Rusia es imperialista y la guerra de Ucrania es solo el principio de sus actos de agresión, continuará con Moldavia y luego con las Repúblicas Bálticas y Finlandia: Este es el discurso que Estados Unidos y la OTAN están introduciendo sin cesar en las mentes de los europeos de a pie para que acepten todo lo que les den bajo la amenaza del miedo.
Para evitar que Putin nos abduzca hay que gastar más en defensa y cuando se gasta más en defensa se gasta menos en hospitales y todo ello en una crisis sin precedentes por el fin de la llegada de gas ruso barato.
Se llama economía de guerra a la adaptación del sistema productivo nacional al esfuerzo requerido por un conflicto bélico.
Esto es de lo que se habla en el entorno atlantista a pesar de no haberse declarado oficialmente ninguna guerra, porque, como todos sabemos lo que la OTAN, comandada por el Pentágono, está haciendo es una gran labor humanitaria para salvarnos de Putin, el nuevo Bin Laden.
Cuando se habla de esfuerzo requerido se habla de clases trabajadores, de ti y de mí. Nosotros estamos pagando la guerra por odio a Putin, ahora se entiende aquella campaña feroz de quema de libros, ataque a músicos y derrumbe de monumentos a soldados rusos. El odio a Putin es nuestro alimento, para sobrellevar mejor el descalabro.
La guerra constituye un derrame permanente, una fuga de recursos hacia la devastación de los países que dejan de ir a los destinos que tienen que ver con las auténticas necesidades humanas. Tiene costes explícitos que están vinculados a la destrucción, a la obtención del armamento y de todo lo que es necesario para llevarla a cabo y también derivados de las nuevas condiciones productivas que genera. Pero además lleva consigo coste implícitos que los economistas llaman costes de oportunidad y que son los que equivalen a la renuncia a conseguir otros objetivos alternativos. Se quiera o no, lo que se gasta en preparar la guerra o en hacerla, no puede dedicarse a construir la paz y a satisfacer nuestras necesidades.
La guerra no afecta sólo o principalmente a los aparatos militares sino que se desencadena y es sufrida por la sociedad civil, por las personas normales y corrientes y por las infraestructuras que no están directamente vinculadas a objetivos militares.
Los conflictos armados, declarados o no, han constituído y constituyen la principal anotación de la agenda internacional de Estados Unidos creando un permanente clima de inseguridad e incertidumbre, de agresión, de destrucción y de muerte que afecta de una forma nueva y mucho más dañina a las relaciones económicas. Estados Unidos se impone como una nación indispensable, como el núcleo de donde han de partir las decisiones y las reglas económicas que los demás han de obedecer. Con el 5% de la población mundial consume casi el 50% del total mundial de gasolina y se apropia también de la mitad de la riqueza que se produce en el mundo. Crea así un dominio imperial que no todo el resto del mundo está dispuesto a aceptar cuando se traduce en injusticias, en sufrimiento, en miseria y en desigualdad creciente. La consecuencia es el mundo asimétrico en el que vivimos, en donde el 1% más rico disfruta del 57% de los ingresos mientras que al 80% más pobre sólo le corresponde el 16% de la riqueza.
Estados Unidos, todos sus presidentes, no hay diferencia entre unos y otros, ha vendido en todo momento la idea de que Europa no puede depender del suministro de gas ruso porque esa subordinación amenazaría su seguridad energética. Desde el Plan Marshal los yankees consideran a Europa su primera línea de servidores, sus mayordomos y decide sobre lo que es bueno o malo para sus gentes.
John Biden con su guerra programada y bien preparada ha llevado a Europa a renunciar a la compra de petróleo y gas a Rusia, para permitir la entrada en el jugoso mercado europeo de las empresas norteamericanas de esquisto. Con ello, además, Washington eliminaba en gran medida uno de los secretos de la magia de la competencia económica de la Unión Europea de las últimas décadas: los energéticos baratos rusos, lo que la hacía un serio competidor en el mercado.
Las sanciones aplicadas contra Rusia por Occidente, incluido el boicot a la compra de su petróleo y gas, catalizaron el alza energética y la consiguiente inflación europea.
El pasado año las 10 mayores empresas de armamentos en el orbe aumentaron su valor en 18,1 por ciento respecto a 2021 al pasar de una cotización de 539 mil 549 millones de dólares a 637 mil 100 millones, destaca el diario La Jornada. Algunos países europeos como Alemania ya hablan seriamente de reducir sus gastos en asuntos vinculados a las energías renovables para redirigir ese dinero a menesteres vinculados a la defensa.
Europa, en medio de la crisis socioeconómica que genera el efecto bumerán de las sanciones a Rusia, se enfrasca en un visible aumento de gastos bélicos y comienza a hablar de economías de guerra.
El premio Nobel de economía Paul Krugman, en un artículo en el diario El Pais, tras culpar a Rusia de todos los males de la economía europea, habla al fin en plata: De lo que se nos viene encima. La economía de guerra consiste en controles de precios y racionamiento.
