"¡Caballeros, no pueden pelear aquí, este es el Departamento de Guerra!" dice el Dr Strangelove en una frase más propia de Groucho Marx que de un director tan serio y meticuloso como Kubrick en la película " Dr. Strangelove, or how I learned to Stop worrying and love the bomb" traducida al español como "Teléfono rojo. Volamos hacia Moscú"
Pero es que cuanto más investigaba, para hacer su película, sobre los protocolos militares entre el posible enfrentamiento nuclear entre Rusia y Estados Unidos en tiempos de la Guerra Fría, más cómico le resultada el tema, de ahí que lo que iba a ser un gran drama se convirtió en una de las mejores películas de humor negro de la historia del cine.
El humor fue también un modo de sortear los fuertes filtros propagandísticos que se imponían al cine y a los medios americanos. El humor le permitió mostrar desde presidente de Estados Unidos hasta los encargados de proteger el armamento nuclear como estúpidos incompetentes.
El Dr Strangelove, uno de los nazis contratados para ofrecer sus conocimientos a la industría armamentística americana no consigue evitar que su brazo se extienda como lo hacía ante el Führer, como un movimiento involuntario. La cuestión que planea sobre las luces maravillosamente escogidas para iluminar la cara de Peter Sellers es ¿quién controla a quién?
El final, y perdón por destriparlo, es la canción de Vera Lynn "We´ll meet again" (We'll meet again
Don't know where. Don't know when) que refleja un cierto nihilismo y un humor amargo De todo este caos renaceremos y volveremos a montar otro tinglado similar.
Después de más más de 30 años de la caída del muro de Berlín el Dr Strangelove nos encuentra de nuevo para mostrarnos como funcionan las cosas en las guerras
En Ucrania se encuentran de nuevo Rusia, surgida de los escombros de las rebajas de lo que dejó el comunismo, y USA que se había acostumbrado a campar por el mundo como un pistolero en los pueblos polvorientos de un escenario de cartompiedra.
Solo un puñado de ignorantes lobotomizados por la televisión se cree que esto es cosa de Ucrania y Rusia por unos viejos orgullos culturales y lingüísticos. Todos saben que aquí está el jefe yankee tratando de mantener en pie un imperio al que se le ven ya las grietas desde lejos.
Mientras Estados Unidos controlaba la economía mundial mediante la guerra "la gran bomba" no tenía razón de ser. Nadie hablaba de peligro nuclear. Era la "pax americana" que resolvía sus asuntos con "las bombas". Bombardear estados desobedientes y destruir sus infraestructuras y matar a su población solucionaba muchos problemas de un plumazo: la vitalidad de la industria armamentística, la llegada de petróleo barato y fácil y el aviso a quién pensase que podía decirle "no" al amo.
Pero "la bomba" nunca fue olvidada. Se seguía recordando en los círculos diplomáticos cuando se trataba de hablar de estrategias y el gran instrumento de toda estrategia: el ejército.
Concretamente en 2019 el alemán Ischinger ( ex embajador de USA y presidente de la Conferencia de Seguredad de Munich, habló del "paraguas nuclear francés" que debía de estar a disposición del Consejo Europeo.
Otro de los pesos pesados de la política alemana, el entonces ministro de Hacienda Schauble, habló del paraguas nuclear europeo recordando que Francia debía poner a disposición de Europa su fuerza nuclear devolviendo a Europa la independencia que perdió a raíz de los acuerdos de Yalta. Una europeización de la amenaza nuclear. En realidad era una invitación a controlar Europa mediante la gestión nuclear franco alemana; algo que era una evidente declaración sobre una realidad indiscutible: Alemania había resurgido, había homogeneizado Europa y había cambiado la distribución de poderes tras la caída del muro. Berlín se abría a los mercados y había tomado los mercados americanos llegando a un superávit no conocido hasta entonces en las arcas alemanas y todo porque la unificación alemana ( que fue una absorción de la Alemania capitalista a la que se ofreció sin resistencia tras el fin del comunismo) unió a las innovaciones de productos y procesos alemanes los precios sin competitividad del petróleo y el gas rusos.
Ahora bien ante esta situación intolerable para los mercados estadounidenses no se podía actuar como se hacía en Irak o Libia. Europa era un vasallo, pero un vasallo no "bombardeable". Las actuaciones de la administración americana tenían que ir por otras vías menos expeditivas. Así el Diesel Gate durante la administración Obama, que costó enormes pérdidas al sector del automovil alemán.
