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la Ley Indial Removal Act y la Dawes Act

Desde los inicios de la conquista inglesa en el Norte del continente americano comenzaron los enfrentamientos entre los extranjeros y los pobladores autóctonos de la zona. 

Los aborígenes poseían un lazo muy especial con la tierra que consideraban suya por derecho de nacimiento, tierra a la que estaban atados por un sentimiento de amor inquebrantable. 
Esto contrastaba con las ansias de conquista de los colonos que hicieron suya una zona cuya frontera 
se extendía al Oeste con rapidez
, en detrimento del área india. 

De un territorio inicial que apenas bordeaba las costas del Atlántico, fueron sucediéndose fronteras delimitadas por accidentes naturales que hoy conforman la región estadounidense. “La línea de las cascadas, constituyó la frontera del siglo XVII; los Alleghanys, la del XVIII; El Mississsippi, la del primer cuarto del XIX; el Missouri la de la mitad de siglo (sin contar el movimiento hacia California); y el cinturón de las Montañas Rocosas y la zona árida, la frontera actual.”

 EL tema del indio estadounidense se ha manipulado desde los inicios por medios de comunicación de diversa índole, siempre respondiendo a los intereses de clases, y más recientemente por el cine hollywoodense. 
Durante el año 1891 se realizó una investigación por parte de J. W. Powell, que culminó en una de las clasificaciones más notables sobre la situación de los pueblos aborígenes en la América del Norte exactamente antes de la llegada de los colonos europeos a dichas tierras. 
Los resultados arrojaron que un total de 600 sociedades indias convivían en el mismo territorio, y que podían ser agrupadas en 56 grupos lingüísticos.
 Debido a la variedad de lenguas existentes se cree que la mayoría de las tribus acudieron a un lenguaje de signos para poder establecer la comunicación entre ellos. 
 Henry Dobbins llegó al consenso de que en el siglo XV la población aborigen en el área terrestre de los Estados Unidos oscilaba entre 9,8 a 12 millones de habitantes
Una afirmación que entra en disputa con las teorías de reconocidos historiadores como James Mooney, A. L Kroeber y Angel Rosenblat, quienes abogaron siempre por una población inferior a los 3 millones de habitantes. 
El economista e historiador cubano Hugo Néstor Peña Pupo atribuye esta divergencia de opiniones a la falta de análisis sobre algunos factores fundamentales en la historia de los aborígenes.
 Luego de los descubrimientos geográficos de a fines del siglo XV, y en los años posteriores, llegarían a las costas americanas un sinnúmero de colonos europeos portadores de enfermedades mortales. Los colonizadores y exploradores trajeron el sarampión, la viruela, el cólera, la fiebre amarilla, y muchas más enfermedades devastadoras.

Los indios norteamericanos diferían en costumbres, rasgos físicos, tradiciones religiosas y aspectos lingüísticos. “Antes de la llegada del hombre blanco, un heterogéneo conglomerado de más de 500 pueblos distintos habitaban Norteamérica. Todos ellos estaban emparentados entre sí por lazos ancestrales que, en la mayoría de los casos, yacían soterrados desde hacía tiempo en el pasado olvidado y remoto que una tribu apenas veía en otra algo más que una potencial competidora... Todas aquellas tribus luchaban, cada cual a su modo, contra la naturaleza, sus caprichos y sus estaciones climáticas, contra los animales y, frecuentemente, unos contra otros. Luchaban, a veces encarnizadamente, pero, salvo contadísimas ocasiones, no se destruían unas a otras. Para eso tuvo que llegar el hombre blanco y sus codicias. Unos, nómadas, cazaban y buscaban forraje, y desarrollaron sociedades belicosas de grandes guerreros. Otros, ya asentados, se dedicaban a la agricultura y construían montículos para sus dioses y difuntos. Unos y otros vivían en cuevas, chozas, tipis, cabañas de madera e, incluso, en estructuras de bloques de hielo, armaban embarcaciones, se interrelacionaban y desarrollaban culturas más sofisticadas de lo que se suele creer, aunque no tanto como en otras partes del continente”
Existía una creencia generalizada sobre la existencia de un Gran Espíritu, dador de vida y proveedor de las cosas necesarias para coexistir. En este punto, el Gran Espíritu, también conocido como Gran Manitú o Gran Misterio en dependencia de las tribus, se muestra como un ser profundamente unido al universo, similar a la tendencia panteísta de pensadores del Viejo Mundo. 

