencia en 1967 la Federación, absorbiendo a la parte oriental, se convirtió en la República Democrática Popular del Yemen (Yemen del Sur) de ideología marxista y vinculada a la Unión Soviética con quien mantuvo alianzas geoestratégicas.

 Yemen del Norte. El territorio de Yemen de Sur tenía una frontera norte con el Vilayato de Yemen, bajo control del Imperio Otomano desde el siglo XVI. No obstante, la lejanía respecto al centro imperial en Estambul y la naturaleza montañosa de algunas partes del territorio, hacían que el control otomano fuera difuso: la verdadera importancia de la península Arábiga residía en las zonas costeras del Mar Rojo y el Golfo Pérsico por motivos estratégicos comerciales, y en las ciudades sagradas de Meca y Medina de la región de Hiyaz, ya que los Otomanos se habían erigido en protectores del Islam y de esa narrativa religiosa dependía su legitimidad política. 
Pero la soberanía sobre al-Hasa —la región oriental de la península— y el distante territorio de Yemen fue intermitente y relajada porque los costes del control eran mayores que las ganancias que podían adquirir a través de la tasación. 
Por ello, la presencia otomana en Yemen suele ser divida en dos periodos diferentes:: en el primero, desde 1538 hasta 1636 el Imperio crea el Eyalato de Yemen y se esfuerza por controlar algunas zonas, especialmente las costeras y el puerto de Adén, pero también las tierras altas del norte que estaban habitadas por los zaydíes, quienes expulsaron a las últimas guarniciones otomanas destruyendo el Eyalato. 
 El segundo se refiere al Vilayato de Yemen y comienza en la segunda mitad del siglo XIX con un control más estrecho en las regiones interiores y la costa. Pero los británicos ya se habían apoderado de Adén y entraron en conflicto con los otomanos, con los que se llegó a un acuerdo fronterizo: la línea de demarcación que separaba el Vilayato de Yemen y el protectorado británico se conocía como Línea Violeta, se formalizó en 1914 y suponía la renuncia otomana formal al control de toda la zona sur de Yemen.

Sin embargo, los otomanos no eran capaces de controlar la zona norte donde, al menos desde el siglo X, se había establecido una sólida comunidad de una de las principales ramas del chiismo, la zaidí, estableciendo su propio imamato que resistía a la influencia del sunismo otomano. 
Tras la caída otomana en la I Guerra Mundial el antiguo Vilayato se independizó como Reino Mutawakkilita de Yemen, liderado por el Imán zaydí Yahya Mohamed Hamidaddin que trató de fortalecer la monarquía y extender su territorio: al norte en confrontación con Arabia Saudí y al Sur con los británicos.
  En esos años el nacionalismo árabe de corte republicano y constitucional estaba comenzando a extenderse, provocando en 1948 un golpe de estado. 
 Fracasó, pero Yahya fue asesinado y sucedido por su hijo Ahmad, también impopular, quien sufrió otro intento de derrocamiento en 1956. 
 Ahmad continúo la política conservadora y autoritaria de su padre. 
De hecho, el presidente egipcio y líder del nacionalismo árabe, Nasser, comenzó a ganarse la confianza del príncipe heredero, al-Badr, afirmando públicamente que Yemen se modernizaría y avanzaría cuando sucediera a su padre.
 El nacionalismo comenzaba a extenderse entre las capas sociales más jóvenes y el Imán Ahmad se vio presionado para buscar un acercamiento con China y la URSS y unirse a la República Árabe Unida (RAU), en la que permaneció hasta 1961. 
 Cuando murió el Iman Ahmad, su hijo al-Badr le sucedió en el trono anunciando una serie de medidas muy progresistas. Pero los golpistas se apresuraron a dar el golpe de estado antes de que estás medidas socialmente populares hicieran ganar apoyo a al-Badr y le permitieran mantener la monarquía. 
 El derrocamiento definitivo del Imamato propició el establecimiento de la República Árabe de Yemen bajo el patrocinio de Nasser, desencadenándose una guerra civil dentro del marco de la Guerra Fría Árabe entre los partidarios de la restauración de la Monarquía apoyados por Arabia Saudí e inicialmente también por Jordania, Reino Unido (este último temía la influencia de Nasser en Yemen del Sur e incluso Israel, y los partidarios del Golpe de estado, con el apoyo del Egipto de Nasser. 

