El Imperio francés, constituído en el siglo XVI, fue el segundo en importancia y extensión a nivel mundial con 13 millones de kilómetros. En sus inicios, los territorios de Francia se centraban en las Antillas y parte de la India. A mediados mediados del siglo XIX expandieron su dominio al incorporar territorios de África, Asia y enclaves estratégicos en el Pacífico.
El 28 de marzo de 1884, Jules Ferry, daba un discurso ante la Cámara de los Diputados Francesa.
“La política de expansión colonial es un sistema económico y político… que puede ser relacionado con tres tipos de ideas: ideas económicas, ideas de mayor alcance relacionadas con la civilización e ideas de tipo político y patriótico. (…) ¡Señores, debemos hablar más claro y honestamente! Debemos decir abiertamente que efectivamente hay razas superiores que tienen derechos sobre las razas inferiores…
Repito, las razas superiores tienen derechos porque tienen deberes. Tienen el deber de civilizar a las razas inferiores (…)”
¿Quién era este tipo que gritaba en el corazón de la ciudad más "civilizada" del mundo sobre razas inferiores y superiores? Ni más ni menos que el Ministro de Instrucción Pública francés entre 1879 y 1882 y Presidente del Consejo de Ministros entre 1880 y 1885 (con una leve pausa)
Parece un gran político y es un buen modelo para comprender como una organización terrorista como la OTAN puede desplegar la bandera de los derechos de un colectivo largamente maltratado y marginado como el homosexual, es decir como se puede estar en misa y repicando.
Jules Ferry estableció las leyes que llevan su nombre, que iniciaban un sistema de enseñanza pública laica, obligatoria y gratuita. Los libros de texto de este período llevaban Alsacia y Lorena pintadas de negro (territorios cedidos a Francia al Imperio Alemán en la guerra franco-prusiana) metiendo en los niños la idea de haber sido despojados de algo propio y que debían arrebatarlo a los alemanes. Y mientras sembraba la semilla del odio y la venganza en los corazones de los infantes franceses, regulaba las progresistas leyes de divorcio y las libertades de prensa, reunión y asociación, dentro de sus fronteras claro. Fuera era un colonialista acérrimo, partidario de la idea de la superioridad francesa y su misión civilizadora en el mundo. Junto con Léon Gambetta fue uno de los principales colonialistas franceses de finales del XIX; dentro era un progresista amante de su France.
Estableció el protectorado de Túnez en 1881, impulsó la penetración francesa en África, Madagascar, Congo y Níger y en Asia, donde fracasó, lo que le costó el puesto.
En la Primera Guerra Mundial en el reparto secreto de las colonias del Imperio Otomano, derrotado y desintegrado; Francia se apropió de los territorios correspondientes al Líbano y Siria. No solo controlaba económicamente a sus colonias sino que también se imponía política y socialmente a través de su “cruzada civilizatoria”, dando vía libre al racismo y la xenofobia indiscriminada.
Esto generó un profundo odio entre los pobladores locales que vieron aplastadas sus culturas y fueron sometidos a una serie de gobiernos títeres encabezados por los colonizadores.
Aunque fueron parte de los vencedores de la Segunda Guerra Mundial, Francia e Inglaterra perdieron gran parte de sus colonias. Los movimientos de liberación nacional estaban en ascenso.
En 1947, por ejemplo, Francia masacró a 90.000 habitantes de Madagascar para detener el movimiento.
Las dos principales colonias francesas fueron Indochina (hoy Vietnam) y Argelia.
En ambas se produjeron importantes movimientos de liberación nacional – iniciados con el fin de la Segunda Guerra– que se enfrentaron al ejército francés.
Los movimientos de liberación nacional surgidos en la década del 30 fueron dirigidos el primero por el Partido Comunista (Ho Chi Minh) y el segundo por el Frente de Liberación Nacional.
Indochina derrotó dos veces a Francia en 1945 y definitivamente en 1954 en Dien Bien Phu donde se dividió en Vietnan del Norte y Vietnan del Sur . Los países que conocemos bien debido a la guerra parte de Estados Unidos en aplicación de la doctrina Truman.
En Francia, una parte del Partido Comunista apoyó a "su imperialismo" contra el pueblo indochino, traicionando la base antiimperialista del partido. Tanto en Indochina como en Francia había grupos que realizaban acciones en favor de la liberación de la colonia. La victoria sobre el moderno Ejército Colonial Francés sorprendió al mundo occidental.