La conquista española en América del Norte tuvo sus propios matices. A las primeras exploraciones pacíficas recibidas por los indios con gran hospitalidad, le siguió un largo proceso de invasión iniciado por Francisco Vázquez de Coronado. Sangriento fue el paso de los españoles por el territorio de Nuevo México, aunque tuvo relevancia la afamada Ley de Indias en la que se estipuló el derecho de los indios a sus tierras y el respeto a sus gobiernos tribales.

Las misiones jesuitas y la orden franciscana  les enseñaban agricultura y artesanía y paralelamente implementaban la evangelización y los obligaban a renunciar a sus creencias. 

 Francia realizó sus primeras incursiones en los territorios que hoy son New Hampshire, Maine y el norte de Nueva York. Luego fueron adentrándose en los bosques norteamericanos ubicados en el centro de la región, o el oeste inmediato. Misioneros franceses destacaron en el comercio de pieles, funcionando como intermediarios de los indios y los holandeses.

Desde un comienzo los ingleses aplicaban medidas hacia la frontera en dependencia de lo establecido por las compañías colonizadoras. 
Es por ello que se encuentran diferencias de una colonia a otra. 
 Hubo períodos de relativa paz, pero muchos colonos recién llegados intentaban adentrarse más en el territorio y causaban pequeños conflictos bélicos.

 Estos terminarían convirtiéndose en grandes masacres durante el siglo XVIII, sobre todo en los años de la Guerra Franco-Inglesa que culminó en 1763.
 Luego de la Guerra de los Siete Años los ingleses comenzaron una política inusual para obtener la amistad de las distintas tribus indias; la misma política que llevaría a recrudecer sus relaciones con los colonos, pues en el año que culminó la guerra impusieron un decreto conocido como la Proclama Real, la cual “(…) reservaba todo el territorio occidental, entre los Alleghanys, las Floridas, el Mississippi y Quebec, para los indios. Se prohibía estrictamente a todos los súbditos, que hicieran compras o establecimientos en cualquier lugar de aquella región.”

 Quedaban limitadas las tierras a explotar por los habitantes de las Trece Colonias. Este elemento, en conjunto con otras medidas injustas propugnadas por la Corona Inglesa, hizo propicio el levantamiento en armas de los norteamericanos en busca de su independencia.

 El 19 de abril de 1775 se produjo en Lexington la primera batalla entre ingleses y norteamericanos.Los rebeldes aspiraban, por su conveniencia, a que los indios fueran neutrales en las futuras batallas separatistas (…) se creó la Secretaría de Asuntos Indios para garantizar los pactos concertados y proveer a los indios de algunos suministros fundamentales (…)

Pese al esfuerzo de los revolucionarios, no pudieron evitar la unión entre los ingleses y algunas tribus de indios. Muchos generales de la gran potencia europea pudieron estar al frente de destacamentos de pieles rojas y enfrentar decisivas batallas. El resultado de la guerra fue entonces una de las causas que llevó a una gran pérdida de la población india, pues al salir airosos, los rebeldes emprendieron una vil venganza contra la misma por su apoyo a las fuerzas colonizadoras.