Finalmente las fuerzas republicanas derrotaron a las últimas resistencias realistas en 1970, momento en el que Arabia Saudí reconocía la República.
 Sin embargo, el bastión de resistencia monárquica del Norte, la provincia de Saada, nunca fue conquistada por las tropas republicanas. Esta circunstancia, como veremos, ha tenido consecuencias fundamentales para la inestabilidad de Yemen.

La fragmentación territorial no eliminó la idea de la unidad yemení, siempre culturalmente considerada una entidad distintiva. 
 La evolución del concepto mismo de la unificación refleja las diferentes vicisitudes histórico-políticas. con tres fases diferentes en la concepción de la unidad:
 La primera estaba vinculada a los intereses nacionalistas de los imanes zaydí del Norte, fruto de las aspiraciones expansionistas de Hamidaddi que exigía la integración en su reino del territorio de Asir en el norte y de Adén y los territorios del protectorado británico en el Sur; pero esta concepción del Gran Yemen no cuajó políticamente ni en el Norte ni en el Sur, más preocupados de su oposición política interna. 
A mediados de los años cincuenta se inicia la segunda fase del nacionalismo yemení vinculado al nacionalismo árabe capitaneado por Nasser. Este nacionalismo “progresista” arrinconó al nacionalismo “conservador” del imamato y generó más interés y expectativas, considerando que los obstáculos para este “noble fin” de la unidad de Yemen eran la tiranía del Imán en el Norte y el colonialismo británico en el Sur. 
Sin embargo, en 1962 tras la caída del imamato en el Norte y en 1967 la independencia del Sur, la unidad no se produjo automáticamente. 

Al contrario, a partir de los años sesenta, se inicia la tercera fase en la que las vicisitudes de la unificación dependieron de las circunstancias políticas domésticas de cada estado, que tras sus respectivas independencias habían seguido pautas políticas, económicas e ideológicas antagónicas: 
Yemen del Norte era considerado capitalista y Yemen del Sur socialista. 

Sin embargo, ambos “sistemas” eran más etiquetas ideológicas que estrictamente políticas.
 Las economías de ambas partes eran mixtas, con ayuda financiera externa similar y con un subdesarrollo similar. 
Este carácter mixto obedecía a razones históricas: el Norte por su aislamiento geográfico era más agrario-feudal, y el Sur por la importancia comercial del puerto de Adén, la situación costera y su influencia británica desarrolló un sistema de clases, mercados y empresas capitalistas. 
Sin embargo, en los años 60-70 el Norte se convirtió en una economía con pocas restricciones, mientras que el Sur quedó controlado por el Partido Socialista con una economía nacionalizada. Pero los antecedentes históricos de ambos impidieron que cayeran en un estado capitalista y socialista “puros” 

 La posibilidad de unificación parecía difícil debido a las complejas relaciones fronterizas e ideológicas. Algunas autoridades consideraban que la unificación no sería posible en un plazo de menos de 50 años  

El proceso tuvo cinco fases:
 La primera abarca 1967-1972: tras la independencia del Sur se generaron ciertas expectativas de unificación que, debido a la deriva ideológica antagónica de ambos países, acabaron en la primera guerra fronteriza de 1972. El documento del Acuerdo del Cairo que puso fin al conflicto constaba de 15 artículos donde se afirmaba que “Los dos gobiernos han acordado el establecimiento de un estado unificado uniendo las dos partes de Yemen, norte y sur, de acuerdo con las bases y los principios que se mencionan a continuación”. Aunque se consideraba que el nuevo estado sería “republicano, nacional y democrático”, existía el compromiso de que “el estado unificado garantizará todas las ganancias que las dos revoluciones de septiembre y octubre han realizado” 

 Un mes después, en Tripoli las dos partes “concedieron” —sin un compromiso políticamente serio— las dos exigencias más esenciales: el Sur aceptaba que la sharia islámica sería “la principal fuente de la legislación”, mientras que el Norte aceptaba que el nuevo Yemen sería socialista y que se permitiría una única organización política poderosa.

 El islamismo del Norte y el marxismo del Sur parecían irreconciliables: los líderes tribales y Arabia Saudí se oponían al ateo y anti-tribal vecino del Sur, y este difícilmente aceptaría el pluralismo multipartidista del Norte, puesto que para el Yemen marxista la unificación exigía previamente la creación de un único partido de vanguardia revolucionario.

