Muchos han aprovechado para matar dos pájaros de un tiro. Poner la foto de Putin maquillado es un modo de decir: el dictador homófobo malvado, frente nosotros, los gay-friends, los buenos, los demócratas, los que hemos llenado de colores los parques de los jardines y las fachadas de las instituciones de poder, las copas de los árboles y los pasos de peatones.
Artículos sobre los homosexuales perseguidos en Sudán, o en Irán parecen, más que mostrarnos una seria preocupación por los derechos humanos, lanzarnos a una autosatisfacción occidental, a una sensación de haber logrado niveles superiores de civilización.
A mí eso ya me da bastante para pensar, algo me chirría en esto. Algo paraliza mis pies antes de lanzarme a ese jolgorio multicolor neoliberal.
Si introduces en google "lucha obrera" te aparece una lista considerable de páginas o blogs de izquierda, pero si escribes "lucha LGTBI" te aparecen los periódicos con más tirada y los departamentos de igualdad de todas las democracias liberales. Lo mismo sucede si escribes "feminismo"
¿Por qué la democracia liberal se ha convertido en acérrima defensora de los derechos de la comunidad LGTBI y de las luchas del feminismo y sigue sacando a la policía cuando hay luchas de obreros?
¿Es que ha elegido un colectivo a quien mimar para que no se rompan sus estructuras de poder? ¿Significa esto que la comunidad LGTBI y el feminismo han conseguido todos sus objetivos al ser protegidas institucionalmente por las democracias liberales? ¿Deslegetima esta lucha entre partidos e instituciones por ver quién quiere más a los homosexuales y a las mujeres toda la larga lucha por sus derechos no siempre en condiciones tan maravillosas?
No es este el primer debate que se presenta dentro del movimiento LGTBI.
Desde las revueltas de Stonewall el movimiento inició un levantamiento de emancipación sexual, ideológica y política de corte crítico y radical que pretendía transformar el sistema buscando más la anulación de las opresiones estructurales que los meros cambios institucionales.
Hacia los años 80 el capitalismo neoliberal ajustó sus dispositivos de dominación a las nuevas realidades sociales y se declaró como un factor importante para la reformulación del movimiento; por lo que la vertiente conservadora LGTBI tenía las puertas abiertas para participar en el neoliberalismo. Muchos gays ricos o de clase media alta, acomodados económicamente, con profesiones liberales, se unieron y dieron sus rostros para las campañas del partido demócrata de Estados Unidos. Comenzó un uso y abuso de banderas arcoiris en las fachadas de los edificios públicos. La lucha de las banderas en instituciones entre partidarios y opositores parecia ser el único objetivo del movimiento LGTBI.
Pero existe otro activismo LGTBI que rechaza el gran apoyo del neoliberalismo a sus luchas, alegando que ese modelo económico es un modelo politico y cultural que las ha desvirtuado sus demandas y los ha convertido en souvenirs para el gran negocio del gran circo del Orgullo patrocinado por el poder financiero y estatal.
Denuncian el lavado de cara que cualquier político sucio o cualquier empresa ( que no duda en explotar mujeres y niños en los países donde esté instalada) se hace a consta de su apoyo al movimiento LGTBI.
La entrada del neoliberalismo en el colectivo ha creado esa nueva politica sexual llamada homonormatividad que es la heteronormatividad con algún retoque y sin ningún cambio estructural. El neoliberalismo no cambia para enterrarse sino para salvarse.
La homonormatividad reformula el sistema normativo existente y dominante: la heteronormatividad considerada como las prácticas localizadas y las instituciones centralizadas que legitiman y privilegian la heterosexualidad y las relaciones heterosexuales como fundamentales y naturales dentro de la sociedad.
La heteronormatividad tiene su origen en la forma en la que Occidente ha estructurado la sexualidad a lo largo de su historia, con el establecimiento de un sistema jerárquico donde la heterosexualidad ocupa el eslabón superior y a su alrededor se establecen las fronteras de lo aceptable, quedando estigmatizada así cualquier otra vertiente sexual. Marginación que no se centraba solo en el rechazo social, sino en mecanismos de castigo.