 En el Tratado de París celebrado en 1783, quedó materializada la victoria norteamericana por encima de sus opresores los ingleses. Quedaban concedidas nuevas tierras a los recién independizados; desde el Canadá situado al norte, hasta la Florida hispana en el Sur, y una importante extensión de espacio territorial que llegaba hasta el territorio de Oregón

 Desde la llegada al poder del primer presidente de los EE UU, la política de trato hacia el indio que llevaría a cabo su gobierno quedó evidenciada en algunas de sus palabras sobre la nueva frontera.  “(…) más allá de la cual nos comprometemos prohibir a nuestro pueblo cazar y establecerse. (…) la extensión gradual de nuestros asentamientos forzará ciertamente a retirarse al salvaje como al lobo… nada puede obtenerse de una guerra contra los indios como no fuera el suelo en que viven y este puede ser conseguido mediante la compra con menores gastos y sin derramamientos de sangre (…)”

 La Ordenanza del Noroeste u Ordenanzas de 1787, constituyeron un hito de la época revolucionaria y post-revolucionaria. Con estas se niega la rapaz tendencia colonial de los ingleses, y se impone una nueva forma de organización para las tierras que se encuentran en el Oeste. 
Los nuevos territorios se anexarán en igual condición que los ya existentes en las Trece Colonias, con los mismos derechos políticos y sociales. A través de las ordenanzas, se incluían procedimientos legales para la constitución de nuevos estados y para que se respetaran los derechos de los indios.
 Muchos de estos derechos fueron violados por los norteamericanos al afirmar estos que las tierras a las que aspiraban eran suyas a expensas de los resultados de la Revolución de las Trece Colonias.La mudanza de los indios era necesaria para abrir el vasto territorio americano a la agricultura, al comercio, a los mercados, al dinero, al desarrollo de la economía capitalista moderna. Para todo esto la tierra resultaba indispensable, así que después de la Revolución, los especuladores ricos compraron enormes áreas del territorio (…)”George Washington; “Letter to the corresponding Comitee of the Congress”. 7 de Septiembre de 1783. 
 Durante los años siguientes la expansión norteamericana fue inevitable. Se desplazaron a través de las tierras del Oeste. A los indios le compraban su territorio; si no cedían con dinero, entonces intercambiaban con productos sin valor alguno, la mayoría de las veces alcohol. Cuando ninguna de estas artimañas funcionaba la situación llegaba a convertirse en un asunto espinoso, y devenía en un conflicto armado. 
Casi siempre el resultado del mismo era previsible: victoria norteamericana y masacre india.

Desde que inició en el año 1812 la célebre guerra entre norteamericanos e ingleses por la posesión de las tierras del Canadá con las cuales se mantenía un poderoso comercio de pieles con Europa, las masacres indias llegaron a tener proporciones mayores. 

Es aquí donde se hace famoso el indio Tecumseh, jefe histórico de los Shawnee, líder sagaz que intentó unificar a las tribus indias en una Confederación sin espacios geográficos aparentes. Su gestión fracasó, pero de haber tenido éxito el costo de la colonización del Oeste hubiera sido mayor en vidas y en bienes.
Aunque la guerra la perdieron los norteamericanos, destacaron por encima de la cortina una serie de líderes que fueron de capital importancia para la historia de los EE UU, en ese momento específico y en los que estarían por venir. William Henry Harrison y Andrew Jackson, futuros presidentes de la poderosa nación del Norte, más que abrigar virtudes para la historia mostraron el desenfreno mortuorio del que eran capaces ante situaciones vergonzosas. “Andrew Jackson era un especulador inmobiliario, comerciante, negrero y el más agresivo enemigo de los indios de la primitiva historia americana. Llegó a ser héroe de la Guerra de 1812 que no fue (…) simplemente una guerra de supervivencia contra Inglaterra, sino una guerra para la expansión de la  nueva nación hacia tierras de Florida, Canadá y el territorio indio.”
Terminada la guerra y obviada la gran masacre india de Horseshoe, Jackson fue creándose una reputación infalible en cuanto a asuntos de indios se trataba. Un interminable número de tratados se firmó a lo largo de los años, y hasta una peligrosa guerra en el área de la Florida contra los Seminole lo tuvo a él como protagonista.
  En el año 1828 fue elegido como presidente de los Estados Unidos de América, y a partir de ese momento, su mandato sería uno de los más genocidas de las historia.
 En propias palabras de Andrew Jackson durante su primer Discurso del Estado de la Unión en 1829: “Profesando el deseo de civilizarlos y asentarlos, no hemos perdido al mismo tiempo la oportunidad de expulsarlos de sus tierras y confiarlos más hacia lo salvaje
Una nueva medida hacia los indios hace aparición en el marco político de la nación. 