2. La segunda comprende 1973-1981: a pesar de las buenas intenciones del Acuerdo del Cairo, no se continuaron los esfuerzos de unificación, y en 1979 estalló la segunda guerra fronteriza entre ambos territorios. 
 El conflicto concluyó con la Cumbre de Kuwait donde se firmó una declaración conjunta de los presidentes del Norte y del Sur, y en la que se insistía en lograr “el preciado objetivo del pueblo yemení de la unidad yemení”, considerándolo como un “noble objetivo” y “un imperativo histórico”. La declaración conecta la unificación yemení y las aspiraciones nacionalistas árabes —el “destino árabe”— exacerbadas por los recientes acuerdos del presidente egipcio Sadat con Israel, percibidos como conspiratorios y signo de capitulación ante el imperialismo sionista. 
Por ello, “considerando que la unidad yemení reforzará la solidaridad árabe antiimperialista y sionista y fortalecerá la justa lucha nacional árabe contra el enemigo común representado por la traidora alianza sionista-estadounidense-imperialista”, se considera necesario redoblar esfuerzos en la lucha por la unificación de Yemen. 
Sin embargo, la estrategia del Sur se desvela claramente: en 1976 se crea el Frente Democrático Nacional (FDN) constituido por grupos opositores de izquierdas —que contaban con vínculos ideológico-organizativos con el Sur— al régimen del Norte cuyo objetivo era unificar Yemen bajo el paraguas ideológico-político del Sur socialista  Por su parte, la política del recién nombrado presidente del Norte, Saleh, a partir de 1978 fue un intento de acercamiento a los líderes del Sur y al FDN —incluso en 1979 llegó a un acuerdo armamentístico con la URSS—, que encontró oposición interna del sector tribal e islamista con la creación del Frente Islámico —desde 1990 Islah o Congregación Yemení para la Reforma—: el islamismo yemení siempre tuvo como objetivo el “izquierdismo ateo” del Sur marxista (Yadav, 2015).

3. La tercera abarca 1981-1988: la retórica verbal de los acuerdos anteriores no se correspondía con verdaderos esfuerzos políticos. Pero algo invirtió esta tendencia: las luchas internas entre las dos facciones del Partido Socialista del Sur, la de Abdul Fattah Ismail que se oponía a la del entonces presidente Ali Nasir, desencadenaron los acontecimientos sangrientos de 1986 en Adén. Ismail y otros líderes opositores fueron asesinados y el presidente Nasir tuvo que refugiarse en el Norte, lo que favoreció los diálogos con Saleh.

4. La cuarta comienza con los encuentros de abril y mayo de 1988. En ellos se tomaron por primera vez medidas que permitieron un acercamiento real entre ambos países: se creó una zona fronteriza desmilitarizada, se establecieron puestos fronterizos conjuntos que posteriormente permitieron a los ciudadanos cruzar la frontera con tarjetas de identificación; se creó una compañía petrolífera conjunta para la explotación de los yacimientos petrolíferos recién encontrados. Aun así, spara las autoridades norteñas la unificación seguía sin ser una prioridad política.

5. La quinta comienza con el Acuerdo del 30 de noviembre de 1989 que generó una cascada de encuentros y medidas que culminarían con la declaración de unidad el 22 de mayo de 1990.

En este largo y tortuoso proceso hubo factores nacionales, regionales y globales que coadyuvaron a su éxito
 En el ámbito nacional la cooperación económica tras el descubrimiento de petróleo en 1984, culminó en un acuerdo de explotación conjunta que aceleraría la reunificación política (Carapico, 1993). Además, si la oposición de las tribus norteñas fue determinante para el fracaso de las tres primeras fases, a partir de los años ochenta Saleh consiguió extender su control a los territorios tribales acomodando a los líderes tribales en el sistema estatal, así como en diversos negocios económicos, estrategia que continuaría tras la unificación, especialmente a partir de 1994. 
Esta nueva situación suavizó el bloqueo tribal durante los últimos años ochenta. 
En el ámbito regional, el papel de Arabia Saudí, la mayor potencia de la península Arábiga, ha sido y sigue siendo clave en todo lo que concierne a la política Yemení. 