En 1954 comenzó la guerra en la colonia norteafricana, Argelia, que terminó con su derrota en 1962, agudizando la crisis imperialista.
Argelia fue colonia francesa desde el año 1830.
Cuando Francia se decide a colonizar Argelia, esta se encontraba bajo la dependencia del Imperio Turco, representando en la autoridad el rey de Argel, que administraba el territorio. Desde tiempos anteriores existían relaciones comerciales entre franceses y argelinos, que desde 1827 desembocan en rivalidades y choques, que son aprovechados por el Gobierno Francés para, con el pretexto de dominar la piratería argelina en el Mediterráneo, enviar una expedición militar que invade Argel en 1830 y tras la capitulación del rey, ocupa la ciudad y parte del territorio, con lo que se iniciaba la conquista francesa de Argelia
Por más de 100 años, Francia envió cientos de miles de sus ciudadanos a Argelia, consolidó su poder local en lo político, económico y militar, arrestó o eliminó físicamente a los líderes religiosos, despojaron de sus tierras a los campesinos argelinos e impusieron la lengua francesa en la educación.
La guerra de independencia de Argelia inicio el 1 de noviembre de 1954, extendiéndose hasta 1962, con una profunda importancia para la independencia de los restantes territorios coloniales anglofranceses en África.
En los primeros años de la década de 1940, el pueblo argelino se fue organizando para emprender su propia gesta independentista, aprovechando la capitulación de Francia ante Alemania. Un grupo considerable de militares argelinos que había colaborado con Francia, se unió a los rebeldes. Víctimas de abusos y discriminaciones por parte del dominio colonial francés, los argelinos se aglomeraron junto a los militares en el Frente de Liberación Nacional (FLN), surgido en 1944, verdadero motor de la independencia.
Durante el transcurso de la guerra por la independencia, los brutales métodos colonialistas empleados por el Ejército francés, entre los cuales se destacaba la tortura, fueron creando un clima de impugnación a la política imperialista en la misma Francia, especialmente en las universidades.
Frente a la radicalización del movimiento estudiantil anticolonial, comenzó a actuar la Organización del Ejército Secreto (OAS), una amenaza fascista contra el movimiento anticolonial. Se crearon en la Sorbona comités de acción antifascistas que rápidamente reunieron a centenares de militantes y lograron limpiar de fascistas el Barrio Latino de París. El día de la proclamación de la independencia argelina se izó en la Sorbona la bandera del FLN (Frente de Liberación Nacional de Argelia) Esta historia de colonización e intervenciones militares es la que nos permite comprender el odio que fueron acumulando durante años los pueblos oprimidos contra los grandes imperios de Occidente, en este caso contra el francés en particular.
Un año antes, el nacionalismo argelino bajo el liderazgo de Ferhat Abbas promulgó el Manifiesto del Pueblo Argelino en el que condenaba el colonialismo y reclamaba el derecho de Argelia a la autodeterminación.
El 8 de mayo de 1945, un evento en Europa repercutió instantaneamente en Argelia: la capitulación de la Alemania nazi. Ese día, mientras Francia festejaba la derrota del fascismo alemán, miles de argelinos se manifestaron en la ciudad de Sétif, al este del país africano, para reclamar su independencia del dominio francés.
Las tropas francesas que vemos celebrando su victoria sobre los nazis, organizaban al mismo tiempo una ofensiva terrestre que segó la vida de más de 40 mil argelinos, de acuerdo a las autoridades de Argelia.
El mismo presidente Hollande, en su visita a Argelia en 2012 reconoció el sufrimiento que su país infligió al pueblo argelino durante la guerra de aquellos años. "Argelia fue sometida a un sistema profundamente injusto y brutal", afirmó Hollande ante parlamentarios argelinos, aunque evitó pedir disculpas directamente. “Es mejor decir la verdad que disculparse”, dijo, el mismo Hollande que mentía a Putin ese mismo año, en los acuerdos de Minsk para organizar la guerra de Ucrania.
Esa brutal represión representó el punto de inflexión para el enraizamiento de un profundo sentimiento contra la ocupación francesa. En 1947, Francia mostró su intención de permanecer en Argelia al aprobar el Estatuto Argelino que la consideraba como una prolongación (departamento) de Francia; se creó una Asamblea Argelina que debería ocuparse de las cuestiones internas.