La Indian Removal Act o Acta de Remoción de los Indios causó revuelo en todos los rincones de los Estados Unidos. La aprobación de esta ley haría posible el traslado de gigantescas comunidades de indios desde sus lugares de origen hacia los territorios al oeste del río Mississippi. “Acudimos al juicio de toda la tierra, quien finalmente nos aguardará justicia, y al buen sentido del pueblo americano (…) nuestras consciencias nos advierten testigos de que no somos profanadores de ningún derecho de otro hombre- no hemos robado a ningún hombre su territorio- no hemos usurpado la autoridad de ningún hombre, no hemos privado a nadie de sus privilegios inalienables. ¿Cómo podríamos entonces confesar indirectamente el derecho de otros pueblos para con nuestra tierra si la abandonamos para siempre? Sobre el suelo que contiene las cenizas de nuestros amados hombres deseamos vivir- sobre este suelo queremos morir.”
Estas lúgubres palabras fueron lanzadas en medio de la desesperación que causó la implementación de esta política. 
 En su segundo Discurso del Estado de la Unión en 1830, Jackson inicia abordando el tema con las siguientes palabras: “(…) Me llena de placer anunciar al Congreso que la benevolente política del Gobierno, firmemente seguida durante alrededor de 30 años, en relación al traslado de los indios más allá de los asentamientos blancos está llegando a feliz consumación.

El 24 de abril de 1830, la votación en el Senado aprobó la aplicación de la ley con 28 votos a favor y 19 en contra.
 El 26 de mayo la Cámara de Representantes votó 102 a favor y 97 en contra, pasando la ley al órgano ejecutivo. El 28 de mayo de 1830 quedó convertida en ley la Indial Removal Act cuando fue firmada por el presidente Andrew Jackson.
 En el año 1829 la nación Cherokee, al bordo de la desesperación, decide acudir en súplicas al gobierno norteamericano. “Así como los pobres y débiles niños están acostumbrados a buscar a sus guardianes y patrones para protegerse, deberíamos venir nosotros y hacer que nuestros aquejes se hagan conocer. ¿Nos escucharán? ¿Tendrán misericordia de nosotros?”

 La bibliografía aborda de distintas maneras este triste acontecimiento, pero de forma general todas acusan a los presidentes Andrew Jackson y Martin van Buren como los autores de un genocidio a proporciones inimaginables.

 Desde que fue aprobada la ley, hasta el año 1838, numerosos grupos de indios fueron extraídos de sus tierras y llevados al nuevo territorio designado.

 “La primera migración coincidió con el invierno más frío que se había conocido, y la gente empezó a morir de pulmonía. (…) ya bajo la presidencia de Van Buren, salió el primer destacamento en lo que se conocería como el Camino de las Lágrimas.”
 Los que más sufrieron esta injusticia fueron los Cherokee, pero integrantes de otras naciones indias perecieron en la triste travesía que es recordada todavía. “El Gobierno Cherokee protestó la legalidad de la ley hasta el año 1838, cuando el presidente de los EE UU Martin van Buren ordenó al ejército entrar en la nación Cherokee. El ejército reunió a tantos cherokee como pudo y los situó en empalizadas temporales, y eventualmente los hizo marchar (…) Estudiosos estiman la muerte de 4000 a 5000 indios durante el conocido Sendero de las Lágrimas. (…) Los Cherokee revivieron sus instituciones nacionales en el Territorio Indio, y continuaron como una nación independiente y auto-suficiente.

 Luego de 1838, los norteamericanos se encontraron a sí mismos con la posesión de inmensos territorios arrebatados a Inglaterra, Francia y México.

 El único obstáculo que se presentaba entre ellos y el dominio total de las tierras del Oeste, eran los inamisibles pieles rojas. 