Las modernas relaciones entre Yemen y Arabia Saudí se inician en los años veinte debido a disputas fronterizas entre el líder saudí Ibn Saúd y el Iman Zaydí, que se agudizaron tras la creación oficial del Reino de Arabia Saudí en 1932: la primera guerra fronteriza entre ambos terminó con el Tratado de Taif de 1934 que estableció una partición que incorporaba grandes porciones (Asir, Jizan y Najran,) al país saudí, que ya habían sido negociadas en 1926 con al desparecido Emirato de Asir.

 Sin embargo, este acuerdo fue cuestionado una y otra vez por Yemen, muy especialmente a partir de la unificación, y no ha sido hasta el Tratado de Yeda del año 2000 cuando se ha producido una solución —no exenta de problemas— a esta disputa

En cualquier caso, el papel de Arabia Saudí respecto a la unificación de Yemen sufrió una evolución semejante a la tribal, y dependiendo de sus intereses apoyó al Norte o al Sur y, más tarde, la unificación. 

En el ámbito internacional, la cuestión más importante fue el cambio de relaciones geopolíticas

El proceso de unificación yemení no sólo se encontraba en la disputa regional en medio de la Guerra Fría Árabe, sino que también estaba condicionada por los intereses geopolíticos globales de la Guerra Fría mundial. 

Antes de la independencia del Sur, la Unión Soviética consideraba al Norte como un lugar estratégico, ya que su posible influencia permitiría presionar a los Estados del Golfo, de ahí que utilizara sus alianzas con Egipto, Libia, Siria e Irak para aumentar su influencia en Yemen, especialmente durante la guerra civil entre republicanos y monárquicos. 
Sin embargo, la revolución marxista y la instauración de un régimen comunista en el Sur permitieron una influencia directa y una ventaja naval en el Estrecho de Bab el-Mandeb, Adén y la Isla de Socotra.

En principio, ni Rusia ni Estados Unidos se habrían opuesto a la unificación de Yemen, pero el problema era el sistema político-ideológico que se impondría.

 Sin embargo, este “bloqueo geopolítico” despareció con el debilitamiento soviético durante los años ochenta, que redujo drásticamente su ayuda económica, militar y política al Sur. 

Esta situación obligó a los líderes de Adén a reconducir su política y a comenzar medidas de liberalización económica. 

La falta de alternativas condujo al Sur a buscar la unificación que nunca supuso la estabilidad real del país. Su primer presidente, Saleh, se encontró con varias fuentes de desestabilización 


La unidad nunca fue sólida ni carente de tensiones

Los factores de riesgo  procedían de diversos frentes socio-políticos, aunque se alimenten y a menudo refuercen mutuamente, y que derivan tanto del problema del tipo de territorialidad previa como de la no simultaneidad de los procesos de independencia y unificación.

a) La estructura tribal. La relación entre Estados y Estructura tribal es compleja y dialéctica. “En lugar de causar que el estado se debilite, las tribus persisten cuando el estado es débil”, y se convierten en proveedoras de marcos jurídicos, culturales e incluso servicios públicos allí donde las estructuras estatales no pueden o no quieren hacerlo. 

 Por ello, el fenómeno tribal es un rasgo estructural clave en Yemen: se calcula que entre un 25-35% de la población se agrupa de manera tribal y su influencia se ejerce también sobre aquellas poblaciones que habitan territorios controlados por las tribus. 

 Las tribus yemenís son fundamentalmente sedentarias, lo que ha hecho emerger una fuerte conexión territorial: “son unidades geográficas, políticas y territoriales con fronteras definidas”, rodeadas con zonas de amortiguación o seguridad (kufala) entre los diferentes territorios tribales.

 Son un factor esencial en la identificación personal y social de las personas

Como todo sistema tribal está organizado en torno a diferentes unidades: familias, linajes, clanes, tribus y confederaciones (o alianzas entre tribus para situaciones excepcionales), descendientes todas de la figura ancestral mítica Qahtan. 

La coexistencia del poder central del Estado y de las tribus genera siempre una tensión latente de lealtades dividas. 

 El Estado se ha servido del sistema tribal para reforzar su poder o para llegar a aquellos territorios donde el sistema centralizado no llegaba, encargándose de proveer a las poblaciones de infraestructuras y servicios básicos, a la creación del Estado Yemeni y a su identidad nacional. 