Francia se negó a cumplir las peticiones del pueblo argelino, radicalizando a los independentistas. Por otra parte, la política económica de reconstrucción tras la Segunda Guerra Mundial emprendida por los franceses en Argelia fue claramente discriminatoria, dado que las ayudas e inversiones iban, mayoritariamente para los colonos.
El pueblo argelino luchaba, en primer lugar, por la independencia nacional, por el fin de la represión contra la población autóctona, del orden de los colonos, de la subyugación del campesinado, y en definitiva, del sistema colonialista francés, que se había apoderado de parte importante de África.
En plena batalla independentista, Argelia pasó a la legitimidad constituyente al adoptar una Carta constitucional provisional que más tarde daría paso a una Constitución nacional.
En julio de 1954 se fundó en Argel, capital de Argelia, el Comité Revolucionario de Unión y Acción (CRUA), integrado por la alta dirigencia nacionalista y los jefes de la revolución, con el fin de unir todos los grupos y tendencias independentistas para lanzarse a la lucha armada contra Francia.
Así, el FLN declaró la guerra contra Francia en el 1 de noviembre de 1954.
Desde Marruecos se reclamaba la vuelta del Sultán Mohamed V, cuya deportación le había convertido en un héroe nacional.
“Los Seis Jefes” del FLN fueron Rabah Bitat, Mostefa Ben Boulaid, Didouche Mouraud y Mohamed Boudiaf. Sentados: Krim Belkacem y Larbi Ben M´Hidi.
Francia vio más conveniente concentrar sus esfuerzos en Argelia en vez de establecer una guerra con Marruecos, que obtuvo su independencia en 1956 y repuso al Sultán en el trono.
Para agosto de 1955 el conflicto se profundizó en la región de Constantina con una dura represión parte del ejército francés, quienes emplearon ataques terroristas a través de la llamada “Organización del Ejército Secreto (OAS, por su sigla en francés).
El FLN contaba con el apoyo de gran parte de los musulmanes y de aquellos países africanos que se habían independizado, tales como Egipto, Túnez y Marruecos.
Entre 1956-1957 se dio la Batalla de Argel, en la que el FLN atacó objetivos franceses en esa ciudad que fueron repelidas las tropas paracaidistas del general galo Jacques Massu, quien aplicó torturas y la ejecución sumaria de miles de argelinos sospechosos de colaborar con la causa independentista.
Contrario a los intereses de la cúpula política-militar francesa, De Gaulle se presentó a favor de la libre determinación de Argelia, al aceptar ese derecho a los argelinos un año después de su ascenso al poder.
En 1960 se produjo n nuevo levantamiento militar de los colonos, aunque fracasó debido a la falta de apoyo. De Gaulle propuso un referendo sobre la independencia de Argelia, llevándose a cabo el 8 de enero de 1961, en el que el 75 por ciento de los franceses votó a favor.
Del 7 al 18 de marzo de 1962 en la ciudad francesa de Evian se llevaron a cabo conversaciones entre el Gobierno de Francia y el Gobierno Provisional de la República Argelina, creado en el exilio, sobre la autodeterminación de esa nación africana. Al término de los diálogos, las partes acordaron lo siguiente: un alto al fuego; cese de las operaciones militares y la lucha armada en territorio argelino; garantías a la autodeterminación y organización de los poderes públicos en Argelia durante el periodo transitorio.
El 1 de julio de 1962 el 69 por ciento de los argelinos votó también a favor de la separación con respecto a Francia. La independencia de Argelia fue sellada el 3 de julio de 1962, poniendo fin a 8 años de agresiones francesas y un largo recorrido de resistencia del pueblo argelino por su autodeterminación y soberanía nacional.
Argelia ingresó en la Organización de Naciones Unidas el 8 de octubre de 1962.
El FLN da cuenta que la cantidad de argelinos asesinados durante la guerra fue de medio millón.
A muchos les sonará el término "pieds-noirs" (literalmente en francés, pies negros), personas de origen principalmente francés y, en menor medida, de otros orígenes europeos que nacieron en Argelia durante el período colonial francés desde 1830 hasta 1962, la gran mayoría de los cuales partieron hacia la Francia metropolitana tan pronto como Argelia obtuvo su independencia, o en los meses siguientes.Durante la guerra de Argelia, los pieds-noirs apoyaron abrumadoramente el dominio francés colonial en Argelia y se opusieron a los grupos nacionalistas argelinos como el Front de Libération Nationale (FLN) y Mouvement National Algérien (MNA).
