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Sudán: Mahdyya



En 1881 estalló en Sudán una revuelta y Muhammad Ahmad tomó el título de Mahdi (“guiado por Alá’’), de tan gran resonancia en el Islam šií.

Pese a que la inteligencia anglo-egipcia presentó la rebelión del Mahdi como si se hubiera dirigido contra los cristianos europeos situados en puestos clave de la administración. Pero lo cierto es que ya desde antes, los mahdistas habían proclamado la yihad contra los líderes religiosos otomanos en un intento por volver a las raíces del islam primitivo. En este número se analizan los verdaderos motivos de la rebelión mahdista, los factores que contribuyeron a su triunfo en 1885 y el legado político que dejó el que fuera el primer estado islámico en surgir de un proceso violento de descolonizacion
Uno de los factores que indudablemente contribuyó a la islamizaciónde parte de Sudán fue la revolución de al-Mahdi (finales del siglo XIX): una combinación de objetivos políticos y religiosos con una dimensión nacionalista- revolucionaria y otra mesiánica-profética que entre otros objetivos, pretendía acabar con la división de las cofradías y las creencias paganas, pero que bajo esa apariencia religiosa “teníaclaramente objetivos sociales y políticos” 
 En el movimiento mahdista confluyeron el surgimiento de un líder carismático, Muhammad Ahmad
Ibn Abdallah (1844-1885) que asumió el papel de mahdi; el rechazo a la autoridad establecida, en este caso la dominación egipcio-otomana; el recurso a las masas; un mensaje universalista; la creación de una forma organizativa más o menos estable; un código de vida personal impregnado de “puritanismo” , un compendio de sermones e instrucciones y las múltiples crisis 
  Para el islam sunní, en momentos de crisis religiosa y política debía surgir un descendiente del Profeta,
anunciador del final de los tiempos, que desempeñaría el papel de mahdi (literalmente “el guiado por Dios”) cuyas misiones serían: gobernar con justicia y equidad, reorganizar el Estado y purificar la religión.
Según la creencia popular sudanesa, el Mahdi debía aparecer a finales de siglo XIII de la hégira, es decir en los años ochenta del siglo XIX, para restablecer la pureza del islam. En 1881, Muhammad Ahmad IbnAbdallah, autoproclamado al-Mahdi, se alzó contra la expansión colonial de la administración egipcia del jedive Ismail (1863-1879), que pretendía “modernizar” Sudán y acabar con la trata de esclavos. 
  La expansión egipcia fue uno más en el cúmulo de factores que provocaron la crisis de la sociedad tradicional sudanesa, y a ésta se tienen que añadir: la creación de un sistema administrativo centralizado con nuevas cargas fiscales gestionado por funcionarios egipcios enviados a Sudán; la progresiva sustitución de los alfaquíes locales por ulemas egipcios; los intentos de acabar con el comercio de esclavos, que suponían un ataque directo a los derechos adquiridos por algunas tribus dedicadas al comercio de esclavos; y el reclutamiento por parte del jedive egipcio de mercenarios y militares
europeos cristianos, que le confería una nueva dimensión religiosa a la crisis social. 
Pero también se produjo una crisis demográfica y económica debida a las migraciones por motivos económicos de tribus del nortehacia el sur, lo que provocó una ruptura de la cohesión tribal, una crisis
social debida a la urbanización acelerada y a la atrofia de la autoridad tradicional de los jefes de tribu, que les llevaría a colaborar con el enemigo para mantener su estatus, como el caso de la familia al-Mirgani. A estas tensiones hay que añadir la reacción contra la ortodoxia institucional del islam azharí impuesta por la nueva administración que suponía una confrontación con la autoridad tradicional político-religiosa y el papel de los alfaquíes frente a los ulemas importados de Egipto. Esta confluencia
de factores facilitó la emergencia del concepto de mahdi 
 Abdallah, ya con el título de “califa”, fue el sucesor de al-Mahdi, y logró poner en pie una administración propia entre 1885 y 1898, un Estado cohesionado que contó con el apoyo de los sectores más oprimidos, de los sufíes que consideraban el islam representado por la administración egipcio- otomana como algo degenerado, la clase media para la cual la trata de esclavos representaba su modus vivendi; tribus nómadas que sufrían las presiones de la nueva política fiscal dela administración colonial; y todos aquellos que creían necesaria unapurificación del islam de costumbres ajenas. 
Esa primera experiencia de protoestado nacional sudanés desapareció debido, fundamentalmente, a
la intervención militar británica en plena carrera colonialista europea.
 Fue la primera reivindicación del islam como conjunto de principios reguladores del ámbito político y social y como elemento cohesionador frente a amenazas exteriores que se podría contextualizar en los
movimientos mahdistas surgidos en lo que se conocía como “bilad alsudan”. Pero el movimiento mahdista también se inspiró en factores exógenos, principalmente en la figura de Uzman dan Fodio (1754-1817), promotor de la islamización de la zona Nigeria-Níger-Chad, y del África
Occidental en general, a través de la creación del califato de Sokoto y de su movimiento yihadí-reformista contra las autoridades de la etnia dominante, los Hausas s, que practicaban un sincretismo entre islam y creencias animistas.
La experiencia mahdista ha permanecido en la memoria histórica del pueblo sudanés y ha sido utilizada por diferentes actores a lo largo del siglo XX. Los gobiernos tras la independencia del país buscaban legitimidad en aquella experiencia nacionalista: el presidente Numeyri (1969-1985) explicó su transición desde posturas nacionalistas e izquierdistas a la islamización del Estado recurriendo a la memoria de la experienci mahdista; el actual presidente al-Bashir (1989-) vinculó la “revolución
de salvación” que lideró en 1989 (un golpe de Estado islamista contra el gobierno elegido democráticamente) con la revolución mahdista. Incluso tuvo sus repercusiones fuera de las fronteras sudanesas.
 A finales del pasado siglo XX, todavía en medio de la larga guerra civil sudanesa, los nacionalistas
del norte veían la experiencia mahdista como la clave del “movimiento de liberación nacional” que había unificado el país en una única nación, trascendiendo las alianzas tribales y sectarias. En el sur la visión era diferente, si bien algunos habitantes de esa zona habían colaborado con al-Mahdi para expulsar a las tropas egipcias, después se rebelarían contra su Estado cuando éste comenzó a imponer un gobierno centralizado, a aplicar una política fiscal impositiva y a reanudar el comercio de esclavos.
La Mahdiyya es reconstruida en el imaginario nacional del norte como un periodo de liberación y de afirmación de los valores culturales, como una edad de oro, pero en el sur es vista como la culminación de las depredaciones de la “turkiyya”, la época de control egipcio- otomano sobre Sudán 

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