Pero las normas sociales no son inamovibles y ese dinamismo tiene dos vertientes; los de abajo presionan para cambios y los de arriba crean métodos de respuesta. Cuando los métodos violentos no funcionan se eligen los destructivos por la vía de la integración, de la "normalización" . El sistema sabe bien que no se lucha contra la normalidad sino contra la opresión.
Entonces el sistema incorpora algunas acciones anteriormente no permitidas, en este caso ciertas sexualidades e identidades de género. Esto es lo que se ha denominado como “heteronormalización” que no es más que una simple reformulación normativa del canon social ya consolidado.
La heteronormatividad y homonormatividad estarían similarmente construidas, serían dos caras de una misma moneda, aunque la primera sigue ocupando un lugar hegemónico mientras la segunda aparece como una concesión graciosa del neoliberalismo que permite a los colectivos no heterosexuales integrarse en los márgenes de la heterosexualidad.
Digamos que al igual que el Capitalismo central necesita de una periferia capitalista a quien explotar para mantenerse, la heteronormatividad ha entendido que no puede mantenerse sin su periferia, una periferia asimilada, que no cuestione el sistema ni los roles heteronormativos. No solo que no los cuestione sino que los sostenga. Una periferia dócil, desmovilizada, convertida en un objeto de consumo desvinculado de otras luchas.
Ciertas sexualidades e identidades de género son incorporadas a los marcos sociales y legales, pero con una condición: se les otorga reconocimiento como particularidad, como algo intrínseco al individuo, se deja de llamar enfermedad para llamarlo "normalidad individual".
El neoliberalismo se mueve bajo la promesa de empoderamiento y autorregulación y se presenta como liberador ante el control que el Estado venía haciendo de la intimidad precisamente controlando la intimidad con un ligero cambio.
La homonormatividad ha despolitizado un movimiento convirtiéndolo en un asunto de derechos individuales, eliminando cualquier reivindicación social que amenace el sistema. Esta despolitización es fruto de uno de los muchos movimientos reaccionarios que lleva a cabo el capitalismo neoliberal para desvirtuar las luchas de los colectivos homosexuales.
Junto a la individualización se desarrolla la privatización.
El neoliberalismo relega la diferencia sexual y de género al terreno doméstico. Esto conlleva que la responsabilidad social se volatilice, impide a los individuos verse como agentes políticos colectivos y dificulta enormemente su unión e identificación , así como la construcción de solidaridades que permitan luchar contra el sistema en su totalidad.
El neoliberalismo en nombre de la libertad y la diversidad individual acaba con cualquier lucha colectiva, conviertiendo el movimiento de liberación sexual en un movimiento perteneciente a la esfera privada, porque es en los derechos que afectan a la privadidad en donde el sistema se siente cómodo y seguro frente a los derechos colectivos que lo cuestionan y pueden destruirlo.
La agenda política de despolitización del movimiento, convertido en una medalla de honor en los trajes de gala de los neoliberales, busca un mayor control de las personas por parte de las estructuras dominantes, incluyendo otras sexualidades dentro de su sistema normativo, a través de la concesión y consolidación de ciertos derechos civiles, de manera que las políticas sexuales facilitaran la perpetuación y reproducción del sistema económico al hacer a la población manejable.
El mes del Orgullo, los días de la visibilidad, la fiesta colectiva, la explosión de la libertad esconde también una reestructuración capitalista que establece nuevas formas para disciplinar los cuerpos, para "normativizarlos" convirtiendo su mera existencia y visibilidad en el gran objetivo de su lucha y desvinculándolos de cualquier lucha colectiva y categorizando a los individuos a su antojo, no solo en función de su sexualidad e identidad de género, sino también de su raza y clase social.
Es necesario para no perder de vista aquello por lo que se luchaba hace no mucho.
Fuentes :
Artículo basado en el libro de Lisa Duggan "Materializando la democracia" y en articulo "Homonormatividad" de El salto
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