Después de que Argelia se independizó en 1962, alrededor de 800 000 pieds-noirs de nacionalidad francesa fueron evacuados a Francia continental, mientras que unos 200 000 permanecieron en Argelia.
Los pieds-noirs adoptaron el sentimiento de ser una comunidad de destino en el marco de un sistema colonial, con todos los derechos de ser nacionales franceses (como el derecho de voto), frente a la población indígena musulmana árabe o bereber. No se produjo ninguna fusión con los argelinos de cultura musulmana.
Muchos pieds-noirs se sintieron traicionados por el cambio de actitud del presidente Charles de Gaulle a lo largo de la guerra y muchos se unieron a la fascista Organisation de l'Armée Secrète (OAS)
Tres cuartos de siglo más tarde, la hegemonía occidental está desapareciendo a velocidad de vértigo mientras que es Asia el continente sobre el que gira, sin discusión alguna, el siglo XXI
Es el fin de la omnipotencia, un proceso que está resultando muy doloroso para los países que han controlado el mundo durante 500 años, desde que ya en el siglo XVI comenzaron a establecer normas y reglamentos que imponían por las buenas o por las malas.
La crisis del 2008 hizo ya ver cómo las cosas estaban cambiando. Tanto Rusia como, sobre todo, China comenzaban a ocupar las portadas de los periódicos con titulares que escondían más preocupación por la pérdida del control que por las libertades de las que hablaban.
La pandemia del COVID-19 acabó de dejar desnudo a Occidente frente a Rusia y China. La Asociación de Estados del Sudeste Asiático se convirtieron en el primer socio comercial de China en 2020 superando a una cada vez más moribunda Unión Europea, y desbancando a EEUU como primer socio comercial de la Unión Europea
Pero Occidente intenta revivir su hegemonía, algo así como el estertor del moribundo.
Por una parte, imponiendo sanciones a todo lo que se mueve (sanciones que son ilegales según el derecho internacional si no son impuestas por el Consejo de Seguridad de la ONU) y mostrando así sus famosos valores democráticos.
Por otra, recurriendo al neocolonialismo clásico intentando revivir viejas glorias pasadas de colonialismo estricto. Europa es experta en eso. No es de extrañar entonces que la Gran Bretaña del Brexit intentase impulsar su marina de guerra para revivir su etapa colonial (Johnson dijo que los barcos británicos estarán “siempre presentes” en los mares de Asia e, incluso, en el Mar Negro) o que Francia recurra a su tradicional zona de dominio colonial: África.
Un poco más de medio siglo después de culminar los procesos de descolonización formal de los países africanos, este continente es el otro eje donde se está jugando el equilibrio geopolítico del mundo pospandémico involucrado en la guerra de Ucrania.
Y es aquí donde la moribunda Unión Europea se está aferrando a la vida intentando conservar algún tipo de poder y autonomía frente a viejos y nuevos rivales: EEUU, China, Turquía y los países del Golfo.
La punta de lanza es Francia, el poder colonial por excelencia en el continente africano.
Ya en el mes de julio las antiguas colonias francesas se abstuvieron de respaldar la iniciativa de la Organización para la Unidad Africana. La OUA pretendía pedir ayuda a China para parar la pandemia. Ante los desesperados llamamientos de los países africanos de ayuda económica y sanitaria, la UE dijo que no podía hacer más y que lo que tenían que hacer estos países era “completar los programas en curso”. Traducido: África se tiene que contentar con lo que tiene.
Francia trató de evitar que sus ex colonias virasen hacia China y ofreció 1.200 millones de euros a través de la Agencia Francesa para el Desarrollo a Senegal, Burkina Faso, Guinea y Madagascar.
Las palabras de Macron fueron muy claras: "Esto tiene una perspectiva estratégica, el juego no es solo desarrollar una contra-narrativa a China, sino poder confiar en un equilibrio económico elocuente". Tras la declaración expresa anti-china, la realidad: de esa cantidad sólo 150 millones de euros eran donación, el resto tenía que devolverse con intereses y se obligaba a los países receptores a destinar 500 millones de euros al "tratamiento de diversas enfermedades infecciosas".