El "diesel gate" fue un escándalo relacionado con las emisiones contaminantes de 11 millones de vehículos de las marcas Volkswagen, Audi, SEAT, Škoda y Porsche (pertenecientes al grupo Volkswagen) entre 2009 y 2015. El escándalo no hubiese estallado nunca sin la luz verde que dío la Casablanca a través de la organización sin ánimo de lucro International Council on Clean Transportation (ICCT), que inició en 2012 el desarrollo de un estudio conjunto con la Universidad de West Virginia para determinar el alcance de las discrepancias de las emisiones de vehículos diésel en condiciones reales. Para el estudio se eligieron tres modelos durante un trayecto de 2100 kilómetros entre San Diego y Seattle, por la costa oeste de Estados Unidos: un BMW X5, un Volkswagen Jetta y un Volkswagen Passat. Estos dos últimos llegaron a emitir valores hasta 35 veces superiores a los límites legales establecidos en el país norteamericanos, por lo que el estudio se puso en conocimiento de la US Enviromental Protection Agency (EPA) y la California Air Resources Board (CARB) y de toda la prensa mundial.
Otro caso indirecto de ataque a la industria alemana fue Monsanto, la empresa estadounidense comprada por los alemanes de Bayern y luego acusada por el poder judicial estadounidense de provocar cáncer debido al uso del glifosato. Un jurado en California determinó que Bayer debía pagar 2.000 millones de dólares americanos a una pareja que argumentó que su herbicida Roundup les provocó cáncer. Se trataba de la tercera vez que la farmacéutica alemana debía pagar daños por su producto con glifosato. En 2020 Bayer aceptó pagar 11.000 millones de dólares a las víctimas del herbicida Roundup en Estados Unidos El gigante alemán intentaba cerrar definitivamente decenas de miles de demandas por el pesticida de Monsanto, sin reconocer que fuesen ciertas las acusaciones de provocar cáncer
Dejando de lado las agresiones medioambientales de la industria de pesticidas, algo que preocupa a la población pero no al congreso americano, este tipo de acusaciones filtradas a los medios fueron advertencias todas muy claras enviadas desde EE. UU. a Alemania. En este asunto la administración Trump no hizo más que seguir los pasos andados, quejándose el presidente incluso desde la tribuna de Naciones Unidas. Algo que, dada la reputación del presidente con todos los medios occidentales presentándolo como un zafio, solo pudo provocar algunas risas y bromas en la delegación alemana encabezada por el entonces ministro de Asuntos Exteriores Heiko Maas. Maas se pudo reir a gusto. Merkel aparecía triunfante y victoriosa, carismática y poderosa presidenta de un país muy rico, tanto que Alemania se llegó a atrever a pedir su desvinculación de la EE. UU. para desempeñar un papel como potencia mundial con alianzas de geometría variable en todo el mundo. Maas hablaba de esto en una entrevista aun periódico alemán que desde Estados Unidos se leía con sarcasmo. Sin un paraguas nuclear todo era agua de borrajas. El poder en la mesa de los grandes no se conformaba solo con riqueza tecnológica y material, sino que las verdades se imponían por el poder de las armas.
De ahí que Merkel necesitase el "paragüas nuclear francés" para enfrentarse a Estados Unidos y el Reino Unido separado de la UE para unir sus destinos definitivamente a su criatura allende los mares. El plan era cansar primero a estadounidenses y británicos endeudándolos y degradando así su tejido económico y financiero gracias al dumping energético obtenido gracias a los precios de ganga practicados por Moscú. , y finalmente luego abandonando Washington y Londres a sí mismos mientras que Berlín iniciaría un romance con Moscú y Beijing. Estas fueron las alianzas de geometría variable reclamadas abiertamente para Berlín por el entonces ministro de Relaciones Exteriores, Heiko Maas, en el artículo de Handelsblatt de 2019.
Situación demasiado peligrosa para Washington y Londres que decidieron utilizar una estratagema paradójicamente bismarckiana para remediarla. De hecho, fue el propio canciller Bismarck quien dijo que conocía mil maneras de sacar al oso ruso de la guarida pero que no conocía ninguna para recuperarlo.
Y de hecho los anglosajones decidieron detonar definitivamente la crisis ucraniana fomentando la intervención directa de Rusia y por tanto imponiendo sanciones draconianas que todo Occidente debía cumplir. generando así un nuevo Telón de Acero que rompió definitivamente el eje Berlín-Moscú (Beijing) y de hecho quitó toda competitividad al enorme aparato productivo alemán.
We will meet again...
Fuente : Giuseppe Masala en siniestrainrete
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