Para deshacerse de este enorme lastre, el gobierno estadounidense instauró medidas para facilitar tratados de compra de tierras con los indios. Millones de acres pasaron a manos de blancos que estafaban comúnmente a las ignorantes tribus de pieles rojas. 

A esto se le añaden los numerosos conflictos causados por la fiebre del oro. 
 El gobierno norteamericano creaba leyes para permitir la intrusión de hombres blancos en la tierra de los indios, y así explotar los recursos auríferos de los territorios que ya le habían sido asignados. Estas migraciones traían enfermedades que diezmaban partes importantes de la población. Sin embargo, es casi obvio el objeto central que tuvo la contraposición de intereses entre ambas razas: el militar. 

Se libraron numerosas guerras, casi siempre pequeñas en cuanto a tiempo se refiere. Las armas de los norteamericanos determinaron el resultado final de muchas batallas, masacres de indios tristemente célebres como la Sand Creek, en la que murieron 133 indios, de ellos 105 fueron mujeres y niños. Robert Bent, partícipe de la batalla, comenta: “(…) Había treinta o cuarenta mujeres reunidas en un hueco para protegerse; enviaron afuera a una niñita de unos seis años con una bandera blanca en una vara; no había avanzado más que unos pocos pasos, cuando le tiraron y la mataron. Todas las mujeres que estaban en ese hueco fueron asesinadas después… Vi a una mujer con el vientre abierto y un feto, así pensé, yacía a su lado (…)

Para culminar el proceso histórico devastador que significó el siglo XIX en el modo de vida de las comunidades indias, se declaró en el año 1886 la Ley General de Repartición o Dawes Act.

 Las tierras indígenas serían divididas entre los individuos y familias de cada comunidad y se les concedería un documento de posesión con período de veinticinco años, al cabo de los cuales se les entregaría un certifico de propiedad por el cual deberían comenzar a pagar sus impuestos. 

El excedente (tierras no repartidas) sería vendido a los blancos.

Buscaban de esta forma aplacar el interés tribal por la tierra, y convertirlo en propiedad individual.

La Ley General de Repartición fue aprobada el lunes 6 de diciembre de 1886, durante la segunda sesión del cuadragésimo noveno Congreso de los Estados Unidos de América. Bajo las palabras “UN ACTA, Para proveer la repartición de tierras en calidad de propiedad individual para los indios en las numerosas reservas, y para extender la protección de las leyes de los Estados Unidos y los Territorios sobre los Indios, y para otros propósitos.”27 “(…) en 1887 poseían (las Cinco Tribus) 138 millones de acres de tierras y cuarenta años después tenían 52 millones de acres.”

Cierra así una triste página en la historia americana, defendida con dignidad en el campo de batalla de Little Bighorn por los pieles rojas Toro Sentado y Caballo Loco en el año 1876, cuando vencieron y asesinaron al genocida General Custer, pero incapaz de evitar las injusticias que estarían por venir. 

 El fin de un siglo no significó la culminación de las políticas genocidas que continuaría implementando el gobierno norteamericano. 
De ahora en adelante, el rapaz rostro de un Imperialismo potente en todos los sentidos, persistiría en su histórica tarea de arrebatar todo cuanto quisiera

 Cuando se plantea el objetivo de lograr una síntesis histórica en los temas relativos al sufrimiento del pueblo indio de Norteamérica se llegan a ciertas conclusiones.
 
 1. Las tribus indígenas de América del Norte mostraban una autóctona riqueza cultural y religiosa.
 2. Los pieles rojas fueron utilizados por los imperios europeos y por EEUU para obtener ventajas en sus guerras. 
 3. Desde sus comienzos, el gobierno estadounidense mostró repulsión hacia los indios por creer ser dueños de todas las tierras en las que habitaban los mismos. 
 4. A lo largo de su historia, EEUU oprimió al pueblo indio mediante injustas medidas aprobadas en el Congreso, y a través de sangrientas masacres y migraciones forzosas. El conocimiento de las penurias sufridas por los indígenas de Norteamérica, ayuda a tener una visión más general de la verdadera personalidad rapaz que ha ejercido el gobierno estadounidense. 

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