Dar con una mano, quitar con la otra y la foto de Macron sonriendo ante la cuestión sanitaria. La Francia colonial había vuelto.
Francia ya lleva años con una presencia militar significativa en el Sahel (once países) encubierta bajo la “lucha contra el yihadismo” aunque aprovechando el declive occidental intenta “extenderse” ahora a territorios que fueron de otras metrópolis coloniales. Por ejemplo, en Mozambique, con importantes reservas de gas (se dice que las novenas del mundo) y donde recientemente ha aparecido una versión del llamado Estado Islámico. O, por ejemplo, en Nigeria, importante país petrolero, donde acaba de anunciar un acuerdo para construir una refinería de petróleo. Mozambique fue colonia portuguesa, Nigeria británica.
Estos movimientos neocoloniales están intentando ser contrarrestados con medidas que parezcan una retirada de la influencia francesa en sus antiguas colonias, como la aprobación de un proyecto de ley que deroga definitivamente el franco de la comunidad financiera de África (CFA), la moneda utilizada en todas estos países de influencia francesa y que no solo estaba garantizada por Francia sino que se obligaba a estos países africanos a tener la mitad de sus reservas monetarias en el Banco de Francia.
Pero lo que se da con una mano se quita con la otra, porque habrá una nueva moneda, denominada eco, que también mantiene su subordinación a la metrópoli al tener una paridad fija con el euro, que también será el Banco de Francia quien garantice su convertibilidad o no y se mantiene también la obligación de estos países africanos a depositar “al menos” el 50% de sus reservas en divisas en París.
Luego hay extrañeza en Francia de que siga la revuelta y las críticas a su presencia en África, como en Malí donde el golpe militar puso de relieve el rechazo a ese neocolonialismo.
¿Cuál fue la reacción de Francia? Solicitar la suspensión “inmediata” de Malí en la Organización Mundial de la Francofonía (49 países). También hizo lo mismo la Organización para Unidad Africana, aunque lo ha levantado a primeros de octubre.
Francia es la punta de lanza de ese intento occidental por seguir siendo hegemónico en alguna parte.
Es un intento de consolidar un reparto del mundo en esferas de influencia, algo así como Asia para China, América para EEUU y África para Europa.
La UE destinó en junio 8.000 millones de euros, renovables cada cuatro años, con el propósito básico de "financiar operaciones militares en países extranjeros". La mano de Francia en sus antiguas colonias está bien a la vista y es bajo su influencia por lo que la UE mantiene cuatro de sus cinco misiones militares actuales en el continente africano, bien es verdad que también con la mira de contener la inmigración.
La UE ahora ya no está hablando tanto de inmigración como de “lucha contra el yihadismo”.
Es típico de Occidente el notar el calor de las llamas cuando le llega el fuego. En Francia, sobre todo con los ataques islamistas. Que fue Occidente con su alianza con las petro-monarquías del Golfo quien lo utilizó y defendió para lograr sus objetivos geopolíticos está fuera de toda duda. El primero exitoso fue Afganistán, el último Libia. En el medio queda el apoyo a los yihadistas en Siria, ahora casi derrotados y sostenidos básicamente por Turquía.
Pero es muy difícil encontrar análisis relacionados los efectos del neocolonialismo con la expansión del yihadismo y de cómo se utiliza este yihadismo como excusa para proteger los intereses económicos neocoloniales occidentales.
Es el caso de Mozambique, donde Francia arrastra a la UE porque argumenta que están amenazados los intereses de su multinacional Total, el mayor proyecto francés en el continente africano. No es así, porque en los tres años que lleva existiendo el llamado Estado Islámico en Mozambique ni una sola vez ha sido atacada la multinacional. Pero hay que seguir agitando al trapo para que la gente asuma lo inasumible.
De hecho, la presencia de la UE en Mozambique se explica formalmente por una petición del gobierno mozambiqueño en el mes de septiembre cuando el llamado Estado Islámico (que en Mozambique actúa como Ansar al-Sunna) comenzó a operar en la provincia de Cabo Delgado, donde se considera están las principales reservas de gas y de rubíes y donde está la multinacional francesa. Desde luego, la secuencia cronológica es algo más que curiosa y es poco probable que sea casualidad. El Estado Islamico llega siempre donde están los intereses europeos y cuando hace falta tener una excusa para intervenir en un país.