El colapso bancario anunciado hace unos días es la punta del iceberg que estaba por asomar. A todas las psicosis creadas por esa guerra que ya al fin se llama guerra, se une la de las quiebras bancarias que se inician en Estados Unidos y se proyectan en sus lacayos.
Los bancos americanos estan en zona de peligro y en riesgo de caída el segundo banco europeo. Los mercados bursátiles internacionales tiemblan. El gran palacio de las acciones y bonos de Wall Street siente moverse sus columnas basales.
En su lenguaje ajeno a los humanos de a pie, los que van a ser racionados, el periódico Wall Street Journal comunica que el segundo banco de Europa, the Credit Suisse cae tras el colapso de Silicon Valley Bank, provocando una venta masiva de bancos y que los mercados de los activos más seguros y líquidos del mundo, los bonos gubernamentales emitidos por EEUU y otros países ricos, se ven sometidos a una enorme tensión el miércoles tras una semana de preocupaciones sobre la salud de los bancos munciales.
A la crisis que era energética, que era alimentaria, que era inflacionaria, es decir económica y sociopolítica a raiz de las sanciones a Rusia, quien te cuente otra historia te quiere callado y manso, se une la crisis bancaria y todo ello en un escenario de arenas movedizas: la guerra de Ucrania, que pone a Rusia y a China frente a Estados Unidos y la Unión Europea, una UE a punto de hacer aguas; pero siempre fiel al Pentágono.
Esta no es la crisis de 2008, esta es la Gran Crisis. Las únicas reuniones de ministros europeos que se producen son las de los ministros defensa.
El último encuentro fue hace una semana en Estocolmo, con el sueco que ya es un empleadillo más de Estados Unidos, el secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg y el Alto Representante de la Unión Europea para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad, Josep Borrell. Dos fantoches rodeando al jefazo, a quien realmente corta el bacalao: el noruego que adoraba tirar bombas sobre Libia.
Los 27 países de la UE aprobaron el plan, presentado por Josep Borrell, para la compra conjunta de munición de grueso calibre. El ministro de Defensa de Ucrania, país no miembro de la Unión Europea pero presente en todas las reuiones, explicó las exigencias militares de Ucrania y Borrell declaró: "Estamos en tiempos de guerra y debemos tener, perdonen que lo diga, una mentalidad de guerra".
Y Borrell presentó su plan:
Sacar de las reservas de los Estados miembros de la Unión Europea proyectiles de artillería, principalmente munición de 155 mm, para su entrega inmediata a Ucrania. El dinero para ello proviene del fondo denominado “Facilidad Europea para la Paz” (EPF), que ya ha destinado a ese objetivo 3.600 millones de euros –sacados de los bolsillos de los contribuyentes europeos-
Implementar entre los 27 países miembros de la Unión Europea un acuerdo para la compra conjunta de munición de 155 mm - a través de la Agencia de Defensa de la UE- mediante la firma, el mes próximo, de los primeros contratos por 7 años. Se trata de una orden masiva para programar e incrementar las reservas de cada país y garantizar la munición que reclama Ucrania, pais no miembro de la UE, perdonen que repita.
Garantizar el incremento a largo plazo de la producción de munición en Europa, apoyando la industria bélica para garantizar por largo tiempo los envíos a Ucrania. (La Unión Europea planea enviar a Ucrania alrededor de un millón de proyectiles de artillería.)
El Alto Representante anunció además que "de aquí al fin del mes de marzo, nuestra Misión de Asistencia Militar habrá entrenado más de 11 000 soldados ucranianos. De aquí al fin de año, prevemos haber entrenado 30 000"
La Unión Europea ha asignado 18 000 millones de euros –igualmente provenientes de los bolsillos de los ciudadanos europeos– a su apoyo militar a Kiev, y esto en un escenario de crisis económica y social apocalíptica
Borrell resumió el objetivo del plan de la Unión Europea con las siguientes palabras: "Para ganar la paz, Ucrania debe ganar la guerra. Y para eso debemos seguir apoyando a Ucrania, para ganar la paz"
La Unión Europea entre así abiertamente en guerra contra Rusia, asumiendo como propia la peligrosísima estrategia de Estados Unidos y la OTAN.
Y los ciudadanos europeos ... esperando en el borde del precipicio, unos apoyando a Shakira en su desamor con el futbolista, otros optando por Miley Cirus que se compra flores a sí misma, otros poniendo tiritas a la cornamenta de la princesa Kate de Gales, otros odiando seria y profundamente al malvado Putin, otros bailando regaton, otros alabando al bueno de Jens, otros añorando a Hitler, la mayoría dormidos en las colas de regreso del trabajo o en las de las oficinas de empleo, otros maldiciendo la subida de los precios, soñando ya con nada, otros contando las cosas en el ordenador y creyéndonos más listos. Todos igual de inútiles.
Comentarios
Publicar un comentario