La tensión entre ambos sistemas socio-políticos es inevitable, porque la lealtad tribal emerge del parentesco, mientras que la estatal deriva de la ciudadanía. Si en el Yemen antiguo se mantenía una relación interdependiente entre las tribus y los reinos clásicos de los mineos, los sabeos y los himyaritas, tras su caída, sin una autoridad centralizada las tribus tuvieron que aprender a gestionar el uso de la tierra.

 En el Norte, su carácter árido e infértil hizo que la guerra se impusiera como mecanismo de control de los recursos escasos mientras que en el Sur las áreas fértiles propiciaron el establecimiento de pequeñas entidades políticas como sultanatos, emiratos y principados. […] Esta dinámica divergente entre Norte y Sur se incrementó aún más con los diferentes regímenes que se establecieron en las dos regiones. 
Desde entonces, el sistema tribal siempre ha mantenido una presencia importante en la vida social y política.

En la guerra civil del Norte las tribus se situaron a favor o en contra del bando monárquico o republicano, y salieron muy reforzadas debido al armamento que recibieron de las potencias extranjeras. 

En el Sur las tribus han gozado de menos poder e influencia debido al proceso de destribalización iniciado por los británicos —especialmente en Adén, puesto que en el resto del protectorado se llegaron acuerdos con los jefes tribales a través de pagos— y continuado por los comunistas.

Aunque Saleh logró disponer favorablemente a las tribus a la unificación, la tensión entre Estado y tribus ha persistido de una u otra manera, hasta que la llegada de la Primavera Árabe puso en evidencia ese inestable equilibrio.

De hecho, algunas tribus apoyaron a los manifestantes anti-Saleh y otras al movimiento pro-Saleh; además, algunos hombres tribales retiraron su apoyo aun cuando sus propios líderes permanecían fieles a Saleh 

b) La falta de integración norte-sur. Además la unificación del Norte y del Sur ha sido siempre precaria. Las diferentes trayectorias político-económicas dieron lugar a dos concepciones culturales y construcciones sociales mutuas: para los norteños, los yemenís del Sur eran “ateos” y sus mujeres eran demasiado “licenciosas”, mientras que los sureños consideraban a los del Norte como “ignorantes” y “saqueadores

La unificación no eliminó esta diferenciación, sino que más bien se logró de forma sesgada hacia el Norte, donde se concentraba más población. 

Uno de los más claros ejemplos de este dominio norteño se evidenció en el control de la educación con la “islamización” de la enseñanza, la eliminación de la escolarización obligatoria que existía en el Sur —lo que generó una disminución significativa de la escolarización femenina— y el fortalecimiento de los “institutos científicos” que habían proliferado en el Norte en los años setenta con financiación saudí y egipcia, especialmente en las zonas rurales controladas por las tribus y donde el control del Estado fue siempre precario, y que tras la unificación consiguió mayor matriculación que las empobrecidas instituciones escolares estatales.


 En las primeras elecciones del Yemen unificado en 1993 los resultados fortalecieron al Partido Socialista Yemeni que exigía más autonomía y un sistema federal rechazado por las autoridades norteñas y que terminaría desembocado en la guerra de 1994, que se saldó con la victoria de los partidarios de la unificación y el exilio de los separatistas. 

Políticos, empresarios, líderes tribales con el apoyo de Arabia Saudita  acudieron al Sur para aprovechar el vacío de poder, lo que reavivó la percepción de colonialismo Norte-Sur.  

La reticencia de Saleh a aumentar la descentralización alimentó la desconfianza del Sur en él, que terminó por generar en 2007 el Movimiento del Sur: un movimiento descentralizado y con movilización local en las que se insistía en la no-violencia para no ser identificados con los Huthis ni con los yihadistas de Al Qaeda.

 No obstante, desde 2009 el Movimiento del Sur inició también lucha armada exigiendo la secesión (infisāl). 

 Si en el inicio del Movimiento las demandas no cuestionaban la unificación, sino su gestión desequilibrada, buscando la “igualdad con los ciudadanos en el norte de la nación; empleos; mayor poder de decisión local; y un mayor control sobre los recursos económicos del sur, incluido el campo petrolífero más grande de Yemen en al-Maseela en la provincia de Hadramaut” , ahora algunas de sus organizaciones integrantes luchan por la secesión.

De hecho, desde 2017 se ha creado una especie de brazo político institucional bajo el nombre de Consejo de Transición del Sur (CTS), liderado por el que fue el Gobernador de Adén Aidarus al-Zoubaidi y que controla algunas de las regiones del sur yemení. El CTS tiene un estatuto y apoyo ambiguo tanto nacional como internacionalmente, aunque es alimentado por los Emiratos Árabes por sus propios intereses geopolíticos. El fortalecimiento del CTS dibuja dos escenarios potenciales: la independencia/secesión o la reconstrucción de Yemen en un estado federal (Foster, 2017).

c) El zaydismo del Norte. Otro factor desestabilizador tiene que ver con el zaydismo y sus reivindicaciones en el Norte. Los zaydíes son una rama del islam chií, que se inicia con Zayd b. ʻAli al-Husayni. De las complejidades doctrinales entre las diferentes ramas islámicas y entre los propios zaydíes, nos interesa rescatar tres rasgos para comprender sus derivaciones políticas frente al régimen republicano: (1) el Imán debe ser un descendiente de Ali, primo y yerno de Mahoma, a través de cualquiera de los dos hijos que tuvo con Fátima, la hija de Mahoma: al-Hasan y al-Husayn. (2) El Imam zaydí no es infalible, sin pecado y omnisciente sino que tiene que probar su liderazgo luchando por la fe, y puede ser depuesto por causas políticas. (3) Hay una clase de estatus superior compuesta por aquellas personas descendientes genealógicos de Ali y Fátima, a los que se les denomina sayyid (en plural sāda) y que además del derecho al Imamato tienen un conjunto de privilegios y de restricciones propias de su posición social. 

De hecho, a partir del siglo XVIII el Imamato se convirtió en hereditario y tras la caída del imperio otomano fue un bastión contra las fuerzas republicanas durante la guerra civil del Norte. Sin embargo, la región de Sadah —ahora una de las gobernaciones que componen Yemen— nunca fue conquistada por las tropas republicanas, y se integró en la república a través de un pacto de reconciliación: los republicanos no consiguieron transmitir a las tribus de Sadah que la creación de la república “representaba para ellos un factor de emancipación respecto a los sāda” (Dorlian, 2008). 

Debido a su carácter fronterizo con Arabia Saudí, a partir de los años ochenta Sadah se convirtió también en bastión del salafismo sunní, provocando como reacción que en la región el zaydismo se convirtiera en un rasgo identitario, religioso y político: en 1962 se creó una organización política de carácter zaydi llamado Partido de la Unión de las Fuerzas Populares, y en 1990 emergió el que aún sigue siendo el partido más importante de filiación zaydi, el Partido de la Verdad, como contrapeso político al sunismo de la Congregación Yemení para la Reforma (al-Islah).

 Ambos partidos han insistido en que el zaydismo es compatible con la modernización política y no está vinculado necesariamente con la defensa del primado del sayyid ni del Imamato, sino que aceptan el pluralismo y que la rebelión (jurudj) contra gobernantes ilegítimos se lleve a cabo a través de los cauces políticos establecidos '

 Ahora bien, el complejo rompecabezas político tras la unificación, hizo que el presidente Saleh apoyara al partido suní al-Islah para contrapesar la fuerza de los zaydíes tradicionalistas que querían restaurar el Imamato. 

Pero ante la creciente influencia de al-Islah apoyada por Arabia Saudí, Saleh cambió de política y estableció un acercamiento con Los Jóvenes Creyentes —un movimiento de revitalización zaydi que surgió y después se separó del Partido de la Verdad— liderados por el jeque tribal Hussein Badreddin al-Houthi. 

Este difícil e inestable equilibrio político fue la razón para que Saleh aprovechara la coyuntura de los atentados de las Torres Gemelas para aliarse con Estados Unidos en un intento de conseguir una mayor centralización del poder. Esta alianza con los americanos fue duramente criticada por los Jóvenes Creyentes y su líder al-Houthi. 

El intento de represión de Saleh enviando tropas a Sadah para detener a al-Houthi desembocó en un alzamiento zaydí en 2004 que se extendió hasta 2010 en seis fases y que estalló de nuevo en 2011 aprovechando la destitución de Saleh y que se recrudeció a partir de 2015

La continuación de la lucha huthi permanece actualmente en el grupo Ansar Allah (partidarios de Dios), que ha traspasado la frontera de Sadah y se ha extendido a otras gobernaciones incluyendo la toma de la capital Sana, institucionalizando su poder en la formación del Consejo Político Supremo de Yemen. 

El Gobierno Yemení acusa a los huthies de querer restablecer el imamato y de recibir ayuda militar de Irán, ambas acusaciones no demostradas. Pero lo cierto es que si en la historia del Yemen moderno las identidades sectarias no habían tenido un papel relevante, el levantamiento huthi y sus derivaciones están abriendo un nuevo frente de tensión sectaria en la unificación.

d) El islamismo y el yihadismo. Más brevemente, me referiré también a un último factor, y que es tanto una consecuencia como una causa. Toda esta compleja inestabilidad político-territorial ha fomentado el fortalecimiento de los grupos yihadistas salafistas. Al Qaeda en la Península Arábiga (AQAP) tienen precursores ideológicos en los primeros movimientos yihadistas que se formaron tras la vuelta de algunos muyahidines que habían combatido en Afganistán, y que comenzaron a operar como células locales que juraron obediencia a Al Qaeda Central . La franquicia AQAP se formó oficialmente en 2009 y desde 2011 las diversas unidades procedentes de AQAP se han agrupado bajo la organización Ansar al-Shari’a, ganando influencia en territorio yemení. El fortalecimiento de AQAP especialmente en el Norte se debe en gran parte a que para la coalición liderada por Arabia Saudí la prioridad militar ha sido derrotar la rebelión de los huthis, generando alianzas tácticas con AQAP o al menos tolerándoles. En el Sur, sin embargo, los Emiratos Árabes Unidos están combatiendo con éxito a los yihadistas. Por su parte, el Estado Islámico (EI) desde 2014 ha establecido una rama con el objetivo de ganarse a Yemen también como una provincia de su califato. Sin embargo, la fuerte presencia histórica de AQ y la excesiva violencia y radicalismo del EI le han regalado a un segundo plano en el yihadismo en Yemen Aun así, la proliferación del salafismo yihadista coadyuva a la fragmentación yemení.



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 Los libros de Historia que nos cuentan que en Palestina el pueblo  judio y el pueblo árabe han vivido codo con codo desde hace 250 años, comienzan con un primer engaño.  Los libros de Historia que nos hablan del pueblo judío en su eterno deambular por el mundo, en sus altibajos entre la diáspora y la búsqueda de la Tierra Prometida. El pueblo judío perseguido. El pueblo judio del Holocausto, parten de una gran mentira.   El pueblo judio no existe.   Fueron perseguidos europeos conversos al judaismo desde el Imperio Jázaro.  Europa persiguió y asesinó a su propio pueblo por motivos religiosos. Los judios europeos no son semitas. Incluso en la palabra antisemitismo hay una gran mentira histórica que pretende cimentar la historia de un pueblo judío descendiente del pueblo bíblico, ajeno al territorio que habita.   Existen personas judías, es decir personas que profesan el Judaismo, en todas las partes del mundo. Hay judios polacos, estadounidenses, alemanes o rusos; como hay  cristia

Sobre el pueblo judío

La primera cuestión que tenemos que resolver antes de entrar en la cuestión es ¿Qué es un pueblo? El diccionario dice: Conjunto de personas que vive en una población, región o país determinados. Para ser pueblo tiene que haber un territorio y unas personas que lo habitan.   Desde un punto de vista político, el pueblo son las personas que forman parte del Estado, sin ningún tipo de distinciones de raza, género, religión, nivel económico o social.   El pueblo italiano puede ser cristiano o musulmán, seguidor del Nápoles o del Milan. No existe el pueblo musulmán en Italia ni el pueblo protestante en Alemania, ni el pueblo seguidor del Ajaz en Holanda. Los pueblos tienen una vinculación con el territorio y la historia, y esa vinculación tiene que ver con el hecho de haber habitado, ininterrumpidamente durante años un territorio. Por lo que el concepto está ligado a veleidades históricas. Italia no existía antes del siglo XIX. La unificación se produjo a raiz de ideales nacionalistas que s