Un poco más tarde, en octubre, la UE respondió anunciando su “compromiso de proporcionar asistencia de seguridad contra el ISIS” aunque, eso sí, añadiendo el nuevo mantra moderno: “capacitación y logística técnica en varias áreas específicas(no mencionadas), así como asistencia para lidiar con desafíos humanitarios, incluidos los servicios médicos”.
Los movimientos franceses, que tiran de la UE, tienen mucho que ver con ese intento de “contra-narrativa” a China en el continente africano. Las tres grandes compañías chinas de petróleo y gas (todas bajo el control del Estado) están muy asentadas y desde África llega casi el 25% de toda la importación de estas materias primas. Y llega, principalmente, de cuatro países: Nigeria, Angola, Uganda y Mozambique. Como se ha dicho más arriba, en Nigeria y Mozambique acaba de entrar también Francia.
La lucha es sorda, aunque Francia (y la UE) están en clara desventaja. Ni tienen el dinero ni el prestigio de China, acrecentado no solo por la ayuda prestada con la pandemia sino por el anuncio de ofrecer 55.000 millones de euros en financiación en forma de préstamos sin intereses a los países africanos (3 de septiembre) y la condonación de la deuda a los países más pobres. Y, sobre todo, China se ha ceñido a los principios de no interferir con los países africanos en la exploración de vías de desarrollo que se adapten a sus condiciones nacionales, no interferir en los asuntos internos, no imponer ninguna condición política para ayudar a África y no buscar beneficios políticos privados en inversión y financiación en África.
Por eso, ahora todas las referencias de la UE hacia África parten de que “se busca dejar atrás el paternalismo”. Los esfuerzos de Francia y de la UE se centran en borrar la impresión de que su “nuevo comportamiento” es poco más que un cambio de nombre a las cosas.
Pero no solo es China, también Turquía. Francia trató de contrarrestar el apoyo activo turco a Azerbaiyán en la guerra de Nagorno-Karabaj con el anuncio, no llevado a la práctica, del Senado francés de reconocer a la república de Artsaj (nombre con el que los independentistas se refieren a Nagono-Karabaj) como país independiente.
Es otra muestra más del enfrentamiento casi histórico que mantienen los dos países, con acerbas críticas incluso personales entre Macron y Erdogan que llevó a la retirada del embajador turco de París. Pero antes de Nagorno-Karabaj está Libia, donde Francia y Turquía están en bandos opuestos. Aquí Francia tiene un aliado claro: Egipto. Franceses y egipcios tienen el mismo interés, “evitar el expansionismo” turco. Para ello, y bajo la cobertura de la “lucha contra el yihadismo”, todo vale.
Los intereses de Francia en África son directamente proporcionales al número de tournes que Macron se ha dado por el continente. La última, la de marzo, ha sido la décimoctava gira que realiza para defender su intereses económicos y tratar de disminuir la presencia china y rusa.
Pero los tiempos han cambiado y a pesar de su soberbia, tiene que escuchar las críticas de los líderes de los países visitados, por la posición en política internacional de París y otras potencias europeas en relación con África.
El presidente de la República Democrática del Congo, Félix Tshisekedi, dijo a Macron: "esto debe cambiar, la forma en la que Europa y Francia nos trata. Debéis comenzar a respetarnos y ver a África de un modo distinto. Tenéis que dejar de tratarnos y hablarnos con tono paternalista. Debéis respetar a África". Yno solo fue increpado en la República Democrática del Congo, si no que en cada visita que ha realizado en estos últimos días se ha encontrado con la oposición local.
Sectores de la población de la RDC ven a Macron como un aliado de Ruanda, a quien Kinshasa acusa de de saqueo, tras el acercamiento con los líderes ruandeses en 2021, luego de admitir la complicidad de Francia en el genocidio de los tutsis en 1994.
Eso, sumado a un creciente sentimiento anticolonialista, alimentaron varias protestas en la víspera de la llegada del líder galo a Kinshasa. Antes, en Gabon, Macron también fue recibido por decenas de manifestantes que rechazaban la presencia del Gobierno francés en el país, al cual acusa de la presencia militar en todo el continente y sus consecuencias.
El jefe de Estado francés había asegurado que la gira de esta semana no sería política y su agenda, la cual incluía un discurso en una cumbre forestal de alto nivel en Libreville, intentaba sugerir un enfoque en el medio ambiente, la cultura y la investigación científica, pero Occidente ya no engaña a